Sangre Real y una muestra del más puro abolengo del rock en C Complejo Art Media

Sangre Real y una muestra del más puro abolengo del rock en C Complejo Art Media
Sangre Real y una muestra del más puro abolengo del rock en C Complejo Art Media

“¿Qué pasó, Buenos Aires? “¿Estás listo para el rock and roll?” él dijo. Mike Kerr, cantante y bajista de Royal Bloodpoco después de subir al escenario Complejo de medios de arte C. Aunque suele ser una constante en los recitales de esos viejos rockeros que nunca mueren -apelando al título del famoso disco del veterano español Miguel Ríos-, hace tiempo que la pregunta resuena en un país que siempre ha presumido con orgullo. de su cultura rockera como la argentina. Lo cierto es que, ya sea por omisión, por anacronismo, por inhibición ante la dictadura de la música urbana, por miedo a la cancelación o por el riesgo de “pomelización”, se dejó de escuchar. Sin embargo, lo más sorprendente no fue que una de las bandas sensacionales de la escena musical británica no revelar abiertamente su ascendencia, pero que una audiencia en su mayoría más joven que el dúo asistió con vehemencia a la propuesta.

La banda Worthing regresó el jueves pasado a Buenos Aires en el mejor momento de su carreraa partir del lanzamiento de su álbum más reciente. De regreso al agua de abajo, estrenado en septiembre de 2023, es un trabajo en el que el tándem intentó deshacerse al máximo de toda esa pesada mochila tecnológica para acercarse al rock más minimalista. Todo un manifiesto sobre la sobriedad musical, que en cierta medida guarda un símil con el anuncio que Kerr hizo en 2019 sobre su desintoxicación del alcohol. Aunque dos años después apareció el disco. tifones, los resultados de esta depuración comenzaron a notarse en su cuarto trabajo de estudio. “Mountains at Midnight” fue el primer adelanto de ese repertorio, y en su impronta se pueden corroborar las sugerencias que le legaron previamente el influyente productor Rick Rubin y el ingenioso músico Jack White (antes The White Stripes).

La canción de apertura del álbum que trajo a Royal Blood de regreso a esta parte del mundo es una especie de híbrido entre la virulencia del rock de The White Stripes y la pasteurización del blues de The Black Keys. Oh, casualidad: ambos proyectos musicales que redimen, más con desprecio que con sacralización, los pecados del rock en forma de dúo. Pero frente a la dialéctica entre guitarra y batería que distingue a ambos laboratorios de sonido norteamericanos (un formato tan paleolítico como vanguardista), lo que los británicos transformaron en su identikit performativo fue el diálogo entre batería y bajo. Aunque esas cuatro cuerdas no suenan convencionalmente: cuando el tema lo amerita, el instrumento se despliega en las múltiples dimensiones de la guitarra.

Resulta que Mike Kerr patentó un proceso creativo que implica efectos de distorsión y variación de tono mientras tocaba con una serie de amplificadores de guitarra y bajo. Y luego los mezcla para generar esa guitarra cruda. También cabe destacar que el cuerpo de su bajo está fabricado en madera de aliso, mientras que su mástil es de arce y su diapasón es de palosanto. Todo esto se activa y funciona en tiempo real. Aunque parezca un proceso complejo, lo hace sencillo. Demasiado. Apoyado por su compañero de fórmula, baterista Ben Thatcher, quien recorre el escenario de un extremo a otro para darle protagonismo al frontman de vez en cuando. Esto es lo que pasó al cierre de “Fuera del negro”donde el chico de las baquetas se paró al borde del escenario, solo para que su media naranja desenvolviera la introducción del mencionado “Montañas a medianoche”.

El recital había comenzado tres canciones antes con “Calderero”de tifonesen el que se había unido teclista Darren James. Luego siguieron adelante con uno de sus trabajos debut homónimo (publicado en 2014), “Fuera del negro”a las que siguieron canciones del último álbum, “Montañas a medianoche” y “El brillo en la oscuridad”. En el medio, uno de su segundo disco, ¿Cómo llegamos a ser tan oscuros? (2014): “Apagar las luces”. No habían pasado ni 20 minutos (de los 90 que duró su show), y ya habían paseado por sus cuatro discos, generado pogos, delirios sudorosos y desenredado el primer “olé, olé” de la noche. La pasión del aficionado argentino es mundialmente conocida, pero el tándem también quiso jugar con fuego echando leña a ese fervor.

Luego de bajar un cambio en “Lights Out”, se pusieron groovyes en “Shiner in the Dark”, repitiendo allí esa dinámica que cruza The White Stripes con The Black Keys. Royal Blood forma parte de una generación de músicos británicos que popularizaron el formato dúo en aquellas islas europeas. Además de ellos, este año ya pasó por la capital argentina el nuevo referente de esta forma de entender la música, Big Special (consolidada como una nueva promesa de la música popular contemporánea en ese país), y esta semana se realizó el primer aterrizaje porteño de uno de los mejores grupos que existen actualmente en el mundo: Sleaford Mods (31 de octubre en Niceto Club). Mientras estas bandas basan su propuesta en la palabra hablada de carácter político, el proyecto de Kerr y Thatcher apunta a la canción. Uno, dicho sea de paso, con una fuerte influencia estadounidense.

Como ocurrió con bandas como Bush o Muse, el dúo creado en 2011 parece tan insular como incomparable en el rock británico. Si bien han sido llamados “los salvadores del rock”, nada más salir su primer disco, la voz del cantante es reconocida más ligada al pop que propiamente a la inagotable tradición rockera que se desarrolló en su país. Eso, sumado al apoyo de otros recursos musicales, especialmente en el estudio, llevó a una estética personal. Tan plural que atraviesa distintos grupos de pertenencia y rangos de edad, que, antes de bajarse en la estación de metro Dorrego, lucieron orgullosos chaquetas y camisetas alegóricas a la banda. Por eso un tema como “Avalanchas de supermodelos”donde el rock pasó por un filtro posiblemente será un referente a tener en cuenta a la hora de pensar en la nueva forma de entender el género.

Al mismo tiempo pueden encontrar conexiones con Queens of the Stone Age, en el electrorock. “Tifones” El público tenía la opción de bailarlo de la misma forma que lo bailaba moviendo las caderas. Y hagan lo que hagan, el ritmo nunca los abandona. “¿Se siente bien? “Es increíble estar aquí”, preguntó y afirmó el carismático Mike Kerr, antes de desenvainar “Ayúdame a superarlo”. En cualquier caso, volvieron a desatar su furia con “Gancho, hilo y plomo”mientras en “Pequeño monstruo” Emergió su faceta más sofisticada e incluso sincopada. El cual también incluyó un solo de batería, más funcional para la interpretación que para el sonido. El final llegó con prisas “¿Cómo llegamos a ser tan oscuros?”escoltado por “Cambio”. Luego de despedirse, el dúo regresó al lugar con “Limbo”evocando al Daft Punk más rockero, para cerrar con “Descúbrelo”un funk ácido que selló un amor inoxidable con sangre noble.

 
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