“Sólo deberíamos leer libros que nos muerdan y nos piquen”, creía Kafka, fallecido hace cien años. – .

“Sólo deberíamos leer libros que nos muerdan y nos piquen”, creía Kafka, fallecido hace cien años. – .
“Sólo deberíamos leer libros que nos muerdan y nos piquen”, creía Kafka, fallecido hace cien años. – .

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Quizás la ternura, la ferocidad y el sinsentido de los cuentos de Franz Kafka (1883-1924) provengan de una fascinación por los animales que también es la nuestra. Monos, chacales, caballos, perros, buitres, ratones y pájaros –con atributos humanos, sobrenaturales (como en “La preocupación del padre de familia”) o irreales (como la criatura de “Una travesía”, donde el narrador tiene “ un animal curioso, mitad gatito, mitad cordero”)- conviven en sus páginas con familias, funcionarios y seres solitarios.

Un perro junto a Franz Kafka, en 1910imágenes de brandstaetter – Hulton Archive

Incluso los libros, para el autor de El proceso, tenían que ser como animales. “En mi opinión, sólo deberíamos leer libros que nos muerdan y nos piquen”, dijo. el escritor checo cuyo primer centenario de su muerte se conmemora hoy.

Los cuentos de Kafka con animales estaban ligados a la tradición de las parábolas bíblicas, el cuento maravilloso e incluso las fábulas, al estilo de La Fontaine, aunque despojadas de todo valor moral o didáctico. Las fábulas kafkianas no tienen una moraleja evidente. También aventuró que los animales, así como otros elementos de la literatura de Kafka, eran metáforas abiertas a la interpretación o modelos de “devenires”, como postulan Gilles Deleuze y Félix Guattari en Kafka. Para una literatura menor.

“Si yo pudiera ser indio, ahora mismo, y en un caballo a todo galope, con el cuerpo doblado y suspendido en el aire, estremeciéndome en el suelo oscilante, hasta dejar las espuelas, pues no tenía espuelas, hasta que tiré Quité las riendas, pues ya no tenía riendas, y sólo viendo ante mí un paisaje como un prado segado, ahora sin el cuello y la cabeza del caballo”, se lee en el escueto “Deseo de ser indio”. “Esta forma de mantener a los animales salvajes enjaulados de esta manera al principio se considera beneficiosa, y ahora, después de mi experiencia, no puedo negar que, considerado desde el punto de vista humano, realmente es así. Pero yo no pensaba así”, reflexiona el ex mono de “Informe para una academia”, cazado durante una expedición de la empresa Hagenbeck.

“Era una voz animal”, describe el representante de la empresa “en la que, con la más mínima negligencia, ya se alimentaban serias sospechas”, que visita la casa de Gregor Samsa para averiguar por qué el empleado no se lleva bien. al tren de primera hora de la mañana, en “La Metamorfosis”. En los cuentos de Kafka los animales tienen voz.

Eduardo Álvarez Tuñón, Mariano Quirós, Natalia Gelós y Emmanuel Taub

Narradores y ensayistas argentinos reflexionan sobre la relación de Kafka con los animales.

Los animales son, quizás, los personajes más importantes y extraños de los cuentos de Kafka. Ocupan un lugar relevante, con una singularidad: no se encuentran, en relación con el hombre, en grados inferiores de una escala biológica pero tampoco son sus iguales ni razonan como en las fábulas. Su tragedia es que siguen siendo animales, pero sufren algunas de las ansiedades humanas e incluso sus ambiciones.

Pienso en la breve historia del animal que está siendo castigado por su dueño con una fusta. En un descuido logra arrancárselo y se castiga con esa especie de látigo solo para parecerse a su dueño.

Recuerdo también a “El Buitre”, un pájaro con ambición que muere ahogado en la sangre de su víctima, por el soberbio acto de introducir su pico en la boca de un hombre indefenso y no limitarse a picotear sólo sus pies. Pero quizás la historia más inolvidable sea “La Travesía”, en la que un animal mitad gato y mitad cordero, recibido como herencia paterna, se exhibe por su estatus único y sufre el aburrimiento humano.mira a su dueño con ojos de hombre y en silencio lo instiga a matarlo con una espada, como forma de redención.

Álvarez Tuñón es escritor y miembro de la Academia Argentina de Letras.

Dejo de lado la cucaracha en “La Metamorfosis” porque es obvia y porque la cuestión simbólica es tan fuerte que el animal paradójicamente queda en un segundo plano. A veces en segundo plano.

Hubo un tiempo en que pensé que me gustaba el perro de investigación, pero luego me molestó que fuera un perro así, que fuera más bien un erudito que charla con espíritu sociológico. Un perro sin una pizca de humor. No tiene alma -o tiene demasiada-, no tiene humor. Quizás ese sea el problema de Kafka con los animales, que no encuentra humor en ellos, y se supone que Kafka tiene sentido del humor. (Soy injusto, porque está la historia del médico rural, los dos caballos desobedientes que se liberan de las riendas y asoman la cabeza por la ventana del dormitorio donde agoniza un enfermo… Es trágico y divertido a la vez. tiempo.)

Pero si es una elección, Elijo “Josefina, la cantante, o el pueblo de los ratones”, que tiene al menos un aura artística, tiránica y copetuda. El resto de ratones le tienen miedo, pero en secreto la someten a una especie de crítica literaria. Los ratones no saben nada de música, ni siquiera les gusta la música.pero está tan arraigada la idea de que les debe gustar la música, que es bueno apreciar tal o cual forma musical, que se obligan a decir que les gusta cómo canta Josefina.

Josefina establece una pequeña tiranía artística, aprovechándose de los ratones, que por cierto no tienen juventud: o son niños o son viejos. Es pues un pueblo infantilizado, ¡qué más quiere Josefina! Puede imponer su reinado del hambre –todos son artistas del hambre–, puede cantar en un Luna Park vacío, creyendo que todos los ratones la escuchan. Pero el pueblo ratón, dice Kafka –dice, en realidad, el ratón que cuenta la historia de Josefina– es un pueblo olvidadizo, que “no cultiva los estudios históricos”, y por eso los ratones se comen un poco, un poco más cada día. , impulsado por el grito histérico -que nunca se convierte en canción- de la brutal Josefina. Hasta que finalmente la olvidan.

Quirós es un narrador; En 2017 ganó el Premio Tusquets con la novela Una casa al lado del Tragadero.

Hay algo que me gusta de la incorporación del universo animal en Kafka que tiene que ver con la huida de la animalidad. De alguna manera, toma los bichos y borra lo que se espera, lo conocido se enrarece, se despoja de lo que podemos asumir y comienza a jugar en otro lugar, como si no hubiera fronteras entre ellos y nosotros, como si solo existieran acerca de ser, y la diferencia sucederá en otro plano. En cierto sentido me recuerda a las construcciones de Antonio Di Benedetto: animales y hombres en encuentros que hablan de bajas pasiones, de miedos, de nuestros pozos ciegos. Un buitre testarudo en lastimar los pies de un hombre, un ratón cobarde que no se somete a su amo, historias que pone ahí y que terminan sin moraleja, como escenas que incluso quedan en suspenso y que nos dejan seguir picando en la cabeza. . . También es interesante qué animales elige para contar: perros, buitres, un híbrido (mitad gato, mitad cordero), un ex mono. Allí dice mucho de su mirada, de buscar y encontrar la fibra más brillante precisamente en lo mundano, en lo extraño, en aquello que quizás a los demás se les oculta o al menos se les deja pasar.

Gelós es periodista y escritor, autor de Criaturas dispersas.

El buitre escucha, comprende; El buitre observa, espera y ataca. El hombre no sólo se siente indefenso ante el repetido picoteo del pájaro, sino que espera dócil en su indefensión. A medida que crece el dolor, crece también la monstruosidad del animal. Luego, el desenlace del texto: el ataque directo a la boca del narrador, la muerte entre chorros de sangre de la víctima y el buitre ahogado por ella.

Leo y releo “El Buitre” y no puedo evitar pensar, por su formato, por su desarrollo y por su final, en un monstruoso cuento jasídico: el hombre prefiere picotear a torcer el cuello. Y que el daño aumente como los rabinos dejaron crecer al Golem, hasta que cayó sobre ellos matándolos. Aquí el buitre sigue y sigue, y el que espera dolorido es ese hombre que no hace nada por detener al pájaro. Y ahora, de repente el engendro se contagia al tercer personaje, el caminante que, alegremente, propone dispararle al buitre. Pero como dije, el buitre escucha y comprende, y antes de ser abatido por el fusil prefiere matar y morir con su víctima.

Taub es un filósofo, autor de La palabra y el errar.

Puedo leer a Kafka como un autor realista e hiperrealista. Alguien que cuenta cosas que suceden en una de las dimensiones de lo posible. Nada de lo que dice Kafka me parece completamente fabuloso o improbable. Por eso me parece que sus historias con animales no funcionan tanto como fábulas o alegorías sino como crónicas de esa extraña y siniestra dimensión de la vida que habitamos. Un mundo con topos paranoicos, monos sofistas, insectos asalariados y ratones sin talento que cantan para que los ratones ciegos aplaudan. Kafka nos ofrece esa verdad sin cáscara, nos la pasa entre los barrotes de la pequeña vida que armamos entre desayunos, pilates, Tendencia de los temas y algoritmos: nos hace saber que hay metamorfosis monstruosas en el mundo y que una mañana, cuando despertemos, podríamos estar allí.

Craig es un narrador, uno de sus libros de cuentos se titula Animales.

Cien años después de su muerte, la literatura de Kafka sigue abierta a infinitas interpretaciones, incluido su constante juego con los animales. Chacales, buitres, cuervos, perros, caballos, ratones forman parte de una interminable galería de animales que pueblan principalmente sus cuentos. Los animales en la literatura tienden a fabular, a cerrar el significado y a transmitir una moraleja o mensaje. En Kafka, que odiaba el simbolismo, sus cuentos parecen fábulas, pero no lo son, parecen alegorías y no lo son, su potencial interpretativo desencadena muchas lecturas posibles, dependiendo de la carga ideológica o estética de cada lector. Esa es la riqueza de su literatura: promover lecturas diversas, generando un efecto flotante que invita a la relectura.

Uno de los procedimientos por excelencia que utilizó para conseguir este efecto es el “sí, pero…” u otras formas de adversarios que dejan en ambigüedad, o directamente en abierta contradicción, el significado que el narrador pretende transmitir. En el cuento “Una Cruz” no sabemos si el animal es un cordero o un gato, ni qué de cada animal en particular ha quedado en esa cruz. Kafka elude explícitamente definir, cristalizar, enunciar cosas que, si se leen atentamente, resultan contradictorias. Esta superación de los límites de la lógica racional transforma sus relatos en absurdos hasta tal punto que la contradicción con lo real es tal que produce risa. En “Josephine, la cantante o el pueblo de los animales”, Kafka se anticipa a Marcel Duchamp. Un ratón chilla, como todos los demás ratones, pero para ella esa es una canción reconocida por su comunidad. Arte como cualquier objeto ascendido a la condición de tal por la mera decisión del artista. Kafka no habla del arte en general, sino que deja el significado flotando. Una muestra más del potencial de la literatura de Kafka que invita a ser releída e interpretada sin cesar.

Cano es narrador y ensayista, publicó Franz Kafka. Una literatura del absurdo y de la risa.

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