El rastro de las mariposas amarillas en Armenia – – .

El rastro de las mariposas amarillas en Armenia – – .
El rastro de las mariposas amarillas en Armenia – – .

Autor: Carlos Wílmar López Rodríguez

Una edición exclusiva de Cien Años de Soledad, editada especialmente para clientes empresariales de la multinacional Telecom.

“Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte”, de Cien años de soledad.

La primera vez que Jorge Iván Salazar Palacio visitó el pueblo de Macondo estaba muerto de aburrimiento por tener que cumplir con una obligación académica. Era sólo un adolescente, no conectó y se perdió en los rincones de esa familia condenada.

Muchos años después se sintió atraído por el hielo, conoció a los Buendía y, a través de ellos, conoció cómo se confunden las pasiones furtivas con los amores desmedidos, cómo la fatalidad también puede estar rodeada de encanto y que la magia es tan cotidiana. como real.

Desde entonces algo cambió en su interior, se obsesionó con la novela. No sólo lo releyó tres veces, sino que se propuso conseguir una copia para cada idioma en el que se había publicado. Emprendió ese viaje hace 25 años.

Viajó por el mundo, descubrió historias emblemáticas de cómo Gabriel García Márquez, en medio de una tremenda crisis económica, construyó ese mundo fascinante mientras su esposa, Mercedes Barcha, sostenía el hogar estirando hasta el último centavo, pero, sobre todo, encontró personas que, como él, habían sido víctimas del hechizo lanzado por Gabo y se dedicaban a seguir el rastro que dejaban las mariposas amarillas.

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Hace dos años, en 2022, Jorge Iván completó el viaje, completando la colección de ejemplares de Cien Años de Soledad más grande del mundo: 420 libros en 48 idiomas, debidamente organizados y catalogados con la delicadeza, minuciosidad y cuidado de un anticuario. .

De cada libro no sólo surgen las siete generaciones de los Buendía en idiomas tan inesperados como el vietnamita o el feroés, sino también una historia paralela que acerca la magia de las letras impresas a las anécdotas vividas en la búsqueda de esos tesoros de valor incalculable que buscan. sobre un estante que recorre de punta a punta una habitación de una casa ubicada en el barrio La Castellana, en el norte de Armenia.

Por supuesto, el ejemplar que tiene un lugar especial en la colección es una primera edición, uno de esos ocho mil libros que la editorial Suramericana publicó en 1967 y que hoy son casi imposibles de conseguir. Aunque, también cuenta con joyas como un ejemplar de lujo, ilustrado por el pintor italiano Sandro Chía, que la multinacional europea Telecom había impreso sólo para sus mejores clientes empresariales. Jorge Iván dice que tuvo que pujar bastante alto en una subasta en Madrid para quedarse con lo que en sí es una obra de arte pictórico que rinde homenaje a la excelencia literaria del premio Nobel colombiano, ya que cada pincelada parece fluir con la gracia y precisión necesario recrear algunas de las escenas más inolvidables de la historia de aquel pueblo construido a orillas de aquel río de aguas cristalinas.

Entre los ejemplares hay otro que destaca por tener el récord Guinness como el libro más largo escrito en una sola línea, aunque parece más un carrete de película, es fruto de un inspirado huilense, quien un día decidió rendirle homenaje. al novelista de Aracataca transcribiendo a mano cada una de las 467 páginas y, a quien Jorge Iván convenció para vendérselo después de muchos intentos fallidos.

La devoción de Jorge Iván Salazar por Cien años de soledad no se ha limitado a los libros; tiene una versión en acetato narrada por el propio García Márquez, pero también creó su museo personal con los objetos más distintivos de la novela.

Es maravilloso poder observar en un mismo lugar el hielo, los imanes, la brújula, el astrolabio que los gitanos trajeron por primera vez al pueblo; el laboratorio de alquimia donde el coronel fabricó el pez dorado; la lanza con la que fue traspasado Prudencio Aguilar, o las recreaciones en miniatura de algunas escenas de la novela como la del viejo José Arcadio atado al gigantesco castaño junto al que murió.

Más que una simple colección, este lugar es un testimonio vivo del poder duradero de la imaginación, una suerte de pócima indescifrable como la que utilizó el gitano Melquíades para liberar a Macondo de la plaga del olvido y ayudar al pueblo a recuperar sus recuerdos.

 
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