A 60 años de la lucha contra los bandoleros en Cuba

A 60 años de la lucha contra los bandoleros en Cuba
A 60 años de la lucha contra los bandoleros en Cuba

La ritualidad del poder está probada. Hace 60 años, cuando al jefe de una expedición para “liberar a Cuba de los comunistas” le preguntaron por qué había abandonado Miami y se había embarcado en tal aventura –fue capturado y pasó 22 años en prisión–, respondió que “los exiliados quieren”. Que se mate a tanta gente para ejercer presión sobre los estadounidenses y empujarlos a una guerra”. Eloy Gutiérrez Menoyo había sido comandante del Ejército Rebelde y luego director militar de Alpha 66, organización terrorista creada por la CIA.

Las declaraciones de Gutiérrez Menoyo se dieron en un contexto particular, la llamada “Lucha Contra Bandoleros”, como se conoce a la ofensiva contra grupos armados que intentaron imitar a la guerrilla liderada por Fidel Castro, pero con signo contrarrevolucionario, entre 1960 y 1965. El “Programa de Acción Encubierta contra el Régimen Castro”, propuesto por la CIA y aprobado por el presidente Dwight D. Eisenhower el 17 de marzo de 1960, autorizó la creación de una organización secreta de inteligencia y acción dentro de Cuba, con los fondos necesarios para mantener un ejército. “foco” en las montañas de El Escambray, una sierra en el centro de la Isla.

El próximo 28 de abril se cumplirán 60 años del asesinato de Alberto Delgado Delgado, un campesino que logró infiltrarse en los grupos más violentos que operaban en El Escambray. Gracias a su habilidad e inteligencia, más de 40 rebeldes fueron detenidos sin disparar un solo tiro, pero atrajo las sospechas de la banda restante. Murió bajo terribles torturas sin revelar su verdadera afiliación política. La vida de este hombre ejemplar se convirtió en un clásico del cine cubano, El hombre de Maisinicú (1973), del director Manuel Pérez Paredes, y fue uno de los muchos episodios heroicos que llevaron a la extinción de los rebeldes.

Pero la historia es circular: vuelve una y otra vez al mismo punto. La Casa Blanca sigue apostando por la misma trama y alentando los levantamientos que, por supuesto, deben ser protagonizados en Cuba por los primos o ex vecinos del ala terrorista de la emigración cubana. Llevamos seis décadas de repeticiones en las que Miami brinda arengas de combate y la orquesta con sus himnos de guerra transmitidos a toda potencia desde emisoras de Florida y, ahora, en plataformas sociales. Por otro lado, el heroísmo está al nivel del hombre y la mujer de la calle que tienen que lidiar con este drama nacional y su poderosa mezcla de dificultades: escasez, apagones, inflación, colas para comprar alimentos, precariedad del transporte público…

Nadie sale ileso de este ciclo infinito. La idea del conflicto permanente como método es un ostensible ejercicio de crueldad y una bomba de tiempo. La larga duración, la dureza y la incapacidad de las sucesivas administraciones norteamericanas para desprenderse del espíritu de la Guerra Fría han envenenado una relación que podría haberse conducido en términos de mayor racionalidad, algo que parece alejarse aún más del horizonte si Donald Trump llega al poder. Casa Blanca.

No olvidemos que la Guerra Fría ha dado muchas ventajas a Washington y sirvió, entre otras cosas, para asustar a la gente y generar sumisión al poder y espíritu patriótico. En la década de 1950, el gobierno de Estados Unidos construyó refugios contra las bombas y la radiación y alentó a los civiles a construir sus propios búnkeres en los sótanos de sus casas. El Internet que hoy conocemos surgió de la idea de crear redundancia en los sistemas de comunicación ante la supuesta inminencia de un ataque atómico por parte de la Unión Soviética.

Hay nostalgia por la Guerra Fría, sólo que en otra era de la humanidad en la que la capacidad de inventar, adoptar y adaptar las llamadas nuevas tecnologías no está sólo en manos de un par de países. Las invasiones militares han sido reemplazadas por guerras remotas, mercenarios, asesinatos selectivos y operaciones especiales específicas. Los pretextos para violar la soberanía de cualquier nación suelen ser ridículos. Las redes, donde suele convivir más del 70 por ciento de la población mundial, son lavadoras de desinformación, mientras la capacidad de engaño de la inteligencia artificial multiplica exponencialmente la mentira, la polarización y el odio. El bandidaje de antaño florece bajo el cuidado de los uniformados que han convertido el ciberespacio en la última milla del control militar.

Si a ese cóctel le sumamos lo que se vive en Medio Oriente, con el putativo hijo de Estados Unidos masacrando Palestina sin freno alguno, el mayor riesgo para Cuba no reside en que la fórmula de la que hablaba Gutiérrez Menoyo siga vigente. repetirse hasta el infinito y más allá, con su cuota de fracaso incluida. El peligro real es que consigan escalar hacia una guerra caliente en el Caribe, gracias a la actitud negligente y sonámbula del gobierno de Estados Unidos, que apuesta por replicar las protestas de julio de 2021 el próximo verano.

La Guerra Fría, molde que condicionó la Lucha Contra los Bandoleros en Cuba hace 60 años, nunca tuvo tanta capacidad como ahora para una creatividad perversa al servicio de un objetivo racional de poder. (Tomado de La Jornada).

 
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