Para David Foster Wallace tenis “era su iniciación a la verdadera tristeza adulta”. Esto fue declarado en Deporte derivado en el corredor de tornados, donde repasó su prometedora carrera como tenista juvenil en Ithaca, Nueva York. DFW destacó cómo el secreto de estas primeras hazañas deportivas había estado en aprovechar el impulso de los fuertes vientos de la zona, equilibrando su cuerpo con ellos en comunión milagrosa. Todo tuvo que cambiar, por supuesto, en la adolescencia. A medida que crecía, pesaba y perdía la sintonía con el viento: “Mi capacidad para acomodarme al exterior y manipularlo se vio interrumpida por el mal funcionamiento de algún despertador interno que no pude entender”. En El chiste infinito el escritor todavía intentaba comprenderlo tiempo después, transmutado en el depresivo Hal Incandenza.
