Los clubes de informática Joven de Matanzas ni siquiera tienen internet. – .

Los clubes de informática Joven de Matanzas ni siquiera tienen internet. – .
Los clubes de informática Joven de Matanzas ni siquiera tienen internet. – .

Matanzas/En la ciudad de Matanzas existen tres Clubes Jóvenes de Informática y Electrónica que, si bien parecen pocos para una población tan numerosa, en realidad sobran por su falta de clientes. Los establecimientos, a los que acudían los jóvenes para jugar online o acceder a ordenadores que no tenían en casa, se han convertido en espacios vacíos que dependen de que alguien los alquile para sobrevivir.

El primer Club Juvenil de la Isla fue inaugurado en 1987 por Fidel Castro, cuando aún fluía dinero de la Unión Soviética. Desde entonces, y con las sucesivas crisis del país, lo que comenzó como un proyecto de informatización terminó siendo una sala para acceder a juegos como Dota, Age of Empires o Call of Duty –por mencionar los más populares–. Luego se convirtió en un punto de venta de tarjetas de recarga telefónica y ahora sus trabajadores se limitan a actualizar el antivirus de unos pocos clientes.

“El otro día llegué al Joven Club III, que está en la vía El Naranjal. El único técnico que estaba hablando con dos personas. Le pedí que me mostrara el padrón de clientes que, a fin de mes, no acumulaba ni cincuenta visitas”, dice a este diario Alejandro, especialista de la Dirección Provincial del Joven Club y encargado de inspeccionarlos periódicamente.

La obsolescencia tecnológica de estos establecimientos ha ahuyentado a sus clientes
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Otro problema del Joven Club es que, además de la falta de clientes, nadie quiere trabajar en ellos. Los técnicos casi siempre son hombres jóvenes que utilizan el puesto como trampolín hacia otros trabajos mejor remunerados. “Es cierto que no tienen buenas oportunidades para desarrollarse profesionalmente. Luego, por supuesto, van a alguna parte. MIPYME o un puesto estatal mejor remunerado”, afirma el matancero de 36 años.

Siendo joven y egresado de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), Alejandro dice entender a sus compañeros cuando salen del plantel. “Si tienes un mínimo de interés en lo que haces, estar en un lugar que todavía utiliza computadoras y una impresora de cintas con una década de antigüedad mata tu deseo”, reflexiona.

Alejandro explica que la tecnología ha avanzado rápidamente, “lo que no ha evolucionado es la concepción institucional de lo que deben ser estos lugares. La mayoría de las personas tienen al menos un teléfono celular moderno desde el cual pueden hacer casi todo, incluido acceder a la inteligencia artificial. Aquí, sin embargo, ni siquiera permiten internet. Los llamados juegos en línea que ofrecemos deben jugarse aquí, con la red informática interna, cuando en todo el mundo los jóvenes pueden incluso utilizar sus teléfonos para ello”, añade.

Además, continúa el inspector, “no hay repuestos ni presupuesto para los ordenadores, muchos de nuestros equipos están rotos o obsoletos, no hay dinero ni para darle una mano de pintura a la fachada. En estas condiciones se vuelve muy difícil sostener el funcionamiento de las instalaciones en la provincia. Algunos incluso han tenido que cambiar su objeto social o permanecer cerrados a la espera de una solución, que podría ser el cierre definitivo”.

Este es el caso de Joven Club II, que ha tenido que alquilar un área del local a un negocio privado que se dedica a la reparación de celulares y otros dispositivos electrónicos. Muchas de las funciones que realizan (instalar antivirus, descargar programas o instalar aplicaciones) sitúan a Neon como un competidor directo del centro estatal, pero, a diferencia del taller, no tienen clientes.


El Joven Club II alquiló un área del local a un negocio privado que se dedica a la reparación de celulares
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“Es curioso, por no decir preocupante, que sus ordenadores sean más avanzados que los nuestros. La gente viene preguntando directamente por el taller y no me extrañaría que en un futuro se expandiera a toda la tienda”, comenta Alejandro. “Es triste decirlo, pero el informático que está en la puerta pasa más tiempo explicando cómo llegar al taller de telefonía móvil que haciendo su trabajo real. Si alguien viene específicamente al Joven Club, la respuesta casi siempre es una de estas tres: No tenemos. Esta roto. Ese servicio aquí no se presta”, afirma el matancero.

El Joven Club I, cerca del parque René Fraga, es el único al que acuden esporádicamente algunas personas mayores. “Se trata de personas que, al no conocer bien algunos aspectos técnicos, buscan asesoramiento para actualizar programas, instalar aplicaciones en sus teléfonos u obtener alguna información específica”, dice Alejandro.

Vista desde fuera, la red del Joven Club de la Isla no parece encontrarse en un estado tan precario. Si accedes a su web verás innumerables servicios y proyectos comunitarios para estudiantes, personas mayores y personas con discapacidad que, en teoría, se desarrollan con éxito. En la práctica, sin embargo, “simplemente están ocupando espacio”.

 
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