Pequeños grandes problemas de nuestra economía › Cuba › Granma – .

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Mientras escribo este artículo, me molesta una idea: ¿debería dejar lo que estoy haciendo para ir al mercado a ver si hoy hay pan? Desde mi casa hasta la bodega hay cinco cuadras, y cinco más juntas suman un kilómetro. Si no compro pan, adiós desayuno; pero escribo contra el cierre editorial y debo adelantarme al apagón programado.

La semana pasada hice una especie de encuesta en Facebook, y así descubrí que en muchos territorios se han creado grupos de Telegram o WhatsApp para avisar cuando llegará un producto a los almacenes o trds. A veces los canales fueron creados por delegados; en otros, por los propios vecinos. Pero este no es el caso en todos los lugares.

Quizás alguien diga que el país tiene muchos problemas para lidiar con “minucias”. Estamos acostumbrados a hablar de economía en grandes números: Macro y microeconomía, Economía Financiera, Economía de la Empresa, Historia Económica. Todo depende del Mercado; Pero el mercado no es una entidad abstracta, sino familias con múltiples necesidades.

Las cifras grandes también pueden ser muy relativas: depende de cómo cada persona las analice o las padezca. Si alguien no se entera que llegó a su trd el pollo regulado, en lugar de 200 pesos por diez libras, la alternativa será gastar 3.500. Es decir, el 80% del salario medio mensual actual, lo que supone un duro golpe para la economía familiar.

Somos un país socialista. En el socialismo la economía es más eficiente no cuando produce más, sino cuando satisface más necesidades sociales. Parece lo mismo, pero no es lo mismo: la diferencia está en una distribución más justa.

Se ha dicho que estamos en una economía de guerra, y es cierto. Debemos operar en un escenario de máxima asfixia, sólo comparable al que se vive en una guerra. Además de la política genocida del bloqueo, el mundo vive tiempos convulsos debido al cambio climático, los numerosos conflictos y las consecuencias de la pandemia que aún persisten.

Por supuesto, lo ideal es que hubiera de todo en las tiendas y el salario alcanzara para adquirir lo imprescindible; pero, por ahora, esto no es posible. El Estado busca alternativas: por ejemplo, si la leche no alcanza para todos, se priorizan los niños, las mujeres embarazadas y las personas con determinadas enfermedades.

Sin embargo, hace un par de días un amigo me dijo que a sus hijos se les ha acabado la leche varias veces. Ya que no se sabe a qué hora llegará el producto -que es lo mismo que ocurre a las siete de la mañana, así como a las diez o a las 12-; y como sólo se vende durante tres horas después de su llegada, a veces simplemente no has podido comprarlo.

Imagínese, soy profesor. No puedo salir del aula de vez en cuando para ver si ha llegado el producto. Lo ideal es que hubiera una aplicación que avisara, pero no existe. En el caso de la electricidad, el sistema funciona muy bien; Sabes cuándo llega el apagón y puedes organizar tu vida; pero esto, que afecta a mis hijos, no se resuelve. Alguien no hace un trabajo sencillo y tira por la borda el esfuerzo del Estado.

Creo que hoy no hay tarea más importante que aliviar al máximo la vida de las personas, especialmente de las más necesitadas. ¿A dónde va el producto que alguien no compra porque simplemente no se enteró de su llegada? ¿Quién debería cuidar esos detalles en los territorios y no lo hace?

Cuando creemos que las cosas que afectan al pueblo son minucias, porque hay temas más importantes que tratar, siempre será apropiado acudir a Fidel: «El pueblo es el objetivo principal. Tenemos que pensar primero en las personas que en nosotros mismos. Y esa es la única actitud que puede definirse como una actitud verdaderamente revolucionaria.

 
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