Se anuncian lluvias y la mayoría de los chilenos piensan en una cosa: sopaipillas. Y la comida tradicional a base de calabaza y harina cobra especial relevancia cuando llega el mal tiempo en el territorio.
Pero ¿qué tan calórica puede ser esta preparación típica? La profesora de la Escuela de Alimentos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, María Lorena González, realiza un consumo de 60 gramos, su aporte calórico puede fluctuar entre 60 y 80 kilocalorías. Y cuando consumimos sopaipillas, comemos al menos 4 unidades”.
¿Y qué pasa con los pasados? El profesor González afirmó que “los pasteles, al remojarse en chancaca, aumentan su aporte calórico. Y no sólo aportan más energía las que están remojadas en chancaca, sino también cuando las personas las consumen con queso, mayonesa u otros añadidos”.
Para el académico de la Escuela de Alimentos de la PUCV, el problema no es la cantidad de sopaipillas, sino la frecuencia con la que se ingiere este tipo de alimentos. “Creo que si es para consumo ocasional, asociado a días fríos o lluviosos, no habría restricción para una persona que goza de buena salud. Ahora bien, si el consumo es diario, se debe considerar equivalente o alternativo al consumo de pan, o porciones de carbohidratos durante el día. La cantidad que debe consumir cada persona depende de su constitución, actividad física, prevalencia de una enfermedad subyacente, entre otros aspectos”.
Ahora bien, ¿qué hace que las sopaipillas sean tan calóricas? El académico de la PUCV aseguró que “el exceso de calorías es relativo y depende de la alimentación diaria de cada persona. Las sopaipillas tradicionales se elaboran con harina, calabaza, mantequilla, agua caliente, sal y aceite para freír, y cada uno de los principales ingredientes mencionados aporta calorías. En el caso de la harina y la calabaza, las calorías las aportan los carbohidratos presentes en su composición (principalmente), y en el caso de la mantequilla y el aceite, las calorías las aportan los lípidos presentes en su composición”.
