Chile, con 18.5 millones de habitantes, tiene la tasa de envejecimiento más alta en América Latina (el 14% tiene más de 65 años) y, según las cifras publicadas el miércoles por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), según el Censo 2024, menos y menos mujeres son madres, aquellas que son menos niños y más tarde en la vida. El 56,6% de las mujeres entre 15 y 49 tienen hijos, un promedio de 1.97 por madre. Ambas cifras representan mínimos históricos y los expertos ya alertan la extinción de la bonificación demográfica: la población de la edad laboral es proporcionalmente mayor que la dependiente. En este complejo escenario demográfico, la inmigración se rompe, una población que se ha duplicado en los últimos cinco años en el país sudamericano hasta alcanzar el 8,8% (poco más de 1,600,000). En promedio, son 33.5 años, cinco menos que los nacidos en Chile. Su presencia puede ayudar a fortalecer el mercado laboral, pero el problema, sostiene a los académicos del tema, es que pertenecen a los grupos más vulnerables de la sociedad y las políticas públicas urgentes para su integración.
El director de la escuela gubernamental de la Universidad Católica, Andrea Repetto, advierte que el nuevo panorama demográfico chileno tiene implicaciones para el mercado laboral, el crecimiento económico y las finanzas públicas, ya que debe financiar pensiones e implicar un gasto de salud diferente, y posiblemente también en educación si hay menos hijos. “En los últimos 15 años, aproximadamente el 40% del crecimiento se debe a un mayor empleo y eso se ha relacionado parcialmente con una bonificación demográfica, pero está terminando. Eso es lo que estos números nos están diciendo”, dijo en las oficinas de INE durante el lanzamiento de las cifras del censo de 2024 sobre la fertilidad y la migración.
“Se necesita un conjunto de políticas diversas: no es una bonificación, una reducción de impuestos o solo la sala de cuna o solo co -respuesta”, dijo sobre la necesidad de fortalecer el mercado laboral formal para eliminar las barreras que enfrentan las mujeres cuando deciden si tienen un hijo o no.
Para David Bravo, director del Centro de Encuesta y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica y asesor de la INE, “el bono demográfico ha terminado”. Es presentado por los dos bordes, dice: El índice de envejecimiento, que saltó más de lo proyectado (por cada 100 personas o menos, hay 79 adultos mayores) y la abrupta caída de la fertilidad: el 56.6% de las mujeres entre 15 y 49 años tienen hijos, una disminución de 14.1 puntos desde 1992, registrando la mayor caída del período 2017-2024 (9 puntos). “Los datos conocidos ya incluyen migrantes, que alivian el problema, pero no está claro que lo aliviarán en el futuro al mismo ritmo”, advierte por teléfono.
Una de las preguntas era cuánto pesan los migrantes en la población chilena. En el último censo de 2017, llegaron a 746,000, y en 2024 alcanzaron 1,608,650 personas. Si se considera el total proporcional a los habitantes por región, los extranjeros se concentran en las tres regiones al norte, donde el país de origen es Bolivia, aunque prácticamente en todo el resto del territorio son venezolanos. La población del país del Caribe (669,408) superó a Perú (233,432), lo que lideró el ranking de 2017. En el tercer lugar, la figura Colombia (197.813), seguida de Bolivia (168,083) y Haití (80,781).
Gabriel Borges, representante del equipo de población del Centro de Demografía Latinoamericana y Caribe (Celade), dijo en la publicación de las cifras que en Chile, la migración ayuda a cubrir la escasez de mano de obra, principalmente en los sectores agrícolas y de atención. “Demográficamente, la población de migrantes es más joven que la de los no migrantes, por lo que tiene un impacto en el rejuvenecimiento de la población, algo importante en el contexto de envejecimiento rápido”, dijo. “Por otro lado, los migrantes representan los grupos más vulnerables de la población. Debemos pensar que las políticas públicas para la integración, la inclusión y la protección social de ellos”, agregó.
Además de reforzar un control fronterizo para que la migración se ordene, segura y legal, los expertos enfatizan su incorporación a los derechos como la educación, la salud y la vivienda.
Bravo comenta que uno de los desafíos está en los campamentos, donde, según las cifras que administra, el 70% son migrantes. También ve la necesidad de tener un registro adecuado en las entradas de la frontera ya que, a menos que alguien ingrese al país en avión, los registros son manuales. “El registro electrónico no está generalizado y eso hace que el control de las fronteras sea muy complejo, incluso aquellos que ingresan legalmente. Si las políticas a largo plazo, como las pensiones, tendrán un requisito de años en el país, debe haber una posibilidad real de tener esa documentación”, dice.