El río Magdalena muere ante los ojos de los colombianos

El río Magdalena muere ante los ojos de los colombianos
El río Magdalena muere ante los ojos de los colombianos

Para él río magdalena han navegado peces, caimanes, serpientes y tortugas, pero también la historia, economía y cultura colombiana. El recorrido de un tramo de 100 kilómetros de este afluente –entre Calamar (Bolívar) y Bocas de Ceniza (Barranquilla)– Evidencia su papel ancestral como centro neurálgico del comercio y comunicación de las comunidades que habitan esta zona.

Esta primera descripción detallada de la parte baja del río Magdalena concibe la cuenca como algo que va más allá de una vía de comunicación, y la asume como un símbolo de unidad nacional y un patrimonio cultural invaluable.

Profesor Fabio Rincón Cardona, de la Facultad de Administración de la Universidad Nacional de Colombia (Y YO), coordinador de este proyecto, aseguró que “si bien se ha hablado mucho y se ha estudiado el río, poco se ha profundizado sobre el comercio, el transporte o su valor territorial”.

Para lograr esta caracterización, en 2023 se realizaron visitas y entrevistas a más de 100 habitantes de estas zonas, en su mayoría rurales, por ejemplo pescadores; Además, se analizaron más de 500 investigaciones realizadas en la UNAL sobre este icónico curso fluvial.

arteria vital

El río Magdalena fue durante un siglo la principal vía de comunicación entre las distintas regiones de Colombia, pero el transporte fluvial fue abandonado. Entonces, ni las carreteras ni los aviones lograron unir al país.

Foto:AFP

Entre los aspectos identificados hasta el momento está que la navegabilidad del río ha sido crucial para el transporte de una amplia gama de productos, desde el tradicional tabaco hasta el codiciado café colombiano.

Hoy el Magdalena continúa siendo una arteria vital para el comercio y el turismo, transportando carga y pasajeros desde el interior del país hasta puertos de la costa caribeña como Barranquilla y Cartagena, además del envío de madera y carbón. Destacan productos agrícolas como café, plátano, cacao y caña de azúcar, además de alimentos frescos como frutas, verduras y pescado.

Estas actividades económicas no son sólo medios de subsistencia, sino también expresiones profundamente arraigadas de identidad cultural y conexión con la tierra y el río.

En esta zona del país se destaca el papel vital de las mujeres en estas actividades económicas, como pescadoras, campesinas y guardianas de las tradiciones culinarias y artesanales. En cuanto a la agricultura, se encargan de sembrar y cosechar una variedad de productos, desde yuca y maíz hasta plátano y calabaza.

“Por ejemplo, la carpintería ribereña, una habilidad transmitida de generación en generación, se utiliza para construir y reparar embarcaciones tradicionales como canoas, balsas o pequeñas embarcaciones sin motor”, señaló la docente, quien junto a expertos del Museo del Río Magdalena en Honda (Tolima) presenta los resultados de este primer acercamiento en una exposición permanente, en el Salón de la Independencia Fluvial del Museo del Río Magdalena.

Asimismo, Magdalena es un refugio de biodiversidad y un laboratorio vivo. Alberga una variedad de aves acuáticas, caimanes, cocodrilos, tortugas de río, anfibios y mamíferos como el jaguar, el oso hormiguero y el mono aullador, además de diversas especies de peces.

Asimismo, esta primera caracterización destaca que el río ha sido un centro neurálgico de comercio y comunicación, tejiendo vínculos entre pueblos y culturas –como la taironas, muiscas, panches y zenúes– mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles; Hoy en día se estima que hay 132.156 habitantes.

El Canal del Dique y la transformación del paisaje

La construcción de Canal de la presa En el siglo XX transformó la dinámica del delta, que es una especie de triángulo cortado, y el paisaje actual de Bocas de Ceniza, fin del continente sobre el mar y punta final del río, resultado de la constancia del cambio, facilitando la navegación, pero también alterando su paisaje.

Sin embargo, aunque la conexión entre el río y el mar sigue siendo fundamental para la vida en la región, marcando un equilibrio entre lo salado y lo dulce, entre lo humano y lo natural, los morreros, habitantes de la Narizubicado en el Pantano de Pajaral, Expresaron preocupación por cómo antiguos caños y cuerpos de agua dulce han desaparecido o se han reducido drásticamente debido a la construcción de la Troncal y los proyectos petroleros, afectando tanto la vida acuática como las comunidades que de ella dependen.

Flor Díaz Ospino

Corresponsal de EL TIEMPO en Barranquilla

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