La mujer que enamora a los niños con los libros

La mujer que enamora a los niños con los libros
La mujer que enamora a los niños con los libros

“Siempre viví rodeado de libros”. Con esas cinco palabras define la maestra primaria, escritora, editora y, sobre todo, amante de los libros porteña María Eugenia Pons, de 61 años, una de las mentoras y directora del Programa Funes Lee, su vida en su Librería Ponsatti, un paraíso. de textos rodeados de verde, en una galería del centro de Funes.

Nacida el 12 de diciembre de 1962 en Buenos Aires, pero criada en Zárate, María Eugenia pasó sus primeros seis años en la Librería Editorial Schiller, que su abuelo Ricardo tenía en esa ciudad bonaerense y que “había sido bautizado con el apellido del músico alemán autor del Himno de la Alegría”.

Cabello largo y castaño, ojos claros, jersey gris, pañuelo celeste, chaqueta amarilla sobre los hombros, grandes aretes criollos de plata, jeans gastados y botas negras, María Eugenia habla sin parar de su pasión por los libros, la lectura y los niños y niñas, por cual A los 21 años, recién graduada de maestra, fue a enseñar por un año a una pequeña escuela de Tilcara; Unos 30 años después, renunció al cargo de gerente en una gran editorial y vino a vivir a Funes, donde fundaron con su socio, Andrés Di Patti, la Librería Ponsatti y dirige el Programa Funes Lee, entre muchas otras cosas motivadas. por parte de los niños y la educación promovida desde la lectura.

  “Recibía una caja de libros cada semana. “Vivíamos en un estudio cerca de la librería” María Eugenia recuerda a sus padres, Alicia Todich y Ricardo Pons, “que trabajó en otra librería para tener la suya, que se la compró a mi abuelo por una bicicleta”justo en estos tiempos en que el cambio vuelve como en 2001.

  -¿Cómo fueron tus primeros años entre Buenos Aires y Zárate?

-Mis padres se separaron cuando yo tenía seis años, entonces vivía entre Zárate, que era un pueblo, y una casa muy austera en Caballito, en Buenos Aires. Fui hija de padres separados, siempre me identifiqué con Mafalda y toda mi vida está atravesada por la obra de María Elena Walsh desde el punto de vista político, así como obras como “Chico Carlo”, de la uruguaya Juana de Ibarbourú. , y “Mi planta de naranja lima”, de José María Vasconcellos.

  -¿Tuviste problemas de rendimiento escolar por tu condición de hija de padres separados, como declaró ahora el Secretario de Culto?

-Absolutamente. No se sentía infeliz por leer a esos autores y, además, porque sabía que había niños y niñas que lo pasaban infinitamente mal. Como dice María Teresa Andruetto: “Leemos para saber lo que uno vive, los problemas profundamente humanos y porque no importa dónde estés, porque esos son los problemas que aquejan a la humanidad”.

  -¿Cómo llegaste a la docencia?

-Cuando terminé la secundaria comencé a estudiar Derecho en la UBA, pero rápidamente me di cuenta que no era de aquí y fui a ser maestra de primaria. Y a los 21 años me fui con un compañero a dar clases a una pequeña escuela de Tilcara.

¿Cómo se llegó desde Caballito a Tilcara?

-Me inscribí en varios lugares del país y me llamaron. Les leía a mis alumnos, que eran muy diferentes porque eran hijos de tenderos y mineros. Las niñas vivieron una realidad muy dura debido al problema del embarazo adolescente. Les leía en el colegio y en casa les escribía textos. Un estudiante, al que conocí años después y que tenía un programa de radio, me dijo “me acuerdo que tenía una biblioteca gigante” -cuando en realidad tenía tres estantes de ladrillo con unos cuantos libros- y que “yo siempre les digo a mis hijos que dejen ellos leen”.

  -¿Por qué te fuiste de Tilcara?

-Estuve un año allí y volví a Buenos Aires porque estaba mal visto en algunos sectores. Otra estudiante que conocí me dijo: “Yo quería ir a sus clases y mi mamá también, pero mi papá no me dejó ir. Y nunca bebí”. El padre era policía, era de los que no querían “al zurdo que le lee a los niños”. Cuanta hipocresía.

  -¿Cómo continuó su carrera?

-Regresé a un colegio de Caballito, donde tuve la suerte de trabajar en un proyecto de lectura como modelo de Primera Filosofía con niños, con el que ganamos un premio a la resolución de conflictos durante un proyecto de convivencia, con acciones, palabras y rondas. Realicé un curso de Filosofía con Niños, había realizado un técnico en formación de formadores dirigido por Susana Huberman, del Centro Argentino de Educación Permanente, en 1999.

  -¿Cómo llegaste a escribir libros de texto?

-Tenía contrato con (la editorial) Paidós y me llamaron para darle un giro artístico y literario a los libros de texto para profesores. La madre de dos alumnos se fue a trabajar a Puerto de Palos y me preguntó si me animaba a escribir libros de texto. Entre 2000 y 2005 trabajé en una licenciatura en redacción de libros de texto, visité escuelas, escuché a niños y maestros y escribí libros para la escuela primaria.

  -¿Cuáles son las características de esos libros?

-Los editores de libros escolares son profesores. Los libros deben ser comprensibles y tener la imagen justa para darle significado. Aprendí a editar y enseguida me convertí en directora editorial de Puerto de Palos.

  -¿Por qué renunció como director editorial?

-Porque un día del 2015 me encontré sentada frente a un Excel y estaba lejos de mi esencia. Llegas a una edad en la que empiezas a perder seres queridos, incluso personas de tu edad. Entonces me pregunté: ¿qué quiero hacer con el resto de mi vida? Esta no es la vida que había querido vivir.

  -¿Cómo llegaste a Funes?

-En 2016 fuimos a Funes con la familia –una de mis dos hijas–, después de venir a ver un recital de Víctor Heredia. Y también creo que la llegada a Funes y a Rosario estuvo un poco influenciada por lo que Beatriz Actis describe como “la fascinación por Paraná”. Siempre tuve nostalgia de Paraná desde que vivía en Zárate. Si bien nací y viví en Buenos Aires, nunca me sentí porteña. Rosario tiene la mezcla de cultura, música, arte y alegría. Rosario siempre me pareció una ciudad amigable, arbolada y con un río habitable. Me gusta cómo se aprovechó el río: esa mezcla de poder tener asador, plaza, ajedrez y skate park. Tiene esa mezcla de niños, viejos y panza asada.

  -¿Cómo fue cambiar Buenos Aires por Funes?

-En el 2015 salimos de un PH en Villa Luro y vinimos con mi hija menor. Dejé la carpeta y los cuadritos y volví al colegio, donde trabajé en María Auxiliadora, con muy buena gente.

  -¿Cómo surgió la idea de abrir una librería?

-Vi que había pocas bibliotecas, no había tiempo ni espacio. En 2017 creamos la Librería Ponsatti –en honor a Pons y Di Patti, apellidos de los miembros del matrimonio–. (Escritoras infantiles) Andrea Basch y Laura Roldán insistieron en que abriéramos una librería. Empezamos a vender libros en las plazas con un Peugeot 207 en Casilda, Armstrong, Marcos Juárez y Las Parejas y llegamos a Comodoro Rivadavia y Bariloche.

  -¿Por qué falta la lectura en las escuelas?

-¿Dónde está la biblioteca de la escuela? En Funes esto sucede en las escuelas primarias. Las guarderías y las escuelas primarias públicas tienen proyectos de lectura, pero en las escuelas privadas no hay espacio para el bibliotecario. Hubo un estudiante de secundaria que en tono de broma dijo: “Nos leyó en dos idiomas, el español y el nuestro”. Otro recordó que “fue muy hermoso lo que nos leyó”.

  -¿Cómo atravesó la pandemia?

-Estábamos en nuestro mejor momento y apareció la pandemia. ¿Entónces que podemos hacer ahora? Andrés salió con el Ponsattimóvil a los pueblos con un cartel que decía: “Manden un abrazo de libros”. Había libros que los abuelos enviaban a sus nietos. Tenemos una foto de un cartel en una mesa en Cañada de Gómez que decía “Bienvenido Ponsatti”. Fue un momento muy difícil. El otro lado estaba leyendo como refugio.

  -¿Cómo abriste la Librería Ponsatti?

-En el 2020 habíamos hecho una feria en un jardín infantil y la señora de la galería nos propuso hacer una feria el día del niño. Ese día había una cola muy larga en casa y otra aquí, así que la mujer nos preguntó si queríamos quedarnos, así que cerramos en casa y nos dirigimos al local de la galería. Una mujer nos confió: “Cuando vi que iban a abrir una librería, pensé que iban a cerrar en un mes, pero tuve que comerme mis palabras”.

  -¿Cómo los recibió Funes?

-Empezamos en un local pequeño y un amigo nos preguntó: “¿Por qué no nos hacemos más grandes?” Este lugar estaba vacío y nos ampliamos.

  -¿Cómo nació el gato Ponsatti?

-El gato de Ponsatti fue producto de una amplia consulta entre escritores y (el caricaturista rosarino) Elisamburu lo dibujó.

  -¿Cómo nacieron los proyectos de lectura?

-En 2021 armamos La Abuela Storytelling con Marcela Blanco, la primera maestra de jardín infantil de Funes, quien contaba cuentos a sus alumnos. Perdió un hijo muy pequeña y desde casa la escuchábamos contar cuentos a sus nietos, así que le preguntamos si se atrevía a contar cuentos a todo el mundo. Lo grabamos y se lo pasamos a los niños. Empezamos con cuentos y con Veredear y Los Reposeros, con abuelos y nietos.

  -¿Cómo surgió Funes Lee?

-Había presentado varios proyectos y un día me desperté como (el comediante de televisión Peter) Capussotto y dije “Funes Lee”. Fui a ver a la Secretaria de Educación (Graciela) Di Brino, que tiene mucha escucha y polenta, y nos apoyó. Con Funes Lee proponemos que los niños cojan libros y que entre la lectura. Los niños leen y les gusta, pero luego no continúan. Es muy difícil para nosotros conseguir patrocinadores para el programa. Contamos con más apoyo de la gente común que de algunas empresas. Hay gente que dice “los niños no leen” y hay desarrolladores inmobiliarios que crean barrios para que vengan familias con niños, pero que no apoyan a Funes Lee.

  -¿Cuál es la idea del programa?

-La idea es promover la lectura de libros en diferentes lugares: conocer a los autores, que podrían ser los autores, entender que una fotocopia no es un libro sino un insulto porque nadie se enamora de la lectura leyendo una fotocopia, es como jugar al fútbol con chanclas ¿Cuántos escritores habría si sólo leyéramos fotocopias? El libro es caro, pero el helado es más caro. El problema es que dejamos de leerles a los niños y leerles es un acto de amor, recuperar la conversación, mirarnos a los ojos y escucharnos. Tenemos adultos que piden gestionar las emociones, pero sólo gestionan la ira. Un hombre me preguntó qué podía leer sobre la ira: bastaría con leer “Príncipe y mendigo”.

  -¿Qué opina del intento de derogar la Ley del Libro?

-Yo soy parte de la Cámara del Libro y esto es parte de la Ley de Bases. A esta ley también se le llama “helicóptero” porque salió cuando se iba (el expresidente Fernando) De la Rúa. Con Menem hubo una ley que permitía vender libros en los supermercados, pero como no es su negocio principal, había algunos que vendían libros a un precio irrisorio, más barato que las librerías, lo que provocó la quiebra y el cierre de muchas de ellas. Con la Ley del Libro se estableció que el precio de portada del libro lo fijan las editoriales y no se puede hacer una rebaja superior al 10 por ciento, en casos excepcionales como una compra comunitaria en un colegio. La ley permitió que a partir de 2003 surgieran muchas librerías de barrio y nuevas editoriales.

 
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