Mónica Varea: Salud secuestrada | columnistas

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¡Quítate ese delantal sucio! Mamá repetía todos los sábados, pero antes de terminar la frase yo ya estaba en la oficina de papá como asistente.

Para no ensuciar el uniforme azul de cachemira, llevábamos un delantal blanco que mamá llamaba delantal y en Argentina lo llaman guardapolvo. Era obligatorio llevarlo al colegio y llevarlo todos los viernes para lavarlo, almidonarlo y plancharlo en casa para el lunes siguiente, pero el sábado me vestí de enfermera y corrí a trabajar.

El sábado en Latacunga fue el día de feria en las plazas de La Merced, El Salto y San Sebastián; Era el día de las borracheras, de las riñas, de las heridas, de las suturas; y, por supuesto, el de la enfermería.

un sueño roto

Aprendí de papá a lavarme las manos cien veces al día, a no temer a la sangre y a compadecerme del dolor, pero sobre todo aprendí que la medicina es un servicio, no un negocio. Pobre Dr. Marquito, sus palabras, sus ideas, sus principios se los llevó el viento y en este siglo “problemático y febril” en el que “el que no llora no mama y el que no se esfuerza es un tonto”, los medicamentos son más caros. que el delantal de sábado de mi infancia.

No importa si es pública o privada, la medicina es un oficio donde todo vale. Como una casa de empeño o una casa de cambio, el seguro médico privado debería llamarse Casa del NO. Es una lucha conseguir un reembolso ante una negativa inminente. Y si hemos acertado y nos devuelven parte de lo gastado, al cabo de un año nos duplican el precio de la prima mensual.

Maestra, no iré a clase, estoy con Covid, dice un #EstudianteFavorito. Ella terminó la clase y yo volé para vacunarme. Me agobia la precariedad del centro de salud, pero no me sorprende la ausencia de quienes ponen las vacunas. Voy a otro, hay que esperar hasta que sean cinco personas. Creo que no hay ni cinco habitantes en este pequeño pueblo desolado, y simplemente me voy. No estaría de más tener buena comunicación con los horarios, con la necesidad de ser al menos cinco personas… para evitar hacer el viaje, porque no hay inmunidad posible a la frustración.

La salud está secuestrada entre las empresas privadas y las empresas públicas. En un país racional las vacunas, los tratamientos suaves y algunos chequeos sencillos deberían canalizarse a través de farmacias privadas, como ocurre en otros países. Pero aquí parece que nos encanta encontrar medicamentos caducados en los almacenes; suministros robados de las casas de políticos sin escrúpulos; escasez y mal trato a los ciudadanos, mientras el dueño de la farmacia no se enriquezca. ¡Dejemos los complejos!

La buena intención del servicio médico gratuito se derrumbó gracias a la enorme burocracia, que carga el presupuesto en salarios. Ecuador es un país de gente enferma, de gente que está gratuitamente enferma y mal tratada por un sistema precario y corrupto. Esto también es inusual, porque no nos faltan buenos médicos.

¿Qué pasaría si el IESS y los centros de salud cobraran un monto mínimo por la atención médica? Una suma que les permita cubrir los costos y contar con los insumos mínimos, brindar la atención oportuna y el respeto que todos merecemos. (CUALQUIERA)

 
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