El tren del progreso averiado – .

El tren del progreso averiado – .
El tren del progreso averiado – .

El sábado pasado decidimos pasar el fin de semana largo en Santa Marta. Todo iba bien hasta llegar al pueblo de Pueblo Viejo. Como es habitual, los vecinos habían salido a la carretera porque llevaban mucho tiempo sin electricidad ni agua.

Con el conductor vimos la posibilidad de ingresar por una variante ingresando al pueblo. Me dio curiosidad porque hace unos treinta años, junto con el director nacional de Bienestar Familiar, Jaime Benítez, montamos las primeras Casas de Bienestar Comunitario. Una vez entramos al municipio, los vecinos que cruzaban cuerdas en la calle empezaron a cobrarnos una gran cantidad de peajes hasta llegar a un lugar donde una treintena de personas nos bloquearon el paso con piedras. El problema se solucionó gracias a un mediador, donde cada auto aportó diez mil pesos.

En esa media hora de tensión comencé a reflexionar, y cuesta creer que regresar a un lugar treinta años después y nada haya cambiado: las viviendas precarias, las calles llenas de barro y agua estancada, en esos momentos sin agua ni luz y gente de aspecto desaliñado. Una pobreza que da ganas de llorar, el único cambio es que ahora hay más casas precarias, algunos migrantes venezolanos, y en los rostros de jóvenes y adultos se ve tristeza y algo de enojo.

¿Dónde están los recursos que los distintos gobiernos han destinado para reducir la pobreza en los últimos treinta años? ¿Por qué Tasajera, Pueblo Viejo y Ciénaga siguen igual o peor? Si ese dinero se hubiera entregado mediante transferencia directa a las personas, seguramente estarían en mejor situación.

Paradójicamente, estoy leyendo el libro. Poder y progreso, de los autores Acemoglu y Johnson, donde hacen referencia a lo que llaman el tren del progreso, para describir los beneficios compartidos que genera la simple idea de productividad. Al aumentar la productividad se generan más empleos, mejores salarios y mayor bienestar.

Este tren del progreso en Colombia está roto. Hay un abismo que separa a millones de colombianos que viven en la pobreza. Si bien el mundo del progreso cuenta con herramientas increíbles como la resonancia magnética, Internet, vacunas, robots industriales, submarinos nucleares y controla enfermedades mortales, como la tuberculosis y la neumonía, la gran preocupación de los habitantes de Tasajera y Pueblo probablemente sea vieja si vamos a poder comer hoy.

Hace un tiempo leí un ensayo en el que señalaban que los colombianos eran huérfanos, carecían de un Estado protector, carecían de voluntad política para ayudar a sus habitantes a salir de la pobreza. Basta mirar las preocupaciones de la clase política estos días, mientras muchos habitantes sufren desabastecimiento y violencia, la agenda política se ha centrado en la posibilidad de una asamblea constituyente o si el presidente Petro busca la reelección. Definitivamente, el tren del progreso del país sigue roto.

 
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