La revista “Ciencias y Letras”, un fresco salteño del siglo XX – .

La revista “Ciencias y Letras”, un fresco salteño del siglo XX – .
La revista “Ciencias y Letras”, un fresco salteño del siglo XX – .

Hace más de un siglo, en 1906, vio la luz en la ciudad de Salta la revista “Ciencias y Letras”. Antes que ella se conocen muy pocos casos de revistas. Para el siglo XIX podemos destacar “El Amigo de la Infancia”, mensual, publicado en 1874 y dirigido por Francisco Alsina; el “Boletín Escolar”, aparecido en 1897, dirigido por José E. Alderete y donde escribieron muchos intelectuales salteños de la época; “La Revista”, apareció en 1897 bajo la dirección de W. Gorriti; “El educador salteño” (1897) y “Búcaro Salteño” (1899).

Ya en el siglo XX, en 1904, se publicaba, quincenalmente, la revista salteña “Quo Vadis”, sobre temas literarios, sociales y de interés general, dirigida por Nicolás López Isasmendi. Allí colaboraron figuras importantes como Casiano Hoyos, David Zambrano, Delfín G. Leguizamón, Agustín Usandivaras y las señoras Benita Campos y María Torres Frías, quienes luego se destacarían como historiadora y poeta respectivamente.

Benita Campos crearía en 1907 la revista literaria y social “Güemes”, cuyo verdadero carácter era histórico y donde colaboraron destacados historiadores del país y del exterior. Por suerte, gran parte de esta información sobre periódicos, revistas y otros impresos salteños del pasado fue recopilada y publicada por Miguel Solá en su libro “La Imprenta en Salta: Cien Años de Prensa (1824-1924)” (Buenos Aires, 1924). , 138 p.), hoy una preciosa e ineludible fuente bibliográfica.

Quincenalmente salió la revista “Ciencias y Letras”, en formato 15 x 22 cm, con un mínimo de 60 páginas, buenas tapas de papel y cartón, bajo la dirección de Florentino M. Serrey. Fue identificado como el órgano del centro “Desarrollo Intelectual”, fundado por los profesores de la Escuela Normal de Profesores. La suscripción anual era de 9 pesos en moneda nacional y se imprimía en la calle Caseros 637, en la imprenta y librería “La Industrial” de Antonio Rodríguez. Serrey estuvo acompañado por Alcides G. Suárez como secretario y Alfonso Baissac como administrador. A ellos se sumaron seis editores, los doctores Pedro J. Frías, Sidney Tamayo y David Zambrano, los señores Francisco M. Núñez y Ricardo López, y la señorita María Torres Frías, destacada poeta y escritora salteña.

El espíritu de un siglo en ascenso

Tengo en mis manos el número 2, de agosto de 1906, que permite apreciar el espíritu de la época y el pensamiento de aquellos salteños del siglo XIX.

Entre las ideas rectoras se menciona que la citada asociación de “Promoción Intelectual” fue “…revivir en la memoria del pueblo el accionar de aquellos hombres, especialmente de los hijos de la provincia de Salta que por sus talentos, sus virtudes y la época histórica en que ejercieron estas facultades, están incluidos entre los creadores indiscutidos de esta gran organización político-civilizadora que llamamos República Argentina”.

El tema que aquí se menciona como referencia comienza con una interesante biografía del Dr. Facundo de Zuviría escrita por Ricardo López, basada en documentación conservada por sus descendientes. A continuación se describe la ceremonia de graduación de los maestros normales graduados en 1905, sus nombres, los discursos, el programa ceremonial y la fiesta realizada en los salones del Club 20 de Febrero. Los diplomas fueron entregados personalmente por el gobernador David Ovejero, quien estuvo precedido y precedido en su mandato por Ángel Zerda.

Historia, razón y fe.

Uno de los discursos estuvo a cargo del Dr. Sidney Tamayo (1844-1910). Tamayo fue un importante médico salteño que se educó en Entre Ríos, fue becado por Urquiza, sirvió en la Guerra del Paraguay, participó en numerosas misiones de combate a epidemias y fue senador provincial, gobernador interino y diputado nacional. Donó la manzana de Entre Ríos y Sarmiento para que allí se construyera el Hospital del Niño. Escribió libros sobre Urquiza y sobre el colegio Concepción del Uruguay donde estudió. Tamayo basó su discurso en la virtud de la caridad, en el papel educativo de los maestros primarios, en las virtudes y el sentimiento del patriotismo, buscando encender esos corazones jóvenes y saludando su inteligencia y belleza.

Una de las aficiones de los bibliófilos es encontrar en los ejemplares del libro físico, en papel, notas marginales, fotografías, postales, sellos, sellos de librerías antiguas, hojas secas y otros tesoros que allí fueron guardados de dueño en dueño. Mi copia antigua tiene al final del discurso de Tamayo algunos párrafos escritos a mano con delicada letra caligráfica, tipo hormiga, de alguien que debió ser un enemigo astuto, muy probablemente un sacerdote. Escribe: “…No ha dicho [Tamayo] una sola palabra iluminadora del camino que, como responsables ante la Sociedad, deben seguir llevando de la mano en sus primeros pasos hacia la infancia… ¿Cómo interpretarán la caridad si ninguna de las demás virtudes que se enumeran sin haberlas recibido ni antes ni ahora? , incluso una chispa de Fe, de conocimiento y de amor de Dios – de la Razón Divina – de la razón de todas las razones que obstinadamente queréis suplantar con las falsas alardes de la razón humana, razón que es vana y arrogante porque desdeña y se aparta de la esencia de su Creador?

¡Oh Tartufos del siglo XIX que con Orgullo Liberal han arrojado sobre la Tierra toda la escoria del infierno! Pagarás caro por ese pecado”.

Tamayo se educó en un colegio masónico y recibió una beca de Urquiza. La confrontación intelectual y dialéctica emerge claramente en ese texto anónimo.

El otro discurso corresponde al Dr. Pedro J. Frías (1854-1909). Salteño de nacimiento y médico de profesión, también tuvo que participar en la Guerra del Paraguay y en las campañas epidémicas del cólera al igual que su colega Tamayo. Fue gobernador de Salta y senador nacional, además de profesor de la Escuela Nacional y de la Escuela Normal. Como era el estilo de aquellos años, el discurso es florido, casi barroco, apelando a la naturaleza y a los clásicos griegos.

Comienza con una invocación geológica: “Como los Andes surgieron del profundo seno de las aguas para elevarse majestuosos, espléndidos en el azul diáfano de los cielos de América, bañándose allí en torrentes de luz; como nuestras floridas, fértiles e inconmensurables llanuras y frondosas selvas; como nuestros ríos gigantes brotan de sus fuentes inagotables…” Y continúa así su largo discurso en un paralelo entre la evolución geológica del planeta Tierra y la evolución del hombre hasta llegar a los héroes de Mayo y otros aniversarios en nombres de Moreno, Rivadavia, Belgrano, Güemes y San Martín.

El discurso tiene como objetivo elevar el ánimo de aquellos jóvenes docentes que van a salir a cumplir el rol de educar a los futuros niños en la noble carrera de la docencia.

Un paisaje antiguo

Luego continúa un artículo de V. de la Vega titulado “El trabajo manual educativo” donde defiende la importancia de que, junto con las enseñanzas teóricas, no se descuide el trabajo manual en los niños.

En ese número también escribe María Torres Frías (1883-1954), poeta, docente y escritora salteña que deja unas páginas literarias tituladas “Crepusculares”. Según ella misma, es la única mujer dentro de un grupo dominante de hombres y también es recordada por haber luchado por la educación de las niñas. Francisco M. Núñez escribe un extenso artículo titulado “Matemáticas y conocimiento humano” donde se esfuerza en demostrar la importancia de las matemáticas en todos los estudios de las ciencias, especialmente en las ciencias naturales, y cita a su favor a Humboldt, Roger Bacon, Francis Bacon, Spencer, entre otros. otros.

Luego hay un artículo sin firmar sobre “Jurisprudencia de los Tribunales de la Provincia”. También aparece un extenso texto traducido del francés sobre fisiología aplicada “Osmosis y crioscopia”, escrito por Hallión del Colegio Médico de Francia. No deja de llamar la atención el nivel de este artículo y su traducción anónima. F. López escribe un breve artículo titulado “La Historia y sus regresiones”. Francisco M. Núñez escribe un segundo artículo en la revista que titula “La institución normal: su necesaria reforma”, en referencia a cuestiones pedagógicas y didácticas. Bajo la firma MS (¿Miguel Solá?) hay un artículo muy interesante sobre las dos antiguas ciudades de Esteco a lo largo del río Pasaje y sus extinciones, la última por el terremoto de 1692.

Luego hay un artículo sobre “Las conferencias del Padre Grotte”, un sacerdote alemán que llegó a Buenos Aires en 1884. Las conferencias versaron sobre “La huelga en su cara económica” y otro sobre el “Libre pensamiento”. Federico Grotte fue quien inició las peregrinaciones a Luján.

También se acompaña el obituario de Don Miguel Fleming (1829-1906), destacado farmacéutico irlandés radicado en Salta y genearca de un gran árbol genealógico de salteños, escrito por Francisco Núñez.

Finalmente, tablas demográficas, observaciones meteorológicas, estadísticas policiales, saludos a la revista de los diarios El Liberal, El Cívico y Tribuna Popular. Un punto aparte lo constituyen al final unas páginas a color con publicidad de casas comerciales, especialmente tiendas, sastrerías, almacenes, mercerías, ferreterías y librerías (Urrestarazu, Viñuales, Usandivaras, De los Ríos, etc.). Como se ve, una interesante y casi desconocida revista con artículos científicos, literarios e históricos de los albores del siglo XX en Salta.

 
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