las dos caras de una sola campaña electoral

Este MartesJoe Biden dio un mitin en Scranton, la ciudad industrial del noreste de Pensilvania donde creció y a la que siempre regresa para intentar convencer de que sigue siendo un tipo de clase media. Ese mismo día, Donald Trump estaba atravesando una jornada maratoniana de selección del jurado en su primer juicio penal, en Nueva York, en el tribunal estatal del sur de Manhattan. Este miércoles, Biden continuó su gira por Pensilvania con una visita a Pittsburgh, con reuniones y promesas a los sindicatos, en un intento por no perder más terreno frente a Trump en el voto de la clase trabajadora blanca.

Trump no tenía agenda, y probablemente pasó el día preparando el juicio en su residencia de Nueva York o en su campo de golf de Nueva Jersey, territorios muy demócratas y no ideales para uno de sus mítines. El presidente estadounidense visitará hoy una tercera ciudad de Pensilvania, la mayor de todas, Filadelfia, para congraciarse con el voto de la abundante minoría negra, que huye cada vez más hacia Trump. Pero el expresidente republicano tendrá que estar, una vez más, en los tribunales, para continuar el proceso de selección del jurado que decidirá su destino.

Estos tres días son una muestra de una campaña electoral nunca antes vista, dividida en dos, con un candidato en la caravana electoral y el otro con el trasero pegado al banquillo. Trump tiene por delante entre seis y ocho semanas de juicio en Nueva York, Un caso por falsificación de documentos financieros que estará lleno de detalles sórdidos, con protagonistas como la actriz porno a la que Trump pagó para silenciar su presunto romance poco antes de las elecciones de 2016. Y tiene la obligación de asistir al juicio todos los días -lo habitual será que haya sesión cuatro días a la semana- hasta que finalice el juicio y se reciba el veredicto del jurado.

Más horas en los tribunales

Es decir, hasta finales de mayo o mediados de junio el expresidente se verá obligado a pasar más días y horas en el tribunal de Nueva York que en cualquier otro lugar. Y todavía tiene pendientes de fecha otros tres juicios penales, que sus abogados pretenden retrasar a toda costa más allá de la fecha electoral de noviembre, pero que podrían devolverle a los banquillos en la parte más caliente de la campaña, los meses de agosto, septiembre y Octubre.

Hasta ahora, Trump ha logrado sacar un gran beneficio político de sus problemas judiciales. La cascada de acusaciones que recibió el año pasado centró toda la atención pública en él, lo catapultó a las primarias republicanas y le entregó la nominación republicana en bandeja. Ahora continúa usando sus batallas legales para solicitar donaciones de sus seguidores y difundir el mensaje de que sufre de una “persecución política” y que los demócratas lo persiguen porque es “el único que está en pie” para proteger al pueblo estadounidense.

La situación ahora es diferente. Trump no simplemente recibe una acusación o asiste a una audiencia y luego continúa con su campaña. Se ve obligado a asistir al juicio, donde nada está bajo su control. Su capacidad para utilizar el juicio como orador es limitada. Mientras que en los últimos juicios civiles chocó con los jueces, en los penales eso le puede costar caro. Ya ha recibido “órdenes de silencio” que le impiden atacar a testigos o miembros del jurado y podría ser declarado culpable de desacato por no cumplirlas. El juez del caso, Juan Merchán, es quien está a cargo. Puede enviarla al calabozo si no cumple con las reglas del juicio.

Trump buscará hacer campaña cuando pueda. Este martes acudió a una bodega -una tradicional tienda de comestibles neoyorquina- en Harlem para dar un discurso sobre el crimen. Y el sábado volará a Carolina del Norte para dar uno de sus multitudinarios mítines.

Biden triplica los aranceles al acero chino

Biden, por su parte, no tiene ninguno de esos grilletes. No es casualidad que su gira por Pensilvania –uno de los estados más importantes en las elecciones, donde necesita ganar para tener posibilidades de permanecer en la Casa Blanca– coincidiera con la primera semana del juicio a Trump en Nueva York.

La imagen que Biden quiere dejar clara a los votantes es: “Aquí hay un presidente que gobierna y un candidato que hace campaña, aquí hay normalidad. Mientras tanto, Trump está en los tribunales.

La campaña de Biden ha optado por no hacer mucha referencia explícita al juicio de Trump y dejar que ese contraste hable por sí solo. Pero no ha podido dejar de utilizar la supuesta siesta -captada por un reportero de ‘The New York Times’, que el expresidente desmiente- en la que Trump cayó al banquillo durante el primer día del juicio. El apodo preferido del multimillonario neoyorquino para referirse al presidente de Estados Unidos es ‘Joe el sueño’ –algo así como ‘Joe el soñoliento’, y ahora la campaña de Biden ha comenzado a llamar a Trump ‘Don soñoliento’.

Otra ventaja para Biden es que, en su doble calidad de presidente y candidato, tiene la posibilidad de convertir las promesas electorales en realidad. El miércoles, aprovechando su visita a los sindicatos del acero en Pittsburgh, anunció que triplicará los aranceles sobre el acero y el aluminio procedentes de China. Se trata de una medida proteccionista, pensada para complacer a los sindicatos y al sector manufacturero, muy propia de la línea que siguió Trump durante su presidencia.

Biden, quien acusó a China de “competencia desleal” dijo que pedirá al Representante Comercial de Estados Unidos que aumente los aranceles sobre el acero y el aluminio del actual 7,5% al ​​22,5%.

Queda por ver qué impacto tendrá esta campaña en la votación en dos niveles. De momento, Trump lleva una ligera ventaja sobre Biden en las encuestas y se desconoce si el juicio le debilitará o le impulsará aún más.

 
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