“Hay una paciencia madura por parte de la sociedad para que esta gestión logre resultados palpables” – .

“Hay una paciencia madura por parte de la sociedad para que esta gestión logre resultados palpables” – .
“Hay una paciencia madura por parte de la sociedad para que esta gestión logre resultados palpables” – .

Domingo 5.5.2024

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Última actualización 15:15

El agradable otoño porteño deja filtrarse la luz del sol, que calienta las aceras de la calle Guatemala. En la sede de la editorial Siglo XXI –una mansión cuidadosamente restaurada– Marcos Peña se prepara para hablar sobre El arte de escalar (y bajar) la montaña, su primer libro. En sus páginas, quien fue jefe de Gabinete durante el gobierno de Mauricio Macri escribe un texto que va de la autobiografía al ensayo, de la reflexión personal a las recomendaciones, sin caer en el tono gurú. Este “intento de comprender la dimensión humana de la experiencia vivida” se convierte en un viaje interior, que dialoga con las citas de algunas de las personalidades que Peña entrevistó en los últimos años en su podcast Proyecto 77: el empresario Santiago Siri, el sacerdote Rodrigo Zarazaga, o el jugador de baloncesto Pepe Sánchez, entre muchos otros.

En esta entrevista, Peña repasa los aciertos y errores de la gestión de Cambiemos, profundiza en su visión del liderazgo (y el lugar de la vulnerabilidad) y destaca la autenticidad del liderazgo del presidente Javier Milei.

—¿Cómo estuvo la noche del 10 de diciembre de 2019? En el libro comentas que se mezclaban sentimientos de alivio y tristeza.

—Fue un momento muy complejo… con cierto alivio, porque era muy difícil llegar al 10 de diciembre, y con tristeza, por la pérdida, por el final de la etapa que terminaba… No fue tanto por lo personal. , porque antes de las PASO ya había tomado la decisión de irse a fin de año, sino porque la continuidad del proyecto se vio truncada.

—Y ahí comienza otro camino, el que usted describe en el libro, que intuyo incluyó momentos placenteros y otros más tortuosos.

—En las primeras etapas un viaje siempre parece más fácil de lo que es, porque se empieza con ganas e ilusión. Creo que lo más difícil fue gestionar la incertidumbre, la ansiedad, el enfado… Fue un proceso, un camino largo, por etapas… Estas cosas siempre llevan tiempo y no se pueden acelerar. Eso fue lo que más me costó asimilar.

—¿Cuál fue el mayor descubrimiento, lo que más te sorprendió, por inesperado, en ese camino de introspección?

—Creo que la conciencia de la autoomisión. A muchos nos pasa: primero soy lo que hago, luego viene lo que me rodea, y si hay tiempo me cuido. También descubrí que esa omisión es la causa, no la consecuencia, es decir, que te ocupas de otras cosas para no cuidarte a ti mismo.

—En el libro hablas de cómo las capas que generas para cubrirte de la exposición y los ataques pueden generar cierta insensibilidad. ¿Cómo se aborda esa exposición pública y esos ataques sin alimentar la desconexión o la insensibilidad?

—Creo que lo primero es entender la complejidad de la fama y la exposición: nadie está diseñado para eso. No es natural y tiene consecuencias. Lo segundo que pienso es, a partir de esa conciencia, el trabajo personal para que esta figura pública no ocupe toda tu vida. Comprende que existe una diferencia entre esa figura pública y tú como persona.

Peña presentó su libro en la Feria del Libro de la ciudad de Buenos Aires.

—¿El entorno digital agrava el problema?

-Sin duda. En las charlas del podcast todos me decían que abordar el mundo digital es un tema muy difícil de resolver, ya sea por las críticas en las redes sociales, o por las adhesiones, o por las exigencias en WhatsApp. Todo ello genera una gran sensación de desbordamiento.

—Una de las tesis del libro es la idea de la vulnerabilidad como parte del repertorio de un líder. ¿Cómo entiendes hoy ese vínculo?

—Creo que hay que hablar de ‘personas en situación de liderazgo’, y entender que el líder no es una subespecie mutante de la humanidad, diferente al resto. Y el 100% de los seres humanos tenemos emociones, expectativas, somos seres sufrientes y emocionales. El costo de disociar esa realidad, de querer dar una imagen inmutable, es la falta de credibilidad y la falta de conexión. La sociedad ya salió de ahí, no busca líderes omnipotentes, pero muchos líderes todavía están instalados en esa idea, y el espectáculo es tremendo.

—¿Y cómo se logra un liderazgo fuerte con líderes vulnerables?

—Depende de lo que entendamos por fuerza. En la historia de la humanidad es super interesante la cantidad de ejemplos de cómo el autoconocimiento, el trabajo personal, lo espiritual, fueron parte de una cultura guerrera. En el mundo artístico y deportivo ver líderes vulnerables es cada vez más común.

—Se ve menos dentro de la política.

—El problema es que el mundo político, institucional, es todavía muy viejo, más vertical y personalista. Esta idea de que una persona es el líder del país y va a gobernarlo sola es parte del problema. Mientras la política y los negocios sigan donde están, la opinión pública mira y dice “aquí hay algo que no me molesta”. La idea del liderazgo vertical, del líder omnipotente, es antigua.

—Citas a Alberto Lederman cuando dice que “toda ambición de poder es la respuesta a un trauma”.

—Creo que sí, así es. Lo biográfico es súper relevante y muchas veces muy inconsciente, y por tanto, más complicado. Pero también hay un condimento de trascendencia.

—Hay un elemento de trascendencia en nuestras vidas, y en el mundo de la política, un elemento vocacional, de búsqueda de impacto. Desde ese lugar se puede rescatar el ejercicio político como acción de servicio.

—En el libro haces una especie de defensa de la política. ¿Cómo podemos asegurar que la narrativa de las castas no se aplique a la política como actividad?

—Siento que ambas cosas pueden ser ciertas y que hace falta una mirada más autocrítica por parte de los protagonistas. Muchas veces se genera un silencio sobre cosas que hay que modificar por miedo a alimentar el ataque, pero ese silencio termina fortaleciendo el ataque. La política necesita sintonizarse mejor con lo que le está sucediendo a la sociedad.

—Ante estos temas, ¿qué tipo de líder es Javier Milei?

—Céntricamente auténtico. Ha sido muy consistente en sus maneras antes y después de llegar al poder. Desde esa autenticidad conecta en momentos de vulnerabilidad y desbordamiento.

—¿Conecta por sus desbordes y su vulnerabilidad?

—Por supuesto, desde esa autenticidad. Cuando un extraño al sistema gana…

-Exacto. Hoy ves a todo el sistema discutiendo si Milei es bueno o malo… Quien crea que puede hacer algo mejor tiene que lograr sacar más votos que él la próxima vez. La democracia en eso es muy lineal.

—¿No ve un riesgo en su discurso anticastas, antiinstitucional, antiperiodismo?

—Es que gobernamos con otro esquema, con otros valores, creyendo que la forma era muy importante para el fondo. Creo que el riesgo para el sistema, en cualquier caso, es que haya una mayoría de la población que no valore eso a la hora de votar. Me fijaría más en lo que está sucediendo en la demanda.

—¿Qué está pasando en el pleito?

—La gente no está exigiendo que no haya democracia, que no haya periodismo, que no haya empresarios, que no haya política, pero que algo cambie en esta situación porque el resultado colectivo no es bueno. Aquí es necesario que todos los actores puedan decir “oye basta, aquí hay muchas cosas que tenemos que cambiar”.

—Durante muchos años usted fue el hombre de Cambiemos que leyó el humor social para construir estrategia política. ¿Cómo es el humor social hoy?

—Creo que la pandemia fue un proceso de cambio, de expectativa, de conexión con la vida mucho más profundo de lo que registra el sistema político. La crisis del mundo del trabajo, la salud mental… Necesitamos una mano muy compasiva, de conexión, más que un montón de certezas, gritos y verticalidad. Corremos el riesgo de que cada elección se ordene en contra de algo, se vote a un salvador que no cumple la promesa y se acumulen capas y capas de frustración.

-Seguro. Además, leyendo la temperatura social, parece que hoy hay una paciencia madura por parte de la sociedad para que esta gestión logre algunos resultados más palpables en la población.

—¿Esa paciencia tiene fecha de caducidad?

—Creo que la gente que hoy votó por Milei tiene la necesidad de creer. Hay otra gran parte de la población que cree que esto va en una dirección totalmente equivocada. Y esas proporciones no son estáticas, sino que cambian todo el tiempo. La paciencia dependerá mucho de cuántas ideas superiores aparezcan. Me parece que aún queda una cuestión pendiente para saber cómo será el futuro mapa político. Ahí el problema está en la oferta. Es genial tener valores democráticos, liberales, modernos, pónganle el título que quieran, pero sin conexión no les sirve de nada.

—A más de cuatro años del gobierno de Cambiemos, ¿qué balance hace desde la distancia? ¿Qué aciertos y errores?

—Creo que un éxito fue la coherencia con los valores, que era la razón por la que estábamos allí. Luchamos mucho para no cambiar el eje de esos valores y de esa identidad, independientemente de todos los problemas que tuvimos. Y esto se debió fundamentalmente al altísimo valor del liderazgo de Mauricio. Y creo que un error central fue la gestión de las expectativas. La necesidad de entrar en ese juego de ser nosotros los que prometemos lo que se va a resolver… y el mes que viene va a bajar tanto, tal índice, tal cosa… creo que eso no nos dejó ver nada. la complejidad y fragilidad de esa misma situación.

—Escribiste que con el libro cierras una etapa de tu vida y abres otra. ¿De qué se trata esta nueva etapa?

—Yo lo llamo etapa de formador de liderazgo, un proyecto que resume de lo que estamos hablando. El podcast, el libro, todo es parte del proyecto que llamamos Campamento Base, que busca difundir aprendizajes y ayudar a que esta conversación suceda en más lugares, es decir, llegar a más personas en situaciones de liderazgo, acompañarlas y ayudarlas.

 
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