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Una vida en defensa de la educación artística -.

Una vida en defensa de la educación artística -.
Una vida en defensa de la educación artística -.

Lola Álvarez fue parte de esas primeras promociones de bellas artes, donde todo debía hacer. Académico y artístico fusionado de un Visión educativa En un mundo loco para la creación y la originalidad, ella era lo que no sabíamos ser muchas veces: sereno, completo, prudente y firme en su carrera. El profesor de didáctica de la expresión plástica, ese nombre con tintes de la sección de mujeres que hemos heredado en un área más audiovisual y digital, fue vicecisante de la Facultad de Educación y Director de uno de los departamentos más numerosos de nuestra , con actividad en Granada, Ceuta y Melilla. Su vocación internacional comenzó con su conocimiento de la Fundación Getty, en los Estados Unidos, siguiendo el rastro del sello y la Escuela Elliot W. Eisner, uno de nuestros autores de referencia. A partir de ahí, respetaba y defendió las metodologías de investigación artística y creativa, campeón de su y mentor, el profesor Ricardo Marín, a quien adoraba, en lo que era la amistad y el respeto durante décadas. Sin embargo, su visión de la enseñanza de las artes de la amplitud de los puntos de vista, a través de la especialización en tecnologías educativas y, sobre todo, en la mediación en los museos, ese campo de la educación no formal que siempre ha sido tan difícil de abordar.

Involucrada en su familia y proyecto personal, que nunca descuidó, su esposo, Fidel, sus hijas, Lola, Blanca e Isabel, representan, incluso en tiempos difíciles, esa cultura de serenidad y de hacer las cosas bien, un estilo que los estudiantes de maestría y doctorado siempre percibieron. Combinaba seriedad, en buen sentido, con compresión, junto con la visión estratégica de lo que había que hacer y el sentido del humor en las situaciones extremas a las que nuestro mundo universitario estresante y burocratizado nos lleva. A su trabajo intelectual agregó la tarea continua de apagar los incendios. Consultaron problemas complejos de cualquier universidad española.

En los últimos años, sabía cómo involucrarse y liderar el proyecto en defensa de las artes en la educación, siendo el fundador de una plataforma vengativa en las redes y, posteriormente, de la Sociedad para la Educación Artística (SEA), en la que reemplazó a Marián López Fernández Cao como presidente de la Universidad de cumplimiento. Logró una revisión de los cambios legislativos por docenas y cientos de profesionales involucrados, además de mejorar la interlocución con las instituciones, incluido el ministerio. Una lucha que, por supuesto, continuaremos. Lola Álvarez ha muerto demasiado joven, y las muestras de sorpresa y dolor se multiplican en todas las áreas en las que ha dejado su marca, que han sido muchos, con mensajes de diferentes países y con un proyecto que debe seguir, y que implica un sentido humanista y una visión transformadora de la educación artística. Su atento escucha permanecerá en nuestra memoria, su precisión analítica de cada dificultad y, sobre todo, su ejemplo en los humanos y académicos.

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