Teniente Rey bajo el sol – Juventud Rebelde – .

Teniente Rey bajo el sol – Juventud Rebelde – .
Teniente Rey bajo el sol – Juventud Rebelde – .

Cuando La Habana tenía cuatro calles, una de ellas era Teniente Rey. Entonces se llamó Calle Basura. Tendría otros nombres con el tiempo. Así, se llamó del Barranco, y de Santa Teresa (por el convento de las Carmelitas de la esquina con Compostela), y además, en su primer tramo de Oficios a Mercaderes, llevó el nombre de San Salvador de Orta, en homenaje al beato catalán así llamado, murió en 1567 y canonizado en 1938.

En ese año, más o menos, se le dio el nombre de República de Brasil, que se lee en las tarjetas que identifican la calle, pero sólo válido en documentos oficiales, porque el nombre que prevalece es el que recuerda a Félix del Rey. y Boza, lugarteniente del Gobernador y auditor de guerra, que hacia 1781 vivía en la esquina de la calle Habana.

Aunque muchos suponen lo contrario, esta calle recta, estrecha y sombreada, que recorre de este a oeste la parte más céntrica de La Habana Vieja, no comienza en el Paseo del Prado, frente al Capitolio, sino que allí termina. Comienza en la calle Oficios, frente a los muros del Convento de San Francisco, y discurre por Mercaderes, San Ignacio, Cuba, Aguiar, Habana, Compostela, Aguacate, Villegas, Cristo, Bernaza, Egido y Zulueta.

Su último tramo es más ancho que el resto del camino, seguramente buscando dar una mejor perspectiva del Capitolio, y durante un tiempo fue la intención –apoyada incluso por el historiador Emilio Roig– continuar con el mismo ancho a lo largo del camino. a lo largo de toda la calle, lo que habría convertido a Teniente Rey en una gran avenida que habría mejorado mucho el tránsito vehicular en La Habana Vieja, infernal en los años cincuenta.

Populoso y abigarrado

De aquellos años recuerda el escritor el edificio del Gran Hotel, entre Egido y Zulueta, con su anuncio luminoso de “150 habitaciones con baño” y una hilera de buenos sillones de madera en su portal, de los que el niño nunca pudo precisar si eran para el comodidad del huésped o para que descanse el caminante cansado.

En ese espacio se construyó un nuevo hotel de 163 habitaciones. Tomó su nombre de las antiguas instalaciones y le añadió un apellido: Bristol, para recordar sin duda al desaparecido hotel Amistad y San Rafael.

En este punto el caminante se dispone a adentrarse en la parte más poblada y abigarrada del camino. En la esquina con Bernaza, la acera de la izquierda al caminar en busca del mar, se alza lo que fue hasta mediados del siglo XVII el Palacio Episcopal, hoy casa de vecindad, y en la acera de enfrente, sin cruzar a Bernaza, aparece el tan -llamada Casa de la Parra, que hasta hace unos años albergó un restaurante que quería recuperar la tradición del mesón habanero, con comida criolla, abundante y barata. Es una casa pequeña y austera, con estancias que se distribuyen en torno a un patio central. Fue construido en la primera mitad del siglo XVII.

Enfrente se encuentra la Plaza del Cristo, que lleva el nombre de la parroquia del Santo Cristo del Buen Viaje, que data de la primera mitad del siglo XVII. En 1789 estuvo a punto de ser derribado para construir en su lugar la Catedral, y se salvó milagrosamente del pico de demolición porque, aunque el proyecto “completo en planos y perfiles” fue enviado a Madrid, el proyecto nunca llegó a la Isla. . Aprobación real. Allí se conserva, traída por monseñor Spirale, de los padres agustinos, una reliquia de Santa Rita de Casia, abogada de lo imposible, para quien se elaboró ​​un relicario de plata, oro y piedras preciosas, elaborado con las joyas personales regaladas por el devotos. .

Esta Plaza del Cristo, una de las pocas de La Habana Vieja que tiene árboles, ha sido conocida por varios nombres. Se llamó Plaza Nueva, a diferencia de lo que entonces era Plaza Vieja. Y, por orden del gobernador Miguel Tacón, pasó a ser conocido como Mercado del Cristo por el conjunto de cajas de mampostería que allí había construido. También era el Mercado de Lavanderas, porque todos los días viejas negras dedicadas a ese oficio, después de asistir a la misa de las 7:00 am en la Iglesia de Cristo, esperaban que el sirviente de alguna casa rica o adinerada llegara a buscarlas. de una buena lavandera. Eran tiempos en que la ropa sucia se lavaba en casa y se colgaba en el techo.

También allí, el Atenas Club, sociedad recreativa cultural exclusiva para mulatos, erigió en 1947 un monumento a Plácido, el infortunado poeta fusilado en los días de la llamada Conspiración de la Escalera.

La cámara oscura

La llamada Casa Conill, perteneciente a una de las familias cubanas más adineradas, en Teniente Rey esquina a Cristo, fue durante años sede del juzgado municipal de La Habana Vieja y hoy, abandonada a su suerte, aguarda un nuevo destino que ojalá no llegará demasiado tarde.

Otra casa digna de admirar, con sus balcones de madera tallada, es la del Teniente Rey y Aguiar, verdadero prototipo de las residencias habaneras del período formativo y la más representativa del arte mudéjar en la ciudad.

En el número 9 de esta calle hay un acuario con más de 90 especies de animales y plantas de agua dulce, y, en el primer tramo de la carretera, una casa de perfumes que, hace tiempo, vio tiempos mejores. El bar Bigote de Gato rinde homenaje a un personaje popular conocido con ese apodo que tuvo un establecimiento de ese tipo en La Habana prerrevolucionaria, e inspiró al gran cantante puertorriqueño Daniel Santos que “Bigote Gato es un gran tipo que vive allí en el Luyanó…”

El albergue Los Frailes (22 habitaciones, tres estrellas) de Teniente Rey 8 es, en sí mismo, uno de los establecimientos más bellos del Centro Histórico, ya que imita una abadía de la Edad Media y la fuente de su patio interior alivia el estrés. a diario.

La iglesia de Santa Teresa de Jesús, en la esquina con Compostela, convento de las Carmelitas hasta 1828, es, desde 1932, Santuario de María Auxiliadora. El edificio de la droguería Sarrá es el Museo de la Farmacia de La Habana. Conserva el mobiliario de la antigua botica con su exposición de atractivos tarros de porcelana y reserva espacio para la venta de especias y plantas medicinales.

José de la Luz y Caballero tuvo su escuela El Salvador en Teniente Rey, entre Compostela y La Habana, hasta 1853. Treinta años después, en el mismo edificio funcionaban los periódicos El Triunfo y El País, órganos del autonomismo cubano. En una habitación de ese edificio vivió el poeta Julián del Casal.

En el último piso del edificio Teniente Rey y Mercaderes, antiguo Ministerio de Comercio, la Cámara Oscura, a base de un efecto óptico, refleja sobre una pantalla cóncava blanca las escenas que están sucediendo en ese mismo momento en el exterior de la torre. . Sólo existen otros cinco de este tipo en el mundo. Dos en Inglaterra, dos en España y uno en Portugal.

En Teniente Rey 15, la Escuela Jovellanos, de la Oficina del Historiador, capacita a sus discípulos en distintos oficios de la construcción. No hay ninguna placa en su fachada que nos recuerde que aquí se encontraba la Casa Úcar, García y Cía, donde se imprimieron algunos de los libros de los más importantes autores cubanos: Lezama Lima, Eliseo Diego, Fina García Marruz, Cintio Vitier…

En la esquina de Cuba tiene su taller el escultor José Villa Soberón, premio nacional de Artes Plásticas.

Epitafio de un espía

Heinz August Kunning inicialmente pensó en instalarse en un hotel, pero terminó alojándose en una habitación de la casa de huéspedes ubicada en el segundo piso del edificio marcado con el número 366 en la calle Teniente Rey entre Villegas y Aguacate. Desde aquí debía informar a la inteligencia de su país de la entrada y salida de buques mercantes y de guerra; También informaría sobre la situación económica y política de la Isla y comunicaría las direcciones particulares de las principales figuras del Gobierno. Para su trabajo utilizó un potente aparato de radio que le permitía recibir y transmitir mensajes, una antena de doble línea y dos manipuladores de telégrafo. También tenía tinta simpática invisible.

Las informaciones proporcionadas por Kunning (o Lunin) desde La Habana provocaron el hundimiento de varios de nuestros barcos, con la consiguiente muerte de decenas de marineros y la destrucción casi total de la flota mercante. La contrainteligencia cubana hizo de las suyas: lo detectó y lo detuvo en su habitación de la calle Teniente Rey. El espía reconoció su culpabilidad y el Tribunal de Emergencia de La Habana lo condenó a muerte. Fue fusilado en los fosos del Castillo del Príncipe el 19 de septiembre de 1942.

 
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