«La pintura necesita tiempo y hoy está fuera de los ritmos de la sociedad» – .

Javier Buzón no ha dejado de pintar ni un solo díacompatibilizando su labor artística con su labor académica como docente, tal como lo han hecho otros compañeros suyos, como Ricardo Cadenas cualquiera Patricio Cabrera. Tras tres años de ausencia presenta una nueva exposición en la galería Rafael Ortiz con el título ‘Pintar cuadros. Serie de souvenirs.

«La serie empezó como un capricho relacionado con la memoria, mi viaje personal y traigo elementos de ese viaje pintado. “Replico una serie de pequeños cuadros como si fuera una postal”. «Hay cuadros – continúa el artista – que son apropiaciones de los museos. Pinto un Sorolla con el marco y todo y es como si me trajera esas piezas de recuerdo. Me estoy apropiando de estilos, pintando el cuadro de otros, intercalándolo con mi propia pintura. Finalmente hago un ‘trop l’oeil’ (trompe l’oeil), así que juego con eso. Pinto el cuadro como lo ha hecho el artista y el resto a mi estilo.

El pintor se ha autorretrato delante de los cuadros seleccionados para la exposición. «Es como pintar un cuadro dentro del cuadro»dice el autor de los 33 lienzos que se encuentran en la galería Rafael Ortiz. En algunas de ellas el pintor aparece pintando un cuadro donde se encuentra de nuevo, y otro donde contempla un autorretrato de Oskar Kokoschka que al final es un autorretrato del propio Buzón. Un juego constante.

Hace tres años realizó una exposición en el Cicus titulada ‘Más allá de su sombra’. Cuando terminó esa exposición ella no sabía qué iba a pintar. “Todo comienza con el proceso de trabajo, incluso el título final surge una vez entrado en la serie”, afirma el pintor.

Se trata de hablar de la Generación de los 80, esa tan fiel a la pintura. «No nos hemos alejado mucho de la pintura, Patricio Cabrera, Ricardo Cadenas…, Curro González quizás un poco porque ha hecho animación, pero su cuerpo potente es pintura, igual que el mío. Siempre me ha gustado la pintura, y esta exposición es casi un homenaje a la pintura en sí, porque se ha convertido en algo tan diferente a cómo se mueve el mundo digital, que tiene un interés especial, porque pintar empieza a ser algo complicado».

La pintura de Javier Buzón es ‘exquisita’, con esa limpieza y claridad de tonos y linealidad del dibujo, y aunque parezca sencilla, “todo es intencionado aunque empiece de forma caprichosa. Yo pinto el cuadro, una especie de revisionismo del cuadro mismo y no voy a cambiar, no voy a trabajar con fotografía ni otras cosas. Quizás soy un poco exótico o un artista outsider. Pero no se trata de una exposición típica que parezca un museo, sino más bien de una instalación”, afirma.

El pintor también dice que la pintura no sobrevive. «Está muy vivo, lo que pasa es que tiene ritmos, porque ahora hay muchas opciones y a veces parece que el cuadro está en un rincón, pero no es así. Siguen trabajando mucho en pintura, y eso hay que verlo en las ferias, cómo sale. Además, hoy en día resulta de especial interés porque requiere de un proceso técnico que otras herramientas no proporcionan. Es algo artesanal, se necesita tiempo para poder defenderse con pintura, y el tiempo hoy es lo que más cuesta. La pintura hoy está fuera de los ritmos naturales de la sociedad. No es una imagen de WhatsApp que aprietas un botón y ves, no, hay que pararse a tomarla y también a contemplarla.

Dice que su generación, la de los 80, está bien posicionada en el arte, “aunque es un tema delicado porque cada uno ha buscado la manera de visibilizar su trabajo, no hemos tenido grandes facilidades, y, por supuesto, la recursos de los años Curiosamente los años 80 y 90 donde mejor se vendió no son los actuales a nivel de museos, proyectos, etc. Hoy la gente está más informada y educada. Ahora con un clic en la pantalla podrás conocer las inercias a nivel mundial.».

Sin embargo, dice que su generación ha tenido su lugar. «Otra cosa es que a veces nos han saltado más de una vez y nos hemos quedado en el medio. Pero es algo que hay que aceptar, hay otros intereses y ya está. A veces nos hemos quedado en mitad de la nada, pero ahí estamos todos vivos y defendiendo nuestro trabajo, y con nuestro trabajo en los museos, aunque a nivel internacional ha sido muy complicado.

Asimismo, confiesa que nunca ha trabajado bajo las órdenes de nadie por la independencia que le ha dado tener la profesión docente. “Yo decido mi manera de pintar y de vivir, doy mis clases y sigo pintando, y así llevo cuarenta años”.

Como cartelista ha realizado dos carteles, el del Festival Internacional de Danza de Itálica y el de la hermandad Macarena de 2018, y este último fue todo un desafío. «Ese cartel me iluminó para hacer la serie Cicus, porque me encontraba ante un elemento barroco con elementos que nunca había tocado, ya que soy paisajista y a partir de ahí incorporé otros elementos. De hecho, hacer un retrato de Macarena era arriesgado en esta ciudad y acepté gustoso., y fue un desafío muy interesante. A partir de ahí se me han abierto muchas líneas de trabajo. En esta exposición, por ejemplo, hay muchas figuras”, describe el pintor.