El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, llegó el 4 de mayo en San Petersburgo, Rusia, como parte de una visita oficial que coincide con dos fechas clave: el 80 aniversario de la victoria sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial y los 65 años de la restauración de relaciones diplomáticas entre Cuba y Rusia.
Al llegar al aeropuerto internacional de Pulkovo, fue recibido por el gobernador de San Petersburgo, Alexander Beglov, y una delegación de funcionarios rusos.
Su estadía en la ciudad histórica, el presidente cubano planea participar en varios actos conmemorativos y celebrar reuniones en centros científicos relacionados con biotecnología, energía e inteligencia artificial. Fue acompañado por altos funcionarios de su gobierno, como el ministro de Asuntos Exteriores, Bruno Rodríguez, el Ministro de Comercio Exterior, Oscar Pérez-Oliva, y el Jefe de Relaciones Internacionales del Partido Comunista, Emilio Lozada.
Sin embargo, esta agenda internacional contrasta fuertemente con la realidad de que vive el pueblo cubano. En la isla, la crisis económica se profundiza: los alimentos, los medicamentos y los productos básicos de higiene son escasos.
Los apagones son prolongados y frecuentes, los salarios no son suficientes para satisfacer las necesidades mínimas, y la inflación no da tregua.
Esta situación ha generado una creciente incomodidad social, con expresiones de descontento tanto en las redes sociales como en las calles.
A esto se agrega la controversia en torno a la figura de Lis Cuesta, esposa del presidente, que ha sido visto en diferentes eventos oficiales con prendas y accesorios de marcas internacionales. Estas apariencias han despertado las duras críticas, siendo percibidas como un símbolo de privilegio e insensibilidad en medio del sufrimiento colectivo.
Muchos cubanos se preguntan cómo es posible que los representantes del país tengan lujos mientras la población enfrenta una lucha diaria para sobrevivir.
El contraste entre la representación diplomática en el extranjero y el deterioro de las condiciones de vida en el país plantea preguntas importantes sobre las prioridades del gobierno.
Mientras que el discurso oficial habla de resistencia y dignidad, los hechos muestran una desconexión preocupante entre el domo gobernante y las personas que dicen que representan.