En los restaurantes se exige un comportamiento aceptable a los clientes que acuden al establecimiento, aunque el foco está siempre en el servicio y atención de los camareros.
Los consumidores no siempre cumplen los requisitos mínimos, y no nos referimos sólo a la forma en que se dirigen a los empleados o los gritos que pueden crear en la sala, con las consiguientes molestias que pueden causar al resto de comensales.
Los modales tampoco entienden de edades, sobre todo en el caso de los más pequeños, que todavía están en edad de experimentar con todo lo que pillan. Sin embargo, se espera que los padres o adultos acompañantes vigilen su comportamiento.
Marc Mestres
Esto no ocurrió en un restaurante que acabó con los asientos desfigurados a punta de bolígrafos, según el relato Soy Camarero, que denuncia situaciones indignas de compañeros del mundo de la hostelería.
Los pequeños dibujaron caritas con todo tipo de detalles. Sin embargo, a los dueños del restaurante no les gustó tanto el trabajo. “Cuando los padres van a un restaurante y pasan junto a sus hijos”, resume Soy Camarero.
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Críticas generalizadas a los padres.
La mayoría de usuarios señalan a los padres como los principales responsables de los daños. “A aquellos padres que tienen hijos para el resto del mundo y no para ellos, les cobraría un extra por destruir muebles”, dice uno. “Los padres son artistas”, resumen muchos. “Y encima te dan una mala crítica por llamarles la atención”, anticipa otro.
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