La ópera ‘Adriana Lecouvreur’ convence pero no fascina en su regreso al Liceu

La ópera ‘Adriana Lecouvreur’ convence pero no fascina en su regreso al Liceu
La ópera ‘Adriana Lecouvreur’ convence pero no fascina en su regreso al Liceu

Tras la muerte envenenada del protagonista, el compositor Francesco Cilea no termina su ópera Adriana Lecouvreur con el familiar bosque de disonancias dramáticas y atronadoras. Por el contrario, opta por una dulzura casi irreal y el trémolo luminoso de las cuerdas con los arpegios del arpa en pianissimo. Este exquisito detalle musical ha inspirado una de las licencias más bellas de la producción de David McVicar que regresó, el pasado domingo 16 de junio, a los escenarios del Liceu de Barcelona. Los antiguos compañeros de la gran actriz de la Comédie-Française vuelven al escenario para despedirse de ella.

La propuesta del director de escena escocés es un exquisito homenaje a la escena francesa del siglo XVIII. El decorado, diseñado por Charles Edwards, replica un teatro de madera de alrededor de 1730 que gira o se ajusta en cada acto para situarnos detrás de escena (con el busto de Molière indicando el libreto), en una de sus esquinas, frente al proscenio o en su trasero desnudo. Cada escenario está respaldado por la iluminación de Adam Silverman utilizando velas junto con atractivos trajes de época diseñados por Brigitte Reiffenstuel. Y también destaca un ballet historicista para el tercer acto coreografiado por Andrew George.

Se trata de una producción con ligeros guiños metateatrales que se estrenó en 2010 en la Royal Opera House de Londres. Llegó al Liceu en 2012 como parte de una coproducción con las Óperas de Viena, París y San Francisco. En sustitución de Justin Way ha viajado a La Scala de Milán o al Metropolitan de Nueva York. Y su reiteración ha contribuido a un curioso renacimiento actual de la principal ópera de Cilea, que también podrá verse en el inicio de la próxima temporada en el Teatro Real de Madrid.

La soprano Aleksandra Kurzak y el tenor Freddie De Tommaso durante el primer acto de ‘Adriana Lecouvreur’, el 16 de junio en el Liceu de Barcelona.Sergi Panizo

Pero Adriana Lecouvreur Es la combinación de una refinada partitura de Cilea y un pobre libreto de Arturo Colautti. Una adaptación desigual de la comedia dramática de Eugène Scribe y Ernest Legouvé, estrenada en 1849, sobre la muerte ficticia de la actriz francesa del siglo XVIII, se centra exclusivamente en su sentimentalismo. Adriana canta su apasionado amor por Mauricio, en el primer acto salva a la princesa de Bouillon que es su rival, en el segundo la confronta recitando Fedra de Racine, en el tercero, y muere respirando el veneno en un ramo de violetas, en el cuarto.

La trama combina de manera incómoda el mundo del teatro, del director de escena Michonnet y sus cuatro actores, y las intrigas de la alta sociedad, entre las que se encuentran el Príncipe de Bouillon y el Abbé di Chazeuil. Y la ópera, estrenada en 1902, muestra la herencia de la tradición operística italiana, pero con guiños al melodrama francés y cierto aroma orquestal wagneriano. Un título, por tanto, centrado en las voces, pero capaz de combinar un flujo orquestal continuo salpicado de motivos de personajes, objetos y sentimientos con números vocales perfectamente aislables.

El reparto vocal ha sido un auténtico handicap para este regreso de Adriana Lecouvreur al Liceo. En los últimos meses, el teatro barcelonés ha visto a tres de los cuatro protagonistas del primer reparto (soprano Sonya Yoncheva, tenor Jonas Kaufmann y mezzosoprano Anita Rachvelishvili) cancelada por diversos motivos. Al final fue necesaria otra soprano, la polaca Aleksandra Kurzak, que ha debutado en el papel principal y cantará las cuatro primeras funciones en cinco días. Y tanto el tenor británico Freddie De Tommaso como el mezzosoprano La italiana Daniela Barcelona.

La ‘mezzosoprano’ Daniela Barcellona en el tercer acto de ‘Adriana Lecouvreur’, el 16 de junio en el Liceu de Barcelona.Sergi Panizo

Kurzak fue la gran ganadora en la noche del estreno, aunque su Adriana estuvo lejos de ser la mejor encarnación vocal del personaje de Cilea. La cantante polaca hizo gala de un notable virtuosismo en el manejo de las numerosas inflexiones dinámicas escritas en la partitura, pero su excepcional técnica no conectaba con la expresividad del personaje. Y terminamos sin vislumbrar a la mujer detrás de la actriz. Esto lo vemos especialmente en su versión desigual de Pobres flores, en el cuarto acto. Cantó mejor en el famoso Io son l’umile ancelladesde el primero, aunque su declamación en italiano de Racine, a partir del tercer acto, no logró el suspenso esperado.

De Tommaso también fue muy aplaudido durante toda la actuación. Pero su Maurizio era musicalmente desigual. Lo demostró imponiendo su poderosa corriente de voz a las precisas indicaciones dinámicas escritas por Cilea, como al principio, en voz del entresuelo y pianísimo, de su famosa aria del primer acto La dolcissima efligie. Mejoró en el segundo acto con L’anima ho stanca y tuvo su mejor momento, en el tercero, en el marcial El ruso Mencikoff, donde mostró libremente su poder vocal en largas frases. También brilló en sus duetos con Kurzak y Barcellona.

La soprano Aleksandra Kurzak cantando ‘Poveri fuori’, en el cuarto acto de ‘Adriana Lecouvreur’, el 16 de junio en el Liceu de Barcelona.Sergi Panizo

El mezzo La italiana tampoco logró elevar las altivas imprecaciones de la princesa de Bouillon, en su aria del segundo acto. Acerba volutta. Aunque el volumen y la vocalidad de Barcellona encajan mejor en el repertorio del bel canto, protagonizó junto a Kurzak uno de los mejores momentos de la noche en la tensa escena final del segundo acto. El barítono Ambrogio Maestri aseguró al igual que Michonnet, exhibiendo su talla de cantante verdiano, en Ecco el monólogo, mientras que el escenario nos permitió ver a Kurzak representando a Roxane, en ojo bayo de Racine.

Entre el reparto secundario destacó el tenor Didier Pieri, como Abate di Chazeuil, al inicio del tercer acto. Felipe Bou fue un convincente Príncipe de Bouillon y lo mismo puede decirse del cuarteto de actores formado por Irene Palazón, Anaïs Masllorens, Marc Sala y Carlos Daza. Los seis resolvieron recién el difícil sexteto bufo del primer acto. El Coro del Gran Teatre del Liceu acertó en sus puntuales intervenciones, mientras que la Orquesta Sinfónica sonó ordenada y con exquisitos solos en las maderas y las cuerdas, destacando las elegantes intervenciones de los concertino Kai Gluusteen.

Escena final de la producción de David McVicar con los actores de la Comédie-Française despidiendo a Adriana Lecouvreur recién fallecida, el 16 de junio en Barcelona.Sergi Panizo

Convenció con su solvencia a la dirección musical del director de la Gran Ópera de Houston, Patrick Summers. El maestro americano brilló más en las tensas escenas del segundo acto que en las payasadas del primero, donde le faltó efervescencia. Su mejor acto fue el tercero, con un brillante manejo de texturas y tempos en el ballet. Pero no logró criar a la bella. caminante triste que abre el cuarto acto, aunque la sublimación de la protagonista sonó exquisita con ese final lleno de irreal dulzura y luminosidad, aderezado por la reverencia de los actores de la Comédie-Française a la actriz muerta. Por cierto, esta función Adriana Lecouvreur estaba dedicado a la memoria de otra joven artista fallecida prematuramente: la soprano belga Jodie Devos.

‘Adriana Lecouvreur’

Música de Francesco Cilea. Libreto de Arturo Colautti. Aleksandra Kurzak, soprano (Adriana Lecouvreur) Freddie De Tommaso, tenor (Maurizio), Ambrogio Maestri, barítono (Michonnet), Daniela Barcellona, ​​mezzosoprano (La princesa de Bouillon), Felipe Bou, barítono (Príncipe de Bouillon), Didier Pieri, tenor (Abate di Chazeuil), Carlos Daza, barítono (Quinault), Marc Sala, tenor (Poisson), Irene Palazón, soprano (Mademoiselle Jouvenot), Anaïs Masllorens, mezzosoprano (Mademoiselle Dangeville) y Carles Cremades, tenor (Un mayordomo). Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Patrick Summers. Dirección escénica: David McVicar. Reemplazo: Justin Way. Gran Teatre del Liceu, 16 de junio. Hasta el 29 de junio.

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