La guerra urbana que, en 2023, convirtió a Sincelejo en una de las ciudades más peligrosas del mundo

La guerra urbana que, en 2023, convirtió a Sincelejo en una de las ciudades más peligrosas del mundo
La guerra urbana que, en 2023, convirtió a Sincelejo en una de las ciudades más peligrosas del mundo

Los muros de Sincelejo anuncian algo que todos en la capital sucre tienen más que claro: aquí opera el Clan del Golfo, el grupo narcotraficante más grande de Colombia. Los residentes de los barrios norte y sur viven con carteles amenazantes que cubren escuelas, hogares, negocios e incluso iglesias. “AGC presente”, “Bloque BEG Arístides Méndez”, dicen en referencia al grupo armado ilegal que hasta hace poco se autodenominaba Autodefensas Gaitanistas de Colombia, y que desde finales de febrero cambió a Ejército Gaitanista de Colombia. El graffiti es un recordatorio constante para todo aquel que se mueve en el calor infernal del municipio caribeño de unos 300.000 habitantes: el Clan está mirando.

El grupo armado está presente en Sincelejo desde 2007, poco después de que se desarmaran las estructuras paramilitares, según una fuente experta en el conflicto armado en la región que prefiere permanecer en el anonimato por razones de seguridad. “Tiene un poco de control oculto. Sólo lo muestra cuando es necesario”, explica. Por esta razón, el municipio nunca había sido particularmente violento. Hasta el año pasado, cuando los homicidios aumentaron un 73%: pasaron de 89 en 2022 a 154 en 2023, para dejar una tasa de 50,6 homicidios por cada 100.000 habitantes, muy cercana a la de Buenaventura, la ciudad más mortífera de uno de los países con mayor la mayoría de los asesinatos en el mundo.

Detrás de este aumento de la violencia estuvo la decisión de una pandilla local, Los Norteños, de no pagar más “impuestos” al Clan del Golfo por sus actividades ilegales. Lo que siguió fue una guerra urbana que, durante un año, convirtió a una ciudad relativamente tranquila en la segunda más peligrosa del país, y una de las 25 más inseguras del mundo, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. AC (CCSPJP), organización de la sociedad civil mexicana. El conflicto creció tanto que en su momento más álgido, en mayo, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, viajó a Sincelejo para entender lo que estaba pasando. Casi un año después, el alcalde que asumió el 1 de enero, el polémico Yahir Acuña, asegura que la disputa se ha reducido mucho, pero se niega a cantar victoria. “Aquí hay un enfrentamiento urbano”, insiste.

Policía está presente en el barrio Altos de la Sabana, en Sincelejo.NATHALIA ANGARITA

En su oficina con aire acondicionado en el centro de la ciudad, al rescate del calor de 38 grados, se sienta uno de los hombres encargados de poner fin a esa guerra. Néstor Pineda es un coronel de mediana edad, de buen humor, algo musculoso, con corte de pelo militar y vestido con uniforme verde de policía. El comandante de la policía del departamento explica que “desde hace años” el Clan del Golfo mueve droga entre el sur montañoso de Bolívar, departamento colindante con Sucre, hasta los distintos golfos de la costa en el norte del departamento: un lugar ideal para llevarlo al Mar Caribe. En la capital, estos delincuentes viven del microtráfico, la extorsión y el sicariato. Y lo quieren todo para ellos.

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Ese monopolio se rompió en diciembre de 2022, dice el coronel, cuando de sus filas surgieron Los Norteños, buscando delinquir sin el control del Clan. Según analistas de inteligencia policial, la banda Sincelejana de unos 30 integrantes, con arraigo en los barrios del norte de la ciudad y “sin una jerarquía clara”, quería plantar cara a la organización criminal más poderosa del país. Como ha sucedido una y otra vez en la historia, los grupos encontraron una manera de resolver la disputa: matándose unos a otros.

De los 154 homicidios que sufrió Sincelejo el año pasado, la Policía indica que 52 se debieron a asesinatos entre las dos bandas. “Las cosas iban bien hasta noviembre”, afirma Pineda. En cualquier momento, en casi cualquier barrio, un miembro del Clan o de Los Norteños podían ser baleados. Dado el miedo del Clan a perder el control y parecer débil, la violencia se extendió más allá de los dos grupos directamente involucrados. El Clan comenzó a asesinar gente en zonas donde Los Norteños no operaban. “Si alguno no tenía la cuota que exigía el Clan, lo mataban. No querían que otras bandas repitieran lo que hacían Los Norteños”, explica el coronel.

Policía está presente en el barrio Altos de la Sabana, en Sincelejo.NATHALIA ANGARITA

Insiste en que, durante la guerra, los asesinatos aumentaron, pero otras estadísticas de criminalidad disminuyeron. “El año pasado gané todo menos Homicidios”, dice, como quien quiere asegurarse de haber hecho un buen trabajo. Pineda lo explica argumentando que la mayoría de los asesinatos fueron “por ajustes de cuentas”: “Los mataron bandidos”, declara. En la calle, los sincelejanos coinciden, pero con palabras más crudas: José Rodríguez, vecino de Altos de la Sabana, en el norte de la ciudad, cuenta a EL PAÍS que hubo una “limpieza social”. Una mujer que trabaja en una tienda de la misma zona afirma que “solo mataban a los malos”. Aún así, dicen que no se sentían seguros al salir de casa.

Un barrio lleno de amenazas

A unos diez minutos en auto del comando policial, un taxista circula por El Progreso, en la zona sur. Son las 8 de la mañana y la temperatura ya supera los 30 grados. La avenida del barrio y sus casas coloridas, escuelas y pequeños negocios están llenas de vida. “Cuando la cápsula estaba caliente no se veía a nadie aquí, ni siquiera a los malos”, dice el conductor al pasar junto a un graffiti con las iniciales EGC (hay al menos 20 en la avenida principal de la zona).

El hombre se detiene en un puesto de comida que está frente a un barrio de invasión compuesto por casas con pisos de tierra y materiales sofisticados, llamado Brisas del Sur. Al otro lado de la calle, dos casas tienen graffitis del Clan. Sostenida por palos de madera, la pequeña cafetería costera y fritura está rodeada por la policía. Paran a casi todos los hombres que pasan en moto para registrarlos. El comandante explica que la actividad es parte de la nueva estrategia de las autoridades que, dice, ha logrado reducir la violencia. “Buscamos armas, drogas y gente sospechosa”, afirma. A su lado, el taxista afirma que es bueno que la policía esté aquí. Y destaca que lo envió Acuña, el alcalde que cumple 100 días de gestión y le agrada mucho: “Él hombre “Es como cambiar la ciudad”.

Efectivos de la policía de Sincelejo recorren el municipio, en Sincelejo.NATHALIA ANGARITA

el nuevo alcalde

Unas horas más tarde, Yahir Acuña recibe a EL PAÍS en su despacho, flanqueado por tres altos cargos de la fuerza pública, y con un mensaje un tanto particular: dejar claro que la guerra urbana continúa. Tiene 43 años y una cadena de oro alrededor del cuello. Viste una camiseta blanca, jeans y zapatillas Adidas blancas limpias. Parece relajado; algo así como un Nayib Bukele caribeño.

El polémico político lleva más de dos décadas en su carrera y, desde antes de llegar al Congreso en 2010 por un partido dominado por afro, ha sido acusado de tener vínculos con grupos narcoparamilitares y de compra de votos. Sin embargo, nunca ha sido llevado a juicio. En 2015, fue detenido por la policía por llevar 480 millones de pesos en efectivo (unos 140.000 dólares en ese momento) en la camioneta que lo transportaba entre Corozal y Sincelejo. Faltaban dos días para unas elecciones en las que su esposa Milene Jarava buscaba ganar la gobernación. La Fiscalía archivó el caso en 2019. A lo largo de una entrevista que continúa acompañándolo de recorrido en su auto, Acuña repetirá tres veces una frase: “Es un privilegio ser investigado en democracia”.

Acuña y sus comandantes afirman que este año han logrado capturar a más de 10 cabecillas de Los Norteños y 14 del Clan del Golfo. Dicen que aunque la disputa “ha bajado de intensidad” –los homicidios han bajado un 63%– todavía existe. Para reducir el conflicto, el alcalde y la fuerza pública han armado lo que llaman un bloque de búsqueda contra el multidelito. Está integrado por la Policía Nacional, la Fiscalía, el Ejército y más. El grupo se reúne todos los martes, explican, para revisar la situación en Sincelejo y la región y tomar medidas.

El coronel Pineda dice que, además, la Policía “se ha apoderado de la ciudad” con más puntos de control, más contacto con la comunidad y más operativos. El año pasado, afirma, las autoridades llevaron a cabo menos de 150 redadas. Actualmente son más de 90, casi uno por día. La ciudad es ahora la segunda con menos homicidios del país, según la Policía Nacional.

Yahir Acuña, alcalde de Sincelejo, Sucre, Colombia.NATHALIA ANGARITA

Acuña también trabaja con jóvenes de la zona sur; Los barrios populares en los que creció son la principal fuente de reclutamiento de las bandas criminales. Dice que más de 700 niños firmaron recientemente un pacto de no violencia, mientras muestra con orgullo un video de adolescentes entregando machetes a las autoridades y dándose la mano.

En la oficina, los oficiales y el alcalde coinciden en que ha sido más fácil debilitar a los Norteños, una pandilla local y menos organizada que contaba con treinta miembros en su apogeo. “Le dan papaya más fácilmente”, afirma un analista de inteligencia. En cambio, el Clan del Golfo, que tiene presencia en 17 departamentos y unos cuantos miles de hombres, es mucho más difícil de desmantelar: para no perder el control y los negocios ilegales, simplemente envía nuevos miembros cuando sus integrantes en Sincelejo son capturado. Pese a ello, Acuña es enfático en que el Clan no ha ganado la disputa: “Aquí no hay monopolio del crimen”.

Al ser consultado sobre las señales en la zona sur -que también existen en la zona norte-, el alcalde insiste en que son nuevas. Ella inmediatamente mira a un coronel y le dice que los borre. Según los altos mandos, EL PAÍS los encuentra cuando apenas llevan un par de días allí. Afirman que fueron pintados después de que el Clan cambiara su nombre de AGC a EGC, cambio que se realizó hace más de un mes. En la calle, sin embargo, el taxista y los vecinos cuentan una historia diferente: “Esos fueron pintados hace casi dos semanas, después de que mataron a uno de los líderes del Clan, alias el Lobo”.

Muros rayados con las siglas EGC (Ejército Gaitanista de Colombia) en las calles del municipio.NATHALIA ANGARITA

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