Polanski y el fin del mundo – .

No puedo evitar imaginar lo que diríamos si El Palacio lo firmó, por ejemplo, Quentin Dupieux: gran sátira, surrealismo inteligente, extrañeza loca… ¿Que Polanski la dirige? Machismo, humor gracioso y escatología cruda. Así son las cosas, me temo. Se le ha atribuido al director polaco que con este absoluto disparate quiere vengarse de sus críticos, de todos los que le odian. Puede que sea su propósito, quién sabe, pero no diría que simplemente se ríe de ellos. El Palacio Bien podría ser la obra final, muy libre, absurda e insoportable de un artista fundamentalista que está harto del mundo en el que vive. La película de alguien que ha mantenido las formas durante toda su vida creativa y explota al final como un viento fétido de un sketch de Monty Python.

No es casualidad que John Cleese caminar como un homenaje apócrifo a Este muerto esta muy vivo. Ni siquiera Mickey Rourke permitirse ese ejercicio de autoflagelación. Polanski parece querer emular a Ostlund, navega al borde del sinsentido, de la viñeta cómica incomprensible para retratar el sinsentido del mundo de finales de 1999 y el cacareado “Efecto 2000”. Finalmente, el sinsentido es global, transversal y, sobre todo, presente. La película más inesperada de los últimos tiempos.

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