«Necesito una implicación personal con lo que escribo» – .

Hay un principio en el oficio de escribir que Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) cumple sin fisuras: no abordará la escritura de ningún libro con el que no se sienta de algún modo personalmente implicado. Lo mismo en ‘Los peces de la amargura’, ‘ Años lentos’ o con ‘El niño’, su última novela, basada en una tragedia ocurrida en Ortuella, un pueblo vasco donde una explosión de gas en un colegio mató a medio centenar de niños y tres adultos en 1980. «Núm. Quiero convertirme en receptor del dolor del mundo, pero necesito una conexión personal con lo que escribo. Si escribo novelas necesito conflictos, dolores, problemas, porque si no, no hay novela. El escritor donostiarra hizo esta reflexión antes de participar en la presentación de ‘El Niño’ (Tusquets), en la Feria del Libro de Valladolid.

Recordó que lo ocurrido en Ortuella le golpeó muy fuerte cuando tenía 21 años, “una edad en la que uno empieza a acumular recuerdos de forma consciente. En la República Federal de Alemania fui profesor de niños durante dos décadas, algunos de ellos de la edad del difunto, y una vez, mientras estaba en clase con los atareados estudiantes de allí, me vino el recuerdo de este hecho. Estaba pensando en la posibilidad de que sucediera allí mismo. Por alguna razón, la infancia asociada con la desgracia está estrechamente asociada en mis libros. “Nunca olvidé por completo esa catástrofe”.

Quienes tampoco lo olvidan son los lectores de ‘Patria’, la novela que le ha dado mayor visibilidad y cuyo eco no se apaga, hasta el punto de que Aramburu es frecuentemente identificado como ‘el de Patria’, lo que le ha liberado. dice, «de ser un escritor vasco residente en Alemania, que era un eslogan con el que me identificaban. Ese libro me ha dado dimensiones que no tenía, que son lectores y una proyección internacional que no había soñado ni en mis sueños más locos. Tengo una relación cordial con ese libro, todavía firmo ejemplares por todas partes.

El novelista descartó que su mayor éxito literario -con más de 1,2 millones de libros vendidos y traducidos a más de treinta idiomas- haya tenido alguna influencia en los siguientes libros que ha enviado a la imprenta. «Una vez que entrego un libro al editor, desaparece completamente de mi escritorio. Y también tengo tendencia a ir al lado contrario de lo que he hecho antes. Necesito dificultad para escribir, superar obstáculos. Si tengo la sensación de que el trabajo va con demasiada facilidad, empiezo a desconfiar de mí mismo y del proyecto.

«Cuando cumpla 70 dejaré de leer noticias»

Fernando Aramburu.

Iván Tomé.

El escritor donostiarra es considerado un lector constante y cotidiano, que ve en acercarse a los libros “un acto placentero y creativo” del que sabe que beneficiará a quienes escribe. “Estoy sin televisión, voy al teatro o a la ópera cuando mi mujer insiste y esto se debe a que dedica un número fijo de horas al día a la lectura”. Su dieta literaria incluye dos libros de la colección Austral al mes por el placer de reencontrarse con “el adolescente que fui”. A ellos les suma dos libros en alemán y el resto, picoteo, “de autores jóvenes, compañeros, novedades…”. A sus 65 años, advierte que esta costumbre cambiará cuando cumpla 70. «Para entonces no leeré noticias, salvo excepcionalmente. Revisaré libros que me marcaron o fueron significativos para mí y lo haré como una despedida. “Me despediré de Quevedo, de Lorca, de Dickens, de Dostoievski… Y lo haré porque después de esa edad me parece que mi vista, mi cerebro o algún otro órgano arruinarán mi proyecto”.

Que sólo haya escrito un libro sobre un tema o circunstancia que transcurre en Alemania pese a haber pasado más de la mitad de su vida en este país y que el alemán sea su lengua cotidiana, se debe, según Aramburu, a su limitada permeabilidad a esa realidad. . . «Quizás porque no lo vivo como un problema, o sobre todo porque no fui niño, joven o adolescente allí. A esto se suma la circunstancia de que mi relación con mi patria es dolorosa, irritante, porque me encontré, como tantos otros, inmerso en un conflicto con mucha violencia y asesinatos. Pasan los años y dondequiera que viva seguiré sintiéndome interpelado por esa realidad. Después de cuatro largas décadas de terrorismo, todavía queda mucha historia por contar, esperando que alguien la escriba. Estoy convencido de que cada uno de nosotros lleva su propia novela.

Lo que experimentas como narrador una vez que viertes sensaciones – “a veces una ensalada de recuerdos, obsesiones, pensamientos” – en un texto literario es una sensación de alivio. «Cuando la novela ya no es mía y está en manos de otros, lista para la interpretación de otros, tengo la impresión de que me he liberado, de que ya comparto ese dolor en forma literaria y, de alguna manera, lo he hecho. ya lo he asimilado, colocándose en un lugar de la memoria que me resulta más o menos tolerable.

 
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