Anaya, el valor de los libros de texto – .

Cuando era niña leía libros a toda prisa, para poder devolverlos prácticamente intactos a la librería el mismo día, antes de que cerrara, y así poder llevarse dos por el precio de uno. El truco, pero sobre todo la complicidad del librero, le funcionó durante un tiempo. Desde niña tenía fama de buena lectora, con originalidad: desde los seis años le gustaban tanto los periódicos como los libros. Hoy, bajo su responsabilidad como directora ejecutiva de Anaya, se imprimen millones de libros cada año. Más de los que jamás había soñado contar.

En casa de Marta Martínez los libros eran un objeto sagrado para sus padres, ambos profesores de Filosofía. Pero también material comunitario y, en el mejor de los casos, hereditario, para los cinco hermanos que componían la familia. Los de Agatha Christie o los de Los Cinco fueron de mano en mano, según sus edades. Pero le gustó especialmente la colección Puck, que los daneses Knud Meister y Carlo Andersen firmaron bajo el seudónimo de Lisbeth Werner. Un fenómeno editorial en toda Europa. Posteriormente, en el BUP, descubrió con fascinación ‘La Regenta’, y a los quince años escribió poemas, primero bajo la inspiración de Bécquer; después, la de Antonio Machado. Y quedó asombrada por los filósofos: Platón, Aristóteles… incluso Bertrand Russell. Por eso, cuando leyó a Jostein Gaarder en ‘El mundo de Sofía’ pensó que ese era exactamente su mundo.

Pero, ¿qué son las cosas? En lugar de estudiar Filosofía y Letras, o Filosofía pura, se fue a estudiar Ciencias Empresariales a Estados Unidos. Y en su desempeño laboral pasó por la cadena SER, Grupo Zeta y Orange, en responsabilidades publicitarias, pero lo más cercano a los contenidos que era capaz. En 2012 fichó por Macmillan Education y, en cierto modo, volvió al reino familiar. Siguiendo a sus padres, sus cuatro hermanos se adentraron sucesivamente en el mundo de la enseñanza. Con ganas y miedo al mismo tiempo, afirma.

Pero con la conciencia de una nueva realidad más allá de los negocios: la importancia absoluta de la educación en el desarrollo de las personas. Y ella quedó enganchada. En mayo de 2019 se incorporó al grupo Hachette, y en enero de 2020, cuando aún no sabíamos que estábamos incubando la pandemia, pasó a ser directora general de Anaya.

Trabajar con autores y proveedores pero también con profesores.

Como editora, hoy Marta Martínez trabaja permanentemente con los autores y proveedores de los textos de los libros académicos de la empresa, pero también se esfuerza por estar en contacto permanente con catedráticos y docentes. Tomar decisiones sobre este asunto desde una oficina, afirma, es seguramente un error. Tienes que bajar al salón de clases. Y escuche lo que allí se dice. Porque el problema no es pequeño: cómo aplicar la pedagogía, a través del libro, sobre los contenidos que regulan las comunidades autónomas en aplicación de la ley. Casi nada.

Y a partir de ahí, volver a poner todo el énfasis en el valor de los libros de texto. A veces con la ayuda de las nuevas tecnologías, pero otras a pesar de ellas. Porque hay decisiones, dice, como la de introducir tabletas o los propios ordenadores en clase sin pagar cuota, que no son precisamente las más adecuadas. La tecnología nos ayuda y nos abre caminos. Pero la tecnología no lo es todo. Si leemos lo que nos dice el informe PISA, también dice, tendremos que ser conscientes de que los libros en papel y la escritura a mano mejoran significativamente la tasa de alfabetización de los estudiantes.

Recordando, por ejemplo, su clase de EGB de 7º de primaria, Marta Martínez asegura que un libro de texto puede convertirse en un tesoro. En su estructura y en su capacidad para organizar su pensamiento y orientarlo hacia el aprendizaje. Pero ¿qué podría pasar con los libros de texto en un país donde con cada cambio de gobierno hay un cambio en la ley de educación? Pues bien, la renovación de contenidos a veces tiene más que ver con el caos y la frustración que con lo que realmente necesitan los estudiantes nada más terminar el secundario: poder tomar decisiones. Perdemos tiempo y dinero. Y futuro.

Tanto debate y tanta batalla con los libros académicos no ha impedido que Marta Martínez siga manteniendo, fuera de su labor editorial, su pasión por la lectura. Para libros de ensayo, de pensamiento, sobre todo. Sin desdeñar la lectura en un dispositivo electrónico, pero sobre todo reconociendo que, “cuando se busca la abstracción”, un volumen en papel sigue ofreciendo una oportunidad única de aprendizaje y crecimiento. Y disfrute. Un poco de abstracción, quizás, ante el ruido torrencial que nos rodea. En libros de texto para estudiantes. Y en aquellas que no son texto para todos los demás.

 
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