Ana Luisa Ramírez- .

Ana Luisa Ramírez- .
Ana Luisa Ramírez- .

Jenry Serna Córdoba y Ana Luisa Ramírez Flórez grabando “Nuestra orilla”.

Foto: Archivo Privado

El agua corre entre las piedras mientras una voz clara como la de ese río nos da la bienvenida. Se trata de Ana Luisa Ramírez Flórez, la conductora de “Nuestra orilla”, una aventura sonora creada por un grupo de líderes comunitarios y narradores profesionales cuyo amor por el Chocó los unió.

En ocho episodios de menos de 20 minutos, la serie explora “las historias de un territorio del que se habla mucho, pero al que se escucha muy poco”. Cada capítulo es una inmersión en la vida local del Bajo Atrato reconstruida en capas de efectos de sonido y conversaciones íntimas. El murmullo de la lluvia, el bullicio del muelle, el balbuceo de un bebé, el bofetón de una panga, los gritos de los niños en la escuela se mezclan con testimonios íntimos de habitantes de diferentes comunidades recordando cómo era vivir antes en la región. . de la guerra, sobreviviendo a sus múltiples violencias y renaciendo después.

Ganadoras de una beca que buscaba apoyar proyectos creativos, Ana Luisa junto a Jenry Serna Córdoba descubrieron en el camino que tenían un objetivo común: resistir el silencio que el conflicto armado impone a las víctimas para contar las historias locales ignoradas por la información. agenda.

Estaban en la tarea de unir fuerzas cuando conocieron a dos aliados claves: Daniel Ruiz-Serna, antropólogo con años de experiencia acompañando a las comunidades del Chocó en el registro de su patrimonio oral utilizando nuevas tecnologías, y Catalina Muñoz Rojas, historiadora y profesora de la Universidad de los Andes dedicada a sacar la historia de las aulas para convertirla en un bien público y de educación popular. Juntos terminaron de darle forma.

En entrevista exclusiva para El espectadorAna Luisa, Jenry, Daniel y Catalina nos hablan de la resiliencia del pueblo chocoano, la importancia de romper estereotipos y el valor de las palabras para imaginar caminos de reparación.

¿Cómo surgió esta idea?

Ana Luisa: ambas somos víctimas del conflicto armado en el Chocó y tenemos niños que son pequeños y que por toda la situación que se ha vivido no estaban al tanto de la historia. A las personas que nacieron después de 1997, algunas cosas que nosotros, los que nacimos y crecimos en una comunidad, experimentamos les parecen extrañas. Lo que dijimos fue: “Bueno, tenemos que mostrarles a estos muchachos lo que pasó en el desplazamiento de 1997, queremos contarles”.

Jenry: nació de un proceso de liderazgo que hemos tenido desde muy niños. En medio de las dificultades tuvimos la capacidad de tomar un camino que no fuera el de la guerra. Hoy nos reconocemos como sobrevivientes de todo lo sucedido: la toma paramilitar en el municipio de Ríosucio en 1996 y la Operación Génesis, que nos llevó a abandonar el territorio. Ana tuvo que ir a Pavarandó y yo a Quibdó. Éramos sólo unos niños, de entre 12 y 13 años. A partir de ahí comencé a involucrarme en los procesos organizativos de las comunidades negras, y una de las cosas que me gustaba hacer era documentar todos esos espacios, me gustaba registrar lo que pasaba en las reuniones o tomar fotos, porque me interesaba tener esas Los recuerdos permanecen. Ana también. Ha sido coautora de libros y participado en diferentes documentales. Todo esto dio origen a la beca Viva Voz, que buscaba líderes comunitarios que quisieran contar historias de sus territorios resilientes. Allí nos dimos cuenta de que teníamos un gran potencial.

¿Por qué contar historias? ¿Qué poder encontraron en la palabra?

Jenry: Primero nos planteamos contar historias que no nos revictimizaran y convertir lo sucedido en posibilidades que sirvieran para formar nuevas generaciones dentro del territorio. Nuestros mayores están muriendo y logramos plasmar parte de esa historia, tener un archivo. A partir de 1997 fueron muchas, miles de entrevistas realizadas por periodistas e investigadores venidos del extranjero, pero ¿dónde están? Por eso uno de los planteamientos fue que este (podcast) tiene que servir para preservar la memoria, para que Riosucio y el departamento del Chocó sean vistos desde una perspectiva que sea real. Ese es el poder. Cuando alguien era entrevistado en las comunidades lo único que iban a preguntar era sobre el conflicto armado. Pero diseñamos otra estrategia: primero escuchar. Nos convertimos en oyentes.

Ana Luisa: con este podcast rompemos un paradigma de contar las cosas al revés, es decir, partiendo de lo positivo: quiénes hemos sido personas resilientes, por qué hemos sido resilientes, por qué hemos pasado de víctimas a supervivientes, qué hace que las personas estén dentro del territorio, por qué la gente vive allí, por qué no se han ido. El tema de la comunicación en nuestro territorio era muy difícil en todos los sentidos, incluso entre una persona y otra, se volvía peligroso, era como una amenaza. Muchas personas murieron por mala comunicación o mala interpretación de los mensajes que recibieron. Con este trabajo rompimos un paradigma, y ​​ha sido muy importante. Por ejemplo, nos llama la emisora ​​y mucha gente dice: “yo también quiero hablar”. Es algo muy importante. Antes nadie hablaba por miedo. Como decía el compañero Jenry, nos convertimos en personas que escuchaban a los demás y eso se convirtió en un proceso psicosocial.

¿En qué momento el podcast adquiere la estructura que tiene?

Daniel: el proceso de cocreación también es un proceso de diseño. Teníamos muy claro que necesitábamos contar una historia con un protagonista. La excepcionalidad de la historia de Anita es que es también una historia social más amplia, en la que muchos han participado. Es la voz de Anita, pero también es la voz de su madre, de su abuela y de muchas otras Anitas que han tenido que pasar por situaciones similares. Hicimos un trabajo de preproducción, una larga entrevista durante varias semanas en la que intentábamos encontrar un arco narrativo que nos permitiera tocar los temas que nos parecían más importantes. Pero las vidas de las personas no se agotan en los conflictos armados, por lo que la guerra no debe ser el punto de partida ni el eje central. La guerra es sólo un capítulo de una historia más larga de violencia estructural, racial, de género y ambiental. El desplazamiento y el conflicto armado son sólo una versión de la violencia que ha atravesado la región.

¿Cuál fue la clave para crear algo tan sensorial que permita casi oler y tocar lo que cuentan?

Daniel: Anita (risas). Que las personas se sintieran seguras para contar las cosas que dijeron, y hacerlo en ese tono, se debe a que estaban siendo entrevistadas por pares, por personas de su comunidad, Anita y Jenry. Ni el mejor periodista ni el etnógrafo más experimentado pudieron (alcanzar) esa textura. Son voces de la comunidad que le hablan a la comunidad.

¿Cómo llega un historiador, académico, dedicado a la docencia, a vincularse a este proyecto comunitario?

Catalina: Me formé en los años 90 y me enseñaron a aplicar la perspectiva histórica no al presente, sino al pasado. Y mucho menos para pensar en el mañana; Dejamos el futurismo a otras personas. Pero siempre tuve esa preocupación por la relevancia de la historia para nuestro presente. Cuando llegó el plebiscito en 2016, historiadores y estudiantes de la Universidad de los Andes, junto con las profesoras Ana María Otero y Constanza Castro, iniciamos un grupo que llamamos “Historias para lo que viene”, con la intención de enriquecer el debate público. Construir la paz implica el enorme desafío de enfrentar problemas con profundas raíces históricas. Me empezó a interesar cómo a partir de las historias que nos contamos sobre algunos habitantes de nuestro territorio, sobre ciertas experiencias como las de comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas, comenzamos a etiquetarlos como premodernos, como fuera de la realidad. de historia. Estaba en esa búsqueda cuando, a través de la profesora Catherine LeGrand, conocí a Daniel, y a través de él conocí a Jenry y Anita. Encontré que nos unía esa intención de querer narrar Colombia de otra manera, de ir más allá del conflicto armado, de romper en nuestras narrativas con esa jerarquización de experiencias, como si unos miraran más que otros, esa compartimentación del pasado, del presente. y el futuro, y señalar cómo el pasado sigue vivo hoy.

¿Cuál fue entonces tu trabajo en el podcast?

Catalina: Me pongo el sombrero de historiadora oral, porque uno de los desafíos de estos relatos es que el archivo se queda corto: es en la oralidad donde reside la riqueza. Pero también era mi tarea darle profundidad histórica a la investigación. En un semillero de la universidad con los estudiantes comenzamos a hacer investigaciones históricas. Por ejemplo, Jenry y Anita nos dijeron “queremos contar una historia que escape de los prejuicios que existen sobre el Chocó”, entonces empezamos a buscar prejuicios sobre el Chocó en las noticias y en el archivo, a buscar viajeros por el Chocó, de los cronistas del siglo XVI, para mostrar cómo estas ideas vienen desde muy atrás y se han ido reproduciendo a lo largo del tiempo. La búsqueda de audios históricos fue difícil porque no hay mucho material, pero pudimos encontrar algunas grabaciones de música del Pacífico. Finalmente tuve que aprender el rol de productor general: coordinar el equipo, solicitar financiación, gestionar recursos y tomar decisiones difíciles en el camino.

Daniel: en algún momento llamamos a Catalina, “la guardiana de la historia” (risas).

Catalina: pero además del podcast hicimos un sitio web. Hay muchos materiales allí, como mapas, fotografías, paisajes sonoros, documentos de archivo y bibliografía para que nuestros oyentes profundicen. También hay unas guías pedagógicas que construimos junto con dos docentes, Helga Moreno en Yondó, en el Magdalena Medio, y Fernando Gálvez, en Guacarí, en el Valle del Cauca. Con ellos, mientras cerrabamos episodios, escuchábamos y pensábamos cómo hacer del podcast una herramienta para enseñar historia de una manera diferente.

¿Cómo ha sido la recepción del podcast entre los jóvenes de las comunidades?

Ana Luisa: Siento que ha tenido buena acogida, empezando por los profesores del colegio. La guía pedagógica fue entregada en forma física. Se imprimieron unos cuadernillos, fuimos a las escuelas, pero antes se hizo un ejercicio con los profesores donde se encontró la metodología. La otra cosa es con los chicos. Dicen: “Mira, ¿cuándo pasó esto?”, aterrados con todo lo que se dice, algunos quieren saber más y empiezan con preocupación, “Le voy a preguntar a mi madre entonces”, “Le voy a preguntar a Entonces”. -y entonces.” El ejercicio con los jóvenes, sobre todo con los niños, ha sido muy chulo, quieren saber los niños. También se realizó un ejercicio con las emisoras de varios municipios del departamento del Chocó para transmitir el podcast. Han venido de varias universidades haciéndonos preguntas, algunos profesores nos han llamado y nos han dicho: “Quiero que mis jóvenes hablen con ustedes”.

Jenry: Para nosotros, las expectativas han sido muy altas y creo que estamos logrando un impacto. Con el deseo que tenemos de realizar procesos dentro del territorio, es necesario ahora que hagamos encuentros de intercambio de conocimientos. Siempre lo he dicho, para mí la mejor narradora que he escuchado en los podcasts es Ana. Porque tuve que grabar esas narraciones y había cosas, recuerdos en ella que no pudimos registrar. Ella le dijo, ‘tranquilo, si ella no puede hacerlo hoy, lo haremos mañana, si quiere llorar’. Fueron momentos tensos, pero lo logramos. Y luego escuche esta magnífica producción. Por eso digo, Ana es una narradora valiente. Queremos que aparezcan más narradores dentro del territorio y que sean jóvenes, porque es una manera de conocer la historia. Ésa es una de las visiones que tenemos.

* Lina Britto es periodista e historiadora, profesora asociada del Departamento de Historia de la Universidad Northwestern, Estados Unidos.

 
For Latest Updates Follow us on Google News
 

PREV El gobernador de Santander anunció que cambiarán el nombre del estadio Alfonso López
NEXT Crecieron las compras virtuales, pero cayeron en las tiendas físicas