Lo que Susan Neiman no aborda en su crítica a los ‘despertados’

Lo que Susan Neiman no aborda en su crítica a los ‘despertados’
Lo que Susan Neiman no aborda en su crítica a los ‘despertados’

El filósofo estadounidense ha logrado uno de los ensayos más comentados del año, presentado recientemente en Santiago y con varias traducciones alrededor del mundo. La siguiente columna para CIPER analiza el libro Izquierda no es despertado, en el aporte de sus definiciones y, también, en la deuda de lo que el autor considera sus sesgos.

gramoUn nuevo libro de la filósofa estadounidense Susan Neiman, que llegó incluso hasta Santiago, está recibiendo amplia cobertura en medios y espacios de debate. a la presentación de la traducción al español de La izquierda no está despierta. (Debate, 2024), una obra esclarecedora que nutre el debate público, estableciendo un vínculo entre la reflexión teórica y la acción política para abordar el término de moda. En su sentido original, ‘desperté’ Es una palabra inglesa que hace referencia a estar alerta y atento a los problemas sociales relacionados con el racismo, el sexismo y distintas desigualdades. Eso sí, su uso y abuso en los últimos años ha acabado por darle un significado negativo e incluso peyorativo. [ver columna previa en CIPER-Opinión: “Qué es lo «woke»: estrategia, críticas y límites para la nueva izquierda”].

En su libro, Neiman afirma que la izquierda contemporánea ha ido dejando de lado progresivamente los ideales universales, para centrarse en las diferentes formas de opresión, abuso y maltrato que sufren las personas debido a sus identidades particulares. Esta sensibilidad despertó Transforma la política en una lucha tribal por el poder, donde los ideales de justicia y progreso se vuelven inalcanzables. Un enfoque así podría hacer que la izquierda sea vulnerable a tendencias autoritarias, como el facsismo. Otros autores que han abordado el wokismo con espíritu crítico han demostrado su carácter contraproducente [MOUNK 2023]Destacando la fragmentación de la política en identidades y la multiplicidad de víctimas. [PEÑA 2023] y han apelado a la necesidad de categorías que generen unidad en lugar de división [JOIGNANT 2023].

Neiman no niega que la izquierda debe ponerse del lado de los oprimidos, ni que ciertas identidades o grupos sociales hayan sido históricamente marginados. Existe una demanda universal de justicia, pero el término “universal” no significa que todos seamos exactamente iguales. Su problema es concentrarse. despertó para abordar tales demandas y por eso es una pena que no esté suficientemente definido en su trabajo.

En mi opinión, esta ambigüedad da lugar a un importante malentendido: no se trata de abandonar las demandas de justicia de los grupos llamados “identitarios”, sino de encontrar principios universales que encuadren sus luchas sociales de manera constructiva. Creo que Es fácil malinterpretar a Neiman y llegar a la conclusión de que deberíamos rechazar por completo las políticas de identidad, cuando en realidad la discusión debería centrarse en cómo integrar estas demandas en una visión más amplia de la justicia social. sin caer en los extremos del identitarismo o del universalismo simplista, ya que existe un amplio abanico de matices entre ambos.

La ambigüedad del término. despertó y su carácter peyorativo podría remediarse volviendo al estudio de la teoría política contemporánea. Diversos problemas relacionados con la identidad, el multiculturalismo y la diferencia han sido abordados por autores cuyo pensamiento dista mucho de los autores citados por Neiman, como Schmitt y Foucault. Sólo por añadir algunos ejemplos notables: el liberalismo político de Rawls, el enfoque de capacidades de Sen y Nussbaum, el multiculturalismo de Kymlicka o el debate sobre redistribución o reconocimiento llevado a cabo por Fraser y Honneth. Es posible que volver al examen de esas discusiones ilumine nuestro camino, para ir más allá del simple universalismo en nuestra concepción de ciudadanía y nuestros derechos comunes.

Podríamos considerar que el estatus político de ciudadanía igualitaria deriva de nuestra condición de igualdad moral como seres humanos, y que ésta trasciende nuestras diferencias culturales o sociales, aunque no las elimina. Dado que estas diferencias pueden tener efectos marcados en nuestras expectativas de vida, es necesario tomar medidas para que las personas puedan alcanzar la autorrealización independientemente de su sexo, género, orientación sexual, etnia, discapacidad, etc., lo que en ocasiones requerirá un trato diferenciado. [YOUNG 1996]. Cabe señalar que este tipo de argumento no es tribalista. Su fundamento es que existe una demanda de justicia en la que cada persona pueda perseguir su propio proyecto de vida sin verse afectado por consideraciones arbitrarias desde el punto de vista moral.

En conclusión, defender determinadas luchas sociales vinculadas a identidades particulares no tiene por qué ser un acto de tribalismo, sino más bien un reconocimiento de la justicia como una demanda universal que respeta las diferencias individuales y colectivas. Esta defensa de la justicia debe ser inclusiva y amplia, permitiendo a cada persona seguir su proyecto de vida libre de discriminación y opresión. Este enfoque no sólo refuerza los valores democráticos fundamentales, sino que también promueve una sociedad más justa y equitativa, por la que vale la pena trabajar.

 
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