Pero menos aún, se esperaba que, una vez levantada la prohibición del peronismo en 1973, El MPN se negaría a regresar a sus bases justicialistas y decir con la cabeza en alto: “nos ponemos pantalones largos”.
Desde el sur del país nacía una idea absolutamente intrépida y novedosa de federalismo, que desarrollaría una relación dinámica con el Estado Nacional no de rodillas, ni de confrontación, sino de pragmatismo, en beneficio de los intereses de el pueblo neuquino, representado por los propios neuquinos. y ya no desde un escritorio remoto en Capital Federal.
La segunda generación del MPN.
La próxima generación de líderes también daría mucho más de qué hablar. Pedro Salvatori, Jorge Sobisch y Jorge Sapag dejarían su huella imborrable en la provincia. La industria vitivinícola, la modernización del Estado y sobre todo, la capacidad de generar las condiciones necesarias e impulsar activamente el desarrollo de Vaca Muerta también serían méritos indiscutibles del MPN. Pero en esta segunda generación no todo fue color de rosa.
Una vez asegurado un esquema de justicia social sin precedentes, marcada la impronta federal, obtenida la soberanía política y garantizada la independencia económica, el MPN tenía dos caminos posibles.
Uno de ellos fue aprovechar los extraordinarios ingresos petroleros para darle sostenibilidad y dinamismo a la economía neuquina, a través de la agricultura, aprovechando la cuenta acuífera más grande del país después del Paraná, o por qué no, a través de la economía del conocimiento. Todos planes de Felipe Sapag, quien durante su último gobierno soñó con su famoso plan “Neuquén 2020”.
Pero llegó el año señalado por el viejo líder y encontró a su querida provincia en el camino opuesto. Con los ingresos petroleros atados al pago de salarios y gastos corrientes de una administración financieramente asfixiada y sin el soñado desarrollo productivo.
El MPN hacía tiempo que había dejado de ser un partido popular y se había convertido en un partido estatal. Aun así, parecía una máquina electoral invencible.
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Claudio Espinoza
El caso es que el MPN había adquirido la “habilidad” de dividir sistemáticamente a la oposición, al mismo tiempo que aprendió a resolver disputas internas en feroces disputas internas, que luego terminaron con un partido unido y motivado.
Con Vaca Muerta no fue suficiente
En 2020, el contexto nacional era demasiado duro, por más Vaca Muerta que tuviera, Neuquén no podía ignorar el galopante proceso inflacionario, la macroeconomía decadente o el cruel encierro al que sometió el gobierno nacional a una población, que terminó volviéndose rebelde. y reformista.
En este contexto de debilidad, el MPN no supo buscar otro plan que no fuera seguir alimentando el “aparato partidario” descontrolado e intentar fragmentar a la oposición.
Pero el contexto político también había cambiado: el 16 de abril fue sólo la culminación del acontecimiento fundamental que marcó la salida del MPN del gobierno. En cambio, fue el 4 de octubre de 2022, día en que el ex vicegobernador del MPN, Rolando Figueroa, anunció su negativa a participar en las elecciones internas dentro del partido que lo vio nacer y desarrollarse, lo que generó la posibilidad de que los dirigentes políticos. toda la oposición provincial puede unirse en la Comunidad, detrás de él, para ocupar el poder.
Cuesta creer que lejos del 61% de votos obtenidos en 1963, 60 años después, en 2023 el MPN obtuvo sólo el 34%. Pero así es la democracia: la mística se perdió hace mucho y la voluntad popular no se puede evitar.
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Después de todo, como dice un viejo proverbio de las ciencias sociales, los partidos políticos nacen en la izquierda, comprometidos, reformistas, y mueren en la derecha, acomodados y conservadores.
Sin embargo, Quiero creer que el MPN no ha desaparecido.. Ha dejado un legado impresionante que todavía da que hablar y quién sabe, aunque todavía no sea visible, quizás en futuras elecciones pueda mostrar una doctrina y un liderazgo renovados y alejados de intereses personales.
De momento, parece que esto no va a ocurrir en el corto plazo, ya que un año después de su derrota no ha podido ni ha querido hacer ninguna autocrítica. Además, el grueso de su liderazgo se ha reclinado al calor del Estado, ahora dirigido por su verdugo, Rolando Figueroa.
