todo es sexo, menos sexo – .

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Producida y protagonizada por Zendaya, la nueva película de Luca Guadagnino es una historia electrizante sobre el poder y el sexo.

Para Tashi Donaldson (Zendaya, sexy como quizá sólo la haya visto Tom Holland), un famoso adolescente prodigio del tenis cuyo futuro está asegurado gracias a dos contratos publicitarios y un futuro prometedor en las ligas profesionales, el tenis no es un juego, ni un deporte, el tenis. Es una relación, es decir, el tenis es sexo.

Pero si, como dice un clásico, “todo es sexo menos sexo, el sexo es poder”, Challengers (UE, 2024) no es una película sobre tenis, en realidad es una película electrizante sobre el poder de una mujer.

Y vaya, Tashi tiene poder. Cuando Art y Patrick (Mike Faist y Josh O’Connor), dos jóvenes tenistas y mejores amigos desde niños, la ven jugar, inmediatamente se obsesionan con esta mujer que domina completamente la cancha, humillando a sus oponentes. Los dos amigos hablan con la tenista, y como si no quisieran, la convencen para que vaya a la habitación de ambos “a seguir hablando”.

Lo que empieza como admiración se convierte en obsesión. Las dos amigas intentarán conquistar a Tashi como pueda, aunque se lleven entre las piernas los años de amistad y su desempeño como deportista.

Pero lo anterior no es el comienzo de la historia, el guión del recién llegado Justin Kuritzkes comienza con un partido entre Art y Patrick, muchos años después de la historia contada anteriormente. ¿Por qué es importante este partido? De eso trata esta película, pero para responder a esta pregunta la película utiliza y abusa de saltos en el tiempo: hace 20 años, hace una semana, hace unas horas.

Sin embargo, el montaje de Marco Costa mantiene la integridad de la narrativa, evitando que nos perdamos, confiando siempre en que el público quede absorto en la historia y por tanto no sea necesario colocar más carteles para ubicarnos en el tiempo.

El trío de actores funciona a la perfección, destacándose claramente Zendaya como esa especie de Femme Fatale obsesionada con el tenis, que sin querer mete en peleas a estos dos hombres que buscan sus favores, no sólo sexuales sino también profesionales (¿no es lo mismo, según a Tashi?) ya que eventualmente se convertirá en entrenadora.

La forma es sustancia, y en este caso este típico triángulo amoroso sería mucho menos interesante no sólo por los ya mencionados saltos en el tiempo, el abrupto montaje, las actuaciones que llenan la pantalla de sensualidad y sexualidad, sino también por la cámara y el música.

Emulando el giro de cabeza de todo aquel que mira un partido de tenis (mirando a la izquierda, volviendo a la derecha), el director de fotografía tailandés Sayombhu Mukdeeprom (fotógrafo jefe tanto de Luca Guadagnino como de Apichatpong Weerasethakul) recrea en más de una secuencia ese movimiento de una de lado a otro en campos y contra campos llenos de tensión y movimiento, llegando a un momento de completa locura donde la cámara se convierte en subjetiva de la raqueta o incluso de la pelota volando de un lado a otro.

Pero si esto suena a exceso visual, no estamos ni a mitad de camino: la música de Trent Reznor y Atticus Ross inunda por momentos la pantalla para acentuar (en tremendo artificio) la tensión de lo que hablan los personajes. Es un movimiento audaz (a veces uno duda si esa música viene de la habitación de al lado o de qué se trata) y que seguramente a muchos les resultará molesto.

Y vamos, que tras la quinta vez que ocurre este pequeño truco musical, uno empieza a preguntarse si la tensión de lo que sucede en pantalla la provoca la imagen, las interpretaciones, el guión o es simplemente la música de club compuesta por el dúo. Reznor-Ross el que nos provoca gran emoción.

El final -visual y auditivamente tan desatado como excesivo- resulta menos atractivo que todo el recorrido de seducción, traiciones, misterios y deseo que vemos en las poco más de dos horas que dura este.

Dicen que el orgasmo está sobrevalorado y que lo divertido del sexo son los juegos previos y eso es exactamente lo que sucede en esta película: una electrizante historia sobre el sexo y el poder, en toda la vena hedonista de Guadagnino, que al final te deja exhausto pero con ganas. más.


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