Françoise Hardy, la cantante melancólica de los años yeyes que añoraba el amor

Desde hacía más de veinte años, la emblemática cantautora padecía un cáncer del sistema linfático y de faringe, cuyos efectos secundarios por la radio y la inmunoterapia hacían que sus días fueran “un infierno”.

Adolescente melancólico. Cantante exitoso. Musa de los años 60. Enamorada, celosa, decepcionada. Roto. Fascinado por cosas extrañas. Madre feliz. Enfermo de cáncer, dado por muerto, sobreviviente y afligido. Defensor de la eutanasia.Françoise Hardy Fue todo eso aunque muchos lo identifiquemos con una canción triste de los años felices de Yeyes: “Tous les garçons et les filles”.

Era 1962. “Todos los niños y niñas de mi edad/ caminan por la calle de dos en dos/ todos los niños y niñas de mi edad/ saben lo que es ser feliz/ y mirándose a los ojos y de la mano/ van enamorados sin miedo de mañana…”, Hardy, que acababa de cumplir 18 años y andaba “sola por las calles, con el alma dolorida, sí voy sola porque nadie me quiere”, cantó con su melancólica voz francesa.

La canción fue la última de un disco EP en vinilo con otras canciones yeyés que entonces su autor odiaría por “qué lástima”. La única que contó lo que realmente sentía fue ésta, incluida de mala gana por la discográfica que ella no veía bailable. La cantante, decepcionada, la defiende allá donde va. Por ejemplo, en una transmisión de la televisión pública sobre el referéndum que debe aprobar que Francia elija a su presidente por sufragio universal. De Gaulle, en el poder, impondrá el elemento diferencial de la Quinta República. La televisión tiene un canal en blanco y negro. Pero, en este inusual ámbito de promoción, La dulce voz de la triste y bella joven que canta ingenuamente sobre su mal de amores conquista al público.

Una bola. Dos millones de discos vendidos el primer año. Hardy la canta en alemán, italiano e inglés. Portada del Partido de París. Película con Monica Vitti de Rover Vadim. Será una hippie enamorada de un piloto en el ‘Gran Premio’ de John Frankenheimer. La locura.

Todos los cantantes de habla inglesa quieren conocerla (y a Brigitte Bardot). Estamos en mayo del 66. Bob Dylan canta en el Olympia Hall. De repente detiene el concierto y abandona el escenario. Pasan los minutos, el público enojado silba. Él exige que ella venga a verlo al camerino. Dylan, guitarra en mano, canta “I want you” pero Hardy no nota el doble sentido.

Jean Marie Périer, El fotógrafo y primer socio de Hardy dice que fueron a cenar con el Rocas rodantes a un restaurante cerca de Notre Dame. De regreso a casa ella dijo: “Tu amigo Mick [Jagger] Es muy simpático pero no ha dejado de jugar conmigo en toda la noche”. Périer recordó la anécdota y añadió: “Françoise era una chica muy reservada. Lo que me encantó de ella es que No era en absoluto consciente de su atractivo. Sólo pensaba en escribir sus canciones día y noche, muchas veces en el baño. Dijo que las paredes del baño mejoraban el sonido de su guitarra”.

“Toda mi infancia estuve aplastada entre una abuela que seguía menospreciándome y una madre que pensaba que era perfecta. Y eso marca. “Nunca me vi bonita” declaró a Elena López Ávila en ‘Telva’.

“No me veía interesante en absoluto. Cuando era niño, me avergonzaba de mis orígenes. Creía que mis padres estaban divorciados, lo cual estaba muy mal visto en el colegio religioso donde mi padre había querido meter a mi hermana y a mí. Entonces entendí que mi madre era madre soltera, lo cual, en ese momento, era mucho peor. Yo adoraba a mi madre pero ella nunca vio a nadie y yo tampoco fui educada”, declaró en ‘Paris Match’ en marzo de 2021.

“Me sentí fea y pensé que iba a terminar siendo monja” recordó en el semanario. Su madre, sin consultarla, la matriculó en Sciences Po, Política, la crème de la crème. “Me di cuenta de inmediato de que ella no estaba a la altura de esos estudiantes elegantes y brillantes. Esa impresión de obtener la calificación ha permanecido conmigo toda mi vida”.

A la chica cohibida Le habían regalado una guitarra por aprobar el bachillerato. Y eso la redimió. Su madre, que había firmado el contrato con la discográfica por ser menor de edad, podría dejar de trabajar tras el éxito de ventas de aquel primer disco.

“Es el tiempo del amor/ tiempo de los amigos/ y de la aventura (…) el tiempo del amor, tan largo y tan corto/ Que dura para siempre/ lo recordamos. Se dice que a los veinte años/ somos los reyes del mundo/ y que eternamente/ a nuestros ojos tendremos/ todo el cielo azul…” (Le temps de l’amour).

Estamos en mayo de 1968 y El patito feo llega a la plaza de la Ópera de París con un mini vestido elaborado con nueve kilos de oro y 300 quilates de diamantes Firmado por Paco Rabanne. Espectacular. El vestido, las piernas de la modelo, el pelo. Cuando París se llena de barricadas, ella y su compañero escapan a Córcega.

Sí, un año antes había conocido al hombre que iba a ser el amor de su vida, el cantante Jacques Dutronc. “Una relación que inmediatamente resultó dolorosa debido a mi personalidad insegura, ansiosa, demasiado exigente y su dureza, su necesidad de sentirse libre, de divertirse”.

Según Hardy (‘Paris Match’), “la mayoría de los hombres engañan a sus mujeres sin que eso disminuya el amor que les inspiran. Disocian lo que es de cintura para arriba de lo que es de cintura para abajo. Yo, como muchas Mujeres de mi generación, no me desvinculo en absoluto. “No puedo desear si no amo”.

“Sin embargo, en 2015, cuando todos pensaban que me estaba muriendo, me dijeron que Jacques le dijo a la persona con la que vivía que yo era la mujer de su vida. Me conmoví. Fue recíproco. Es el hombre de mi vida, vivimos los mejores años juntos. El amor consiste en esforzarse por comprender al otro, comportarse dignamente con él y aceptar su diferencia. Saber amar es muy difícil. “Una vida no es suficiente”.

Antes de ese fatídico año, está su último concierto (Londres, 1968), un hijo (ahora también cantante Thomas Dutronc -que ha confirmado el fallecimiento de su madre en las redes sociales-), bajas y devoluciones y cierta soltura para meterse en todos los charcos. “Prefiero la etiqueta de lesbiana o sadomaso a la también aberrante de antisemita o lepenista que me pusieron a raíz de unas desafortunadas declaraciones que hice a favor de la pena de muerte para los asesinos de niños y contra el uso abusivo del racismo. como gancho electoral. Estaban distorsionados. Lo niego todo. Aunque en lo que respecta a Lesbos, sólo los hombres dotados de una dosis suficiente de feminidad pueden perturbarme”, dijo a Libération en 1996. Acababa de publicar un álbum pesimista que incluía tres canciones inspiradas en Marguerite Duras, Claude Sautet y Luis Buñuel.

2015, linfoma de Malt al que suma una caída en la ducha con varias fracturas. Tres semanas en coma. Dos meses en el hospital. 45 sesiones de radioterapia, problemas respiratorios, hemorragias nasales interminables, queda sin saliva y sorda de un oído. “Los médicos dijeron que había terminado. No sé qué pasó pero de repente, cuando estaba a dos dedos de pasar al otro lado, empezó a volver poco a poco”, dijo su hijo Thomas Dutronc en ‘Le Figaro’.

En este respiro que le dio la vida, Hardy produjo un libro de memorias: “La desesperación de los simios y otras bagatelas”; una recopilación de todas las letras de sus canciones desde el 62, “Canciones sobre ti y sobre nosotros”; ¡Y un último disco!, que ocupa el puesto 24 de sus grabaciones de estudio: “Personne d’autre” (Nadie más).

El tercer tema que da título al álbum es, en palabras de la autora, “un resumen de lo que vivió con Jacques”. La clave de la relación está en el cuarto verso: “Una señal como un llamado que parece atemporal/ nadie más que tú para escucharla/ ojos color cielo un tanto irreales/ y sigo ahí esperándote…”.

Hardy en 2018, con su delicada voz melancólica cantando la espera del amor, como en 1964, cuando caminaba “sola por las calles, con el alma en dolor” mientras todos los de su edad caminaban ya en pareja.

Poco después la cantante revelará que vuelve a luchar contra el cáncer, esta vez de faringe. “Tengo 75 años, creo que ya he cantado suficiente”. En junio de 2021, sin voz, respondió por correo a ‘Femme actuelle’. Se sentía “cerca del final”. Detalló sus dolencias y la pesadilla de los efectos secundarios del tratamiento.

Recordó que su madre “sufría la enfermedad de Charcot y tuvo mucha suerte de encontrar un médico que le aplicaría la eutanasia”. Exigió el mismo atajo para ella, “aunque dada mi poca notoriedad, nadie querrá correr el riesgo de ser expulsado de la facultad de medicina”. Y apeló al presidente Macron para que lo legalice.

“Yo sé eso la muerte no es más que la del cuerpo que al dar el alma la libera, permitiéndole regresar a la dimensión misteriosa de donde vino, enriquecida con todo lo aprendido en su última reencarnación”. Esperemos que en la próxima tenga más suerte en el amor. “Comment te dire adieu” suena la canción de Serge Gainsbourg que Françoise Hardy llevó a la cima en el 69 con sus rimas en ex.

 
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