En el centro de Santiago de Cuba, los adultos mayores se ven obligados a pasar la noche en las calles con la esperanza de recolectar sus pensiones, en medio de una aguda escasez de efectivo y el colapso del sistema bancario del país.
La escena, capturada por el reportero independiente Yosmany Mayeta tallado y generalizado en las redes sociales, revela varios ancianos que se encuentran en las tarjetas en la calle Enramadas, una de las más concurridas de la ciudad y cerca de lugares emblemáticos como el almacén mediano y el parque Céspedes.
Estas imágenes reflejan una situación cada vez más común en diferentes regiones de Cuba, donde miles de jubilados hacen filas durante horas, incluso desde el amanecer, alrededor de los cajeros automáticos con la esperanza de recibir una pensión que, en la mayoría de los casos, no cubre ni siquiera los conceptos básicos. De hecho, según informes anteriores, más del 39% de los jubilados reciben menos de 1,528 taza por mes.
La falta de efectivo en los bancos, junto con el mal funcionamiento del proceso bancario promovido por el gobierno, ha creado un ambiente de incertidumbre e indignidad para aquellos que trabajaron toda su vida. Si bien las autoridades se aseguran de que haya disponibilidad de dinero, la realidad en las calles contradice esas declaraciones: cajeros automáticos fuera de servicio, largas filas que se extienden por bloques, reventa de cambios vulnerables y mayores que corren el riesgo de dormir en espacios públicos.
En Santiago de Cuba, las quejas ciudadanas sobre la falta de atención a los adultos mayores no son nuevas. Ya en los meses anteriores, se habían denunciado las colas interminables frente a las entidades bancarias. Pero lejos de mejorar, la situación ha empeorado con la inflación que pulveriza el poder adquisitivo, un sistema de atención social y un estado que no responde con medidas concretas.
La escena de ancianos durmiendo en Portales no es solo un retrato de la crisis económica cubana; También es un símbolo de abandono institucional hacia los más vulnerables. Mientras tanto, el discurso oficial se centra en los logros de propaganda, desconectados de una población que sobrevive entre las deficiencias, la incertidumbre y la fatiga.