El barrio obrero con carácter forjado entre caminos

El barrio obrero con carácter forjado entre caminos
El barrio obrero con carácter forjado entre caminos

Por San José ya no circulan los tranvías. Tampoco llega el tren a la antigua estación de Utrillas, donde ahora se levanta un centro comercial. Sin embargo, las vías del transporte urbano, que atravesaban la calle Miguel Servet y cuyas cocheras marcaban el punto final del recorrido en este distrito, y del ferrocarril, que transportaba el carbón de la cuenca minera hasta Zaragoza, forjaron el carácter de un barrio que, más de un siglo después de su creación, mantiene con orgullo su impronta obrera. Un carácter, por cierto, que también se ve reflejado en un legado industrial todavía presente en sus calles, con ejemplos como la antigua fábrica de cervezas Ambar.

El presidente de la asociación vecinal de San José, Paco Luján, relata cómo este barrio surgió en el siglo XIX con la aparición de las primeras industrias. «Poco a poco, va creciendo en extensión alrededor del eje de la avenida San José y, posteriormente, de Tenor Fleta, hasta que ya en los años 60 empiezan a desaparecer todas esas industrias y con la lucha vecinal se va mejorando el barrio», añade. Precisamente, ese espíritu reivindicativo es uno de los rasgos que destaca Luján sobre el lugar, pues subraya que San José «no es un barrio que se quede callado, es reivindicativo y luchador».

También lo define como un espacio que «ha sido y es obrero», que creció con rapidez en los años 60 y 70 «al calor del éxodo rural», de aquellas personas que llegaban a la ciudad a trabajar. «Hoy esas gentes siguen en el barrio, aunque está muy envejecido», matiza. Acierta el representante vecinal, pues aunque es uno de los distritos más poblados de la capital aragonesa, con casi 64.000 habitantes, cuenta con una tasa de envejecimiento del 249%.

Esta situación, sin embargo, contrasta con otro de los fenómenos que desde hace unos años vive San José, la llegada de personas de otros países que deciden instalarse en el barrio. «Se está convirtiendo cada vez más en un barrio con una profunda raíz multicultural, lo cual también nos alegra; es un barrio que necesita gente joven y cualquier cultura o raza es bienvenida», añade.

Sobre el desarrollo urbano de San José, el presidente de la patronal de los constructores, Juan Carlos Bandrés, explica cómo, dando un paseo por el distrito, se puede apreciar una parte más desordenada, que se corresponde al desarrollo que hubo en las ciudades que no tenían «planes urbanísiticos al uso» que, más que consolidar ciudad, la creaban.

Esta evolución de su espacio también halla otros hitos en, por ejemplo, la creación del parque Miraflores, un desarrollo urbanístico posterior que supuso la unión del barrio con el centro de la ciudad. Esta zona, por cierto, pertenece administrativamente al distrito Centro desde 2008, un asunto que no es óbice para que se siga sintiendo dentro del barrio: «Miraflores siempre ha sido parte de San José, de hecho, lo seguimos queriendo como si fuese parte de él», afirma Luján.

Orden y desorden

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Volviendo al relato de Bandrés, observa que en el entorno de la plaza Utrillas ya se percibe otro tipo de ordenamiento urbano al que refleja su etapa de crecimiento a mediados del siglo XX, así como en el entorno del pabellón Príncipe Felipe. Por último, fija la vista en el entorno de la prolongación de la avenida Tenor Fleta y el enterramiento de las vías del tren, un trazado que supone «una cicatriz» que marcaba el límite entre San José y La Paz.

En esa transformación que el barrio ha experimentado a lo largo de las décadas, el presidente de la asociación de vecinos destaca que su colectivo también se posicionó para, por ejemplo, convertir los solares que acogían las antiguas fábricas del barrio en parques y zonas verdes. Algo que se concretó en espacios como el jardín de la Memoria o el parque de La Granja.

Ahora, esa causa de convertir el espacio que ocupaba la industria en un bien para San José continúa, pues solicitan que en los suelos de la antigua fábrica de Alumalsa se construya vivienda pública en régimen de alquiler social.

El residencial no es un asunto baladí para San José y sus vecinos, pues Luján afirma que «el parque de vivienda está bastante envejecido». De esta forma, y salvo en zonas como la prolongación de Cesáreo Alierta, la plaza Utrillas o el entorno del Príncipe Felipe, en el barrio se constata cómo buena parte de su parque residencial se consolidó durante el crecimiento exponencial que experimentó en las décadas de los 50, 60 y 70.

Otro de los asuntos que desde la asociación vecinal reivindican es la reforma de la parte baja de la avenida San José, ya que se encuentra «un tanto deteriorada» y requiere, a juicio del responsable vecinal, que se amplíen las aceras, como ya se hizo en su zona cercana al barrio de La Paz.

El gen industrial

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Hablando de la avenida San José, una vía que durante décadas ha sido un referente comercial en el entorno, observa que, aunque la actividad se mantiene, a pesar del cierre de alguno de los negocios por la competencia de la venta en línea y las grandes superficies, el mayor problema se encuentra en las calles aleañas y el interior del barrio, donde «va desapareciendo ese comercio».

Lo que tampoco quieren desde la asociación que desaparezca es el legado industrial, que se puede constatar con espacios como la fábrica de Ambar o la harinera. A la primera la define como «un sitio emblemático» que espera que se conserve como patrimonio de San José. «Es uno de los genes que están intrínsecos en la idiosincrasia del propio barrio», añade.

En este barrio ha vivido gran parte de su vida Daniel, un vecino que ha regresado hace poco, tras vivir una temporada en otros lugares de la ciudad. Confiesa que lo ve «muy parecido» a como lo recordaba y lo define como un sitio «muy agradable». «A mí me gusta. Nunca sabes si es nostalgia de haber vivido aquí o que realmente estás muy a gusto», apostilla.

Su historia es la inversa a la de Borja Purroy, vecino de toda la vida de San José y que desde hace ya varios años reside en Italia. Sobre su barrio, afirma tener «muy buenos recuerdos» y destaca el «espíritu de pueblo», de cercanía entre sus habitantes, que existía, entre otras cuestiones, fruto de la inmigración que hubo de municipios pequeños a la ciudad.

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Ahora, relata cómo ha habido otra segunda inmgración, esta vez, de personas de otros países. «Eso me hizo, cuando estaba ya en una edad adolescente, conocer a amigos de otras culturas y países. Creo que ayuda también a abrir mentalidades», reflexiona, antes de concluir: «En general, lo que más me gusta del barrio es el sentido de comunidad».

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