Si no nos detenemos en el camino y seguimos enfrentándonos, Colombia irá rumbo al abismo.
A lo lejos todavía se escucha el ruido, los vítores y los gritos, los fuegos artificiales y la parodia de un funeral con dos ataúdes alrededor de los cuales gritaban”Muerte a Petro”, en la que se considera una de las mayores movilizaciones impulsadas por la oposición.
Si hubo o no pagos para convocar a los manifestantes, el número de autobuses contratados para transportar a los feligreses o el número de tamales que repartieron a diestra y siniestra, y el guaro que generosamente repartieron, no lo sabemos. Podría ser un mito, porque no hay cuantificación, aunque hay quien atestigua que ocurrió en todas las ciudades. Pero no se puede pasar por alto la dimensión de la marcha.
Aquí no hay ganadores ni perdedores. Simplemente un país polarizado en el que, desgraciadamente, una fiesta de cumpleaños acabó en discusiones entre los invitados cuando el homenajeado dijo que era petrista, y muchos decidieron tomar el regalo, Doña Juana escondió el licor y Aracelly dijo: “Traje este pastel, y de ahora en adelante, ni para los ángeles ni para el diablo..”, mientras se alejaba guardando el pastel cubierto de vino en una enorme bolsa de plástico.
La ilustración del partido fallido muestra gráficamente lo que está sucediendo en el país. Algunos partidarios del gobierno del cambio y otros que se declaran firmes opositores. Y si no se hace un alto para aprovechar las críticas, corregir y reorientar la marcha del gobierno, nos encaminamos hacia una nueva huelga orquestada por los opositores de hoy, antes cercanos a la ideología de los gobiernos anteriores. Es algo en lo que me identifico con el maestro Gustavo Álvarez Gardeazábal.
Queda una parada en el camino. Evaluar, identificar errores, incluir ajustes y definir un horizonte de mediano plazo. No todo está perdido mientras nos escuchemos unos a otros. De lo contrario, nos enfrentamos, quien sufrirá las consecuencias será todo el país. Los golpeados, los más pobres.
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