Un tocadiscos. Una leyenda. Rafael Rullán, un histórico ala-pivote del Real Madrid, murió ayer a los 73 años después de una larga enfermedad, según el propio club blanco en un comunicado.
Si James Harden es ‘la barba’ de la NBA, Rullán fue el baloncesto europeo durante los años setenta y ochenta del siglo pasado (“Puse bastante joven cubrir una cicatriz que permaneció en mi cuello y allí lo dejé”, explicó en alguna ocasión en ella). Defendió la camisa Madrid durante 18 temporadas, de 1969 a 1987, lo que significó un récord absoluto en la entidad hasta que su compatriota Sergio Llull lo superó el año pasado. En ese momento compitió con Dino Meneghin y Kresimir Cosic por el título honorario del mejor ala de Europa. Los tres combinaron una presencia física abrumadora con versatilidad y técnica espectaculares. Rullán no solo los coincidió en juego, sino también en palmares: 3 copas europeas, 4 tazas intercontinentales, 1 recopa europea, 14 leguas, ocho de ellas consecutivas, 9 vasos de España y 1 Supercopa de España. También dejó su marca con la selección. Fue internacional en 162 veces y fue parte del equipo que conquistó la medalla de plata en el Eurobasket en Barcelona (1973). También participó en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972.
Rullán llegó a Madrid desde su Palma de Mallorca Natal siendo un adolescente. Comenzó a jugar baloncesto a los 13 años por recomendación médica, debido a su crecimiento excesivo (alcanzó los 2.07 metros), y un año después señaló la ‘operación de altura’, un tipo de campus de captura de talentos que la Federación Española organizó en Segovia, donde fue seleccionado. Fue asignado para ir a la canoa, pero no lo convenció de la experiencia. A través de su padre y amigos, contactó al Real Madrid, y Pedro Ferrándiz hizo una prueba. Tenía que ser un año inactivo para la sanción federativa después de renunciar a su lugar en El Canoe, pero terminó cumpliendo su sueño de jugar en el White Club.
Desde entonces, su vida estaba vinculada al Real Madrid. Pasó por la juventud y el equipo senior hasta llegar al primer equipo con 18 años. Poco después de alcanzar su primer título, la Copa de 1970, con una actuación estelar: 14 puntos en 12 minutos.
Rullán encontró en Clifford Luyk más que un compañero: fue su mentor. Gracias a sus enseñanzas, perfeccionó su disparo de mediana distancia, su gran especialidad. Su rostro y juego trasero al aro, junto con su combatividad, eran otras características distintivas.
También tuvo la suerte de estar bajo las órdenes de los mejores técnicos: Ferrándiz, Raimundo Saporta, Antonio Díaz-Miguel … y, sobre todo, Lolo Sainz. Con él vivió sus mejores años en la cancha. Fue quien tomó su máximo potencial, pero también quien le enseñó la puerta de salida. «Con él comencé a dar todo lo que había aprendido con Ferrándiz y, más tarde, mi puesta de sol llegó hasta que dejó de jugar. Me costó asimilarlo; Estaba rabioso con Lolo porque no me sacó, pero con el tiempo me hizo ver que era algo que tenía que venir “, reconocería al jugador mismo en una entrevista con ABC en 1988.
Jugó más de 600 juegos con Madrid, pero ninguno le dejó mejor memoria que la final de la Copa de Europa de 1980, en la que los blancos lograron su séptimo título continental. En ese duelo apretado en Berlín contra Maccabi (89-85), Rullán anotó 28 puntos.
Después de terminar su escenario como jugador en Madrid, jugó una temporada más con Batobao Villalba, pero pronto regresó al club, primero como delegado del primer equipo y más tarde como responsable de las escuelas deportivas de la Fundación Real Madrid.
En el amor de su palma natal, Rullán regresó con frecuencia, especialmente para disfrutar del mar en Sóller, donde practicó vela, Motonáutica, submarineismo y natación, acompañado por su esposa, Marisol, y de sus dos hijos, Jaime y Jorge. También habló con el orgullo de su fe católica, que influyó en su forma de estar dentro y fuera de la cancha: «Me influye y, a partir de ahí, influye en mi relación con los demás; Me ayuda a tratar de ser un mejor socio ».
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