Existen numerosas razones por las que este sistema puede resultar de interés para todo tipo de agentes del mercado; desde mantener el precio de mercado de un artista favorito y evitar no vendidos o hasta la pura y simple inversión (que en el peor de los casos redunda en beneficio de una obra). Pero el museo ha propuesto una tercera vía.
En el caso de Toledo, Levine lo justifica de forma muy sencilla. La institución necesita dos cosas: adquirir nuevas obras y liquidez. Los museos americanos también sufren, aunque tienen mecanismos que los diferencian de los demás.
Por un lado, la cultura del clientelismo está mucho más arraigada en Estados Unidos, casi todos tienen una junta directiva que proporciona financiación y aprueba compras. Por otra parte, el mecanismo de bajamediante el cual se venden obras de la colección, no es nada nuevo, pero tiene la limitación de que el dinero ganado sólo puede utilizarse para la adquisición.
Estas dos variables hacen que las instituciones con problemas de liquidez afronten tareas menos glamorosas y no directamente relacionadas con las obras de arte. Las donaciones rara vez vienen sin especificaciones sobre cómo gastarlas, y eso es exactamente lo que Toledo ha recibido: dinero sin condiciones. Lo recaudado este último año, cerca de medio millón de dólares, podrá destinarse a cualquier necesidad que tenga el museo (por ejemplo, como dijo su director, renovar las cañerías).
