El presidente cubano designado, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, visitó la fábrica de automóviles de Moskvich en Moscú, acompañada por el alcalde de la capital rusa, Serguéi Sobianin. En el contexto de las celebraciones para el 80 aniversario de la victoria soviética en la Gran Guerra de Patria, la dictadura cubana aprovechó la oportunidad para reforzar sus vínculos con el Kremlin y garantizar nuevas concesiones en medio del colapso económico que vive la isla.
Durante el recorrido por la planta, una de las más antiguas de la industria automotriz rusa, ahora modernizada, el alcalde Sobianin anunció la donación de 10 vehículos Moskvich al régimen cubano, según el perfil digital de las tijeras.
Según la versión oficial, estos autos estarían destinados a “servicios sociales” en La Habana. Sin embargo, esta entrega es solo la primera parte de un acuerdo más amplio para el cual Cuba recibirá un total de 50 vehículos: 25 Moskvich, 3 combustión interna y 25 Moskvich 3e Electric, que se utilizarán como taxis para tratar de aliviar, al menos en la superficie, la situación crítica del transporte cubano.
Díaz-Canel, fiel a su línea discursiva, elogió la “calidad y fuerza” de los automóviles rusos, agradeciendo de manera efusiva la cooperación del gobierno de Putin. Sin embargo, omitió que muchos de los Moskvich que aún circulan a través de las calles cubanas deterioradas lo hacen gracias al ingenio del pueblo cubano, lo que los mantiene trabajando con piezas improvisadas y sin ningún apoyo del estado.
-Mientras que el régimen celebra las alianzas con sus socios autoritarios, los cubanos enfrentan diariamente los efectos de una crisis estructural que está agravada: apagones interminables, escasez de alimentos y medicina, inflación no controlada y una represión que sofoca cualquier intento de protestar.
Lejos de preocuparse por satisfacer las necesidades urgentes de la gente, la dictadura elige continuar su política de dependencia externa, ahora centrada en Rusia, uno de sus principales aliados estratégicos.
Estos tipos de gestos, como la donación de automóviles en plena crisis humanitaria, reflejan la desconexión total entre el gobierno y la realidad que vive el ciudadano común. La propaganda intenta mostrar la cooperación internacional, pero en el fondo es otra maniobra del régimen para compensar la crisis, mientras que millones de cubanos todavía están atrapados en un sistema que no les ofrece futuro.