Problemas de liquidez asfixian a ONG en Colombia – .

Problemas de liquidez asfixian a ONG en Colombia – .
Problemas de liquidez asfixian a ONG en Colombia – .

El viejo mundo del financiamiento de las organizaciones sociales se está desvaneciendo. Y en su lugar nace un escenario lleno de retos para las ONG encargadas de abordar cuestiones medioambientales, la implementación de los Acuerdos de Paz o las necesidades de los colectivos más necesitados. Lo que ha cambiado muy poco, por ahora, es la abrumadora y tormentosa carrera por acceder a fondos que benefician sólo a una ínfima minoría de fundaciones. Con dos problemas añadidos: una parte importante de las grandes fuentes internacionales ha priorizado la ayuda a Gaza y Ucrania, y la incertidumbre sobre el futuro económico ha impuesto límites a la solidaridad del mundo empresarial.

Los montos globales de cooperación internacional para proyectos sociales en Colombia han ido disminuyendo desde la pandemia. Se sabe que en 2023 se canalizaron unos 441 millones de dólares, cifra que contrasta con los 1.032 millones anuales recibidos en promedio entre 2018 y 2021 (de 2015 a 2017 el promedio fue de 610 millones), según datos de la Agencia Presidencial. de Cooperación Internacional. En 2022 hubo un repunte fugaz y se alcanzó la cifra récord de 1.465 millones de dólares. Por eso el balance general, para algunos, está matizado si se tiene en cuenta que se trata de un país de ingresos medios que sigue recibiendo aportes considerables de las redes solidarias del mundo desarrollado.

“Lo que pasa es que el acceso a estos recursos se ha vuelto cada vez más competitivo y las grandes organizaciones del ecosistema tienen una ventaja abismal a la hora de presentarse en las convocatorias”, explica Juan Carlos Lozano, fundador de Innpactia, plataforma digital. que vincule a los actores de la sociedad civil con posibles financiadores. De hecho, Lozano señala que el 80% de las entidades sin fines de lucro en Colombia se abstienen de participar en las convocatorias porque saben de antemano que es una pérdida de tiempo: “Siento que hay un proceso de deterioro en la legitimidad de esta tradicional tipo de espacios. Hay estudios de Civicus que demuestran que los niños más pequeños tienen 0% de posibilidades de acceder a recursos”.

Además de la fuente de cooperación, las otras formas de subvención son donaciones de particulares, ayudas de empresas y fondos públicos. Un tridente que conlleva sus propias ventajas y dificultades. La gran tajada y los recursos más codiciados proceden, quizás, de fundaciones como la Fundación Ford o la Open Society, del filántropo estadounidense de origen húngaro George Soros. Por su parte, las empresas locales, que incluyen estas ayudas dentro de sus tareas de responsabilidad social, han optado en los últimos años por desarrollar sus propias fundaciones para controlar mejor los recursos. Y la vía estatal, finalmente, conlleva algunas trabas burocráticas que suelen ser motivo de desafección entre las organizaciones que integran el también llamado Tercer Sector.

Vecinos necesitados de alimentos cuelgan un trapo rojo desde sus ventanas para alertar a los empleados del Ayuntamiento que distribuyen bolsas de comida gratis que necesitan ayuda, en el inicio de la pandemia de covid-19, en Bogotá, Colombia.Fernando Vergara (AP)

Johnatan Clavijo, gerente de proyectos de la consultora Compartamos por Colombia, explica que mientras la mayoría de las organizaciones pasan por todo tipo de dificultades para mantener a flote su operación y cumplir su misión, los financistas han apretado las tuercas en los últimos tiempos: “ Cada vez más eficiencia en resultados se les exige. Hoy los objetivos tienen que estar muy bien definidos por las fundaciones, bajo un esquema que segmenta los proyectos y se monitorea detalladamente su impacto”, explica Clavijo. Un tema que requiere un mayor nivel de gestión y limita, una vez más, a miles de pequeñas organizaciones comunitarias que apenas sobreviven en contextos problemáticos.

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También es, añade Clavijo, un mecanismo que afecta el margen de autonomía y deja a las ONG atadas a los parámetros y enfoques políticos delineados por los donantes. “Medir el impacto social o ambiental de un proyecto no es fácil”, continúa, “ni barato porque requiere elementos conceptuales y econométricos. Lleva tiempo y requiere construir una teoría completa del cambio social en torno a ello”. Una suma de requisitos al alcance de un puñado de entidades estructuradas y con un nivel organizativo sofisticado.

La Confederación Colombiana de ONG estima que en Colombia existen unas 208.230 organizaciones sin fines de lucro. Dentro de este universo existe un entramado de entidades entre las que destacan, por número, juntas de acción comunitaria y organizaciones sectoriales o territoriales. Todas ellas se encuentran bajo el paraguas de ONG, acrónimo de “organización no gubernamental” acuñado desde 1945. Lo cierto es que el Estado colombiano tiene un manual de navegación para trabajar y desembolsar recursos a estas entidades sin fines de lucro. Pero Johnatan Clavijo confirma que la vía oficial tiene algunas limitaciones: “La regulación por ley convierte a las organizaciones sociales en ejecutoras del Estado. Por eso veo un desgaste administrativo muy alto y una dinámica que se parece muy poco a una alianza”.

Mariana Sanz de Santamaría, fundadora y directora de Poderosas Colombia, una fundación joven enfocada en temas de educación sexual integral, identifica un problema de fondo: “Todo esto tiene que ver con una concepción del trabajo social como trabajo no remunerado que debe realizarse de forma no remunerada. -base de ganancias”. Se refiere al espíritu franciscano de caridad cristiana que sigue profundamente arraigado en Colombia. Por eso critica la arquitectura de las subvenciones que pretenden dejar los costes administrativos y de gestión en segunda o tercera fila: “Te ponen topes del 7% o del 15%, que son casi condiciones de trabajo voluntario y no dan ustedes herramientas para que las organizaciones de base o comunitarias sobrevivan”.

Poderosas Colombia nació en 2021. Desde entonces ha llegado a 10.046 jóvenes y adolescentes de 22 comunidades de ocho departamentos de Colombia que han recibido capacitación en derechos sexuales y temas de liderazgo. Pese al compromiso, Sanz de Santamaría lamenta que el horizonte vital para su trabajo se limite a planes de un máximo de un año: “La búsqueda constante de recursos y la formulación de proyectos es muy agotador y hace muy difícil sostener los equipos para mucho tiempo.” . Cuestiones de burocracia internacional que no son exactamente nuevas, pero plantean interrogantes sobre los recursos para impulsar la agenda de desarrollo.

El padre Bernardo, director de la Fundación Eudes, muestra canastas con alimentos que ofrecen a vecinos de la calle en Bogotá, en octubre de 2023. Diego Cuevas

Hoy la encrucijada es encontrar formas de innovar canales de financiamiento y fortalecer la participación de pequeñas fundaciones en el directorio. USAID, la gran agencia oficial de cooperación estadounidense, por ejemplo, está acelerando la contratación directa con fundaciones locales, sin la intermediación de entidades gestoras donde se detiene el dinero. Para el próximo año se espera que el 25% de estos recursos, que solo para Colombia alcanzaron los 230 millones de dólares en 2022, se ejecuten sin controles en el camino.

Lo que está claro es que la vieja receta de la filantropía, la de donantes inicialmente desinteresados, se está agotando y el papel del sector privado como catalizador de los problemas ya es fundamental. El panorama para determinadas organizaciones internacionales cuyo poder es comparable al de las multinacionales, como Greenpeace, Save the Children o WWF, es más claro. Y algunos ya han creado empresas de consultoría e incluso fondos de inversión para atraer más flujos de capital. Carlos González, que dirige Makaia, otra plataforma de tecnología e innovación que construye alianzas en el sector, habla de un cambio de paradigma.

Reitera la necesidad de pensar en un “modelo de negocios” que se centre en el impacto social o ambiental como instrumento de inversión: “Colombia requiere al menos tres veces más recursos de cooperación para cubrir sus necesidades de desarrollo. Y para lograr las metas en proyectos humanitarios, hambre cero, educación para los municipios, el sector empresarial es clave en esta ecuación”. Una nueva narrativa que cada vez está más cerca del mundo financiero. Y con sus carencias y virtudes busca unir los intereses de la rentabilidad empresarial con la lucha por las transformaciones sociales, la denuncia crítica de las injusticias y la solidaridad con los más vulnerables.

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