la trágica muerte de su primer amor, la noche en la cárcel con Banderas y las acusaciones de evasión de impuestos

la trágica muerte de su primer amor, la noche en la cárcel con Banderas y las acusaciones de evasión de impuestos
la trágica muerte de su primer amor, la noche en la cárcel con Banderas y las acusaciones de evasión de impuestos

Imanol Arias nació hace 68 años “producto de un error” como suele decir. Su padre era marino mercante y su madre era criada de una casa vecina. Cuando ella quedó embarazada, él renunció a una posición cómoda para acompañarla. “Estaba loca de amor. En ese momento, enviaban a niños como yo al orfanato. Pero papá se portó bien: se casaron y formaron un hogar humilde pero digno”.

De esa infancia recordaría con el periodista Marcelo Figueras que “Estaba muy inquieto. Casi epiléptico. Habló con todos. Seducía continuamente. Muy pandillero en el sentido de que necesitaba un grupo como referencia.”. También dijo que creció en “una familia muy humilde. Ni siquiera teníamos libros, excepto la Gran Enciclopedia de los Océanos. Lo que sí teníamos eran revistas porno que traía mi padre cuando viajaba a Dinamarca. Estábamos bien provistos de eso”.

Su vocación se definió a los ocho años. Un actor conocido le pidió que le acompañara en un recorrido por las localidades en las fiestas de apoyo a los presos políticos. Una de las funciones terminó con todos en prisión. “Al comisario se le ocurrió asustarme, pero su presión tuvo el efecto contrario. Me metió en una celda abarrotada donde todos gritaban: Joder, dale de cenar al chico. Descubrí que actuar era peligroso pero que llamaba la atención de la gente”.

En los años 70 se inició el declive del régimen de Franco. Sólo aprendió a leer bien y con fluidez cuando tenía 17 años. “Fui a una escuela de fábrica donde te enseñaban a ser trabajador y leer era lo de menos”. Imanol se hizo fan de la cerveza Deep Purple y se unió a una pequeña banda de jóvenes. Flaco y desgarbado, Imanol sabía que cantaba mal, bailaba mal y dibujaba peor. Sin embargo, a la hora de contar historias le encantaba. Lo suyo fue mucha charla.

Y con esa charla, con 17 años se enamoró de Ana Gorostiza, una profesora de filología vasca con la que empezó a salir. Llevaban cuatro años enamorados cuando Ana, que formaba parte de un movimiento armado que luchaba por la independencia del País Vasco, no acudió a una cita y se enteró de que había sido detenida. Días después le dijeron que la joven falleció en un extraño accidente cuando quedó bajo las ruedas de un camión que pertenecía a una empresa especializada en el traslado de detenidos.

Tuvimos que salir de allí. En 1975 se instala en Madrid. Dividió su tiempo entre el activismo en el Partido Comunista, un grupo de teatro y actuar durante unos minutos en funciones de zarzuela. Por ese trabajo le pagaban 240 pesetas al día, la pensión de una noche le costaba 60 y comer croquetas de pollo y sopa de verduras le costaba 80. Cuando acabó la zarzuela, la estación de metro se convirtió en su dormitorio.

La mala economía se alivió un poco cuando actuó en la Compañía Nacional de Teatro y en un año logró tres papeles protagónicos. En una función conoció a Socorro Anadón, quien de compañera pasó a ser novia y luego esposa. El matrimonio duró apenas un año porque Imanol recibió una propuesta para filmar en Cuba. Se fue por cuatro meses pero se quedó dos años.

Regresó a España y alguien le dijo que su ex estaba en una relación con otro actor. Un tal Antonio Banderas. Lo que ella describió como un “desastre de faldas” se convirtió en amistad. Se convirtieron en compañeros de teatro, de vida y de fiesta y maestros en aplicar la regla del “tres por uno”. Tres días para actuar, divertirse y crear y uno para dormir.

Imanol Arias nació el 26 de abril de 1956. Creció en Eibar, un pequeño pueblo de la zona de Vizacaya.

En 1982 estaban filmando Laberinto de pasiones una historia de amor homosexual, dirigida por Pedro Almodóvar. A los amigos actores no se les ocurrió mejor idea que, disfrazados con la ropa de mujer del rodaje, entrar en una discoteca. Pero aquellos eran tiempos de censura. Apenas pusieron un pie en la acera, un oficial les ordenó: “El maricón y el otro” y les pidió documentos. Antonio había lavado el pantalón con su identificación adentro y mostró un papel con una foto que no se veía y un nombre. eso no fue leído.

Sabiendo que eran tiempos más de orden que de ley y que él era el receptor, Imanol guardó silencio pero Banderas se aclaró la garganta y con voz segura advirtió: “Por favor, soy un hijo del Cuerpo”. No dijo “hijo de policía”, “ni mi padre es comisario”, dijo “hijo del Cuerpo”, porque aunque su documento era una basura, el sentimiento de pertenencia era una identificación. Esta vez, fue inútil. Terminaron arrestados.

Un agente llamó al padre de Banderas para decirle: “Comisario, aquí tenemos a un Antonio que dice ser su hijo y actor. Y dirás, pero él está aquí. Y no sólo eso… está aquí, con un hombre, con un chico que… es extraño, muy extraño”. Al otro lado de la línea confirmaron que Antonio era el hijo y que el extraño se llamaba Imanol y eran amigos. Asustado, el agente finalizó: Pues deben ser muy amigos porque este chico, Imanol, es bueno pero muy marica”.

Imanol siguió actuando. En 1983 rodó tres películas Demonios en el jardín, Laberinto de pasiones -dirigida por Almodóvar- y Bearn. Fue entonces cuando recibió la propuesta de interpretar a un sacerdote en una película que se rodaría en un país del que su padre siempre le contaba historias maravillosas. La película era Camila, el país, Argentina.

Camila era Susú Pecoraro, Imanol Arias un perfecto padre Ladislao, el que tuvo que ser doblado en postproducción por su acento. Se estrenó en 30 salas el 17 de mayo de 1984 y fue vista por más de dos millones y medio de espectadores. Cuarenta años después el actor recordaría en una charla con el público argentino “Fue una suerte haber podido hacer esa gran historia. Y, sobre todo, una suerte de poder ver en perspectiva quién era María Luisa. Su concepción de la feminidad era tan moderna que no me atrevo a decir que fuera feminista. Ella fue mucho más, porque no sólo expresó la libertad de la mujer, sino la condición de libertad que la mujer tiene dentro de sí misma. Si María Luisa hablara hoy, sería encarcelada o insultada. Porque sabía que la mujer tenía que salir a conquistar ese algo que es innato en la mujer, que es su naturaleza libre, su gestora, su madre y la historia misma de la Tierra.

En medio de un enorme éxito llegó el gran amor de su vida: Pastora Vega. El vasco se enamoró de aquella periodista de la televisión madrileña. Porque como le aseguró Banderas cuando se la presentó: “Oye hombre, comparado con Pastora, todos los demás parecen una rama”. Ella llevaba poco tiempo casada, por lo que el futuro suegro advirtió al actor: “Con mi hija no hay bromas. Sólo los correctos”. Nunca se casaron y tuvieron dos hijos, Joan y Daniel.

Pastora dejó el periodismo y decidió ser actriz. Ella y su marido compartieron muchos trabajos. En Argentina representaron a Calígula. Imanol definió la relación así: “somos parejas que nos vemos mucho, vivimos en la misma casa, tenemos un hijo pero nunca nos casamos”.

Junto a Ana Belén filmó Dvinas Palabras

En 2009 y tras 25 años de pareja, anunciaron su separación. Arias desdramatizó: “Cuando mi esposa me dijo ‘me enamoré de otra persona’ pensé ‘eso es genial, porque esto no iba a pasar’”. Comenzó a salir con su colega Juan Ribó y ahora tiene una relación con el actor argentino Darío Grandinetti.

Al mismo tiempo, Imanol se enamoró de Irene Meritxell, una fotógrafa sevillana 20 años menor. Se separaron en 2016 pero retomaron su relación en 2017 y al año siguiente se casaron en una boda tan secreta a la que no asistieron familiares, amigos ni los hijos del actor. Se divorciaron en 2021. En octubre del año pasado circuló una foto de la mano de su profesora de yoga, Nuria Gutiérrez de Cos. Interceptado por los micrófonos de Europa Press en las calles de Madrid, negó el amor: “Vosotros os ganáis muy bien la vida, como yo, inventando historias que no existen, chicos, gracias”.

En 2016 su nombre apareció en las portadas pero no por amor ni por un proyecto artístico. Se le acusó de tener una sociedad offshore en la isla de Niue, en el Pacífico. La Agencia Tributaria le reclamó una deuda de 4,9 millones de euros y pidió 27 años de prisión. Según el actor, los problemas surgieron cuando confió sus finanzas a un grupo de abogados que lo involucraron en empresas dudosas. “Es una situación que intentaré arreglar lo antes posible porque siempre he sido una persona honesta. “He vendido todo lo que tenía”, declaró y prometió devolver “todo el dinero y cumpliré con lo que me digan”.

Con Mercedes Morán protagoniza “Mejor no decirlo”, en Paseo La Plaza

Procesado desde 2019, el juicio oral comenzó esta semana. El actor abandonó los aplausos porteños para sentarse en el banquillo de los acusados ​​de un tribunal de Madrid. Según trascendió, se declararía culpable del delito fiscal por el que pagaría una multa pero no iría a la cárcel. “El proceso sigue ahí, pero después de siete años te destruye la vida, esa vida que te habías construido, esa vida cómoda y práctica y tienes que buscar otra. Mi proceso no fue por tener dinero escondido, sino porque estaba gravado bajo una sociedad que la ley cambió y no me permitía seguir pagando impuestos. Pagué esas multas mientras el litigio continuaba. Me queda un acuerdo de culpabilidad porque no puede acusarme de evadir dinero ni nada por el estilo. Por lo demás sigo trabajando y nunca hablo de ello, poniendo excusas. No voy a pretender que todos me crean, eso es una utopía”, explicó Arias a La Nación el año pasado.

Desde el 22 de marzo y durante diez semanas protagoniza Más vale no decir, con Mercedes Morán y se convirtió en la cita teatral del año. Hoy su filosofía se resume en “terminar bien cada día” sin pensar en la jubilación o la jubilación y disfrutar de lo que para él es el éxito “algo que supongo que tiene más que ver con vivir la vida y estar alejado del ruido que con un buen salario”. ”.

 
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