Medio pan y libro, de María Sánchez – .

Medio pan y libro, de María Sánchez – .
Medio pan y libro, de María Sánchez – .

Era nuestro primer Sant Jordi –como ciudadanos y como autores respondimos–, así que éramos felices, tropezando por las calles llenas de alegría, de libros, de rosas. En el tren había empezado a leer. tiempos magicos, el maravilloso último poemario de Mario Obrero: como un presagio y a la vez un hechizo, pareció advertirme que “un poeta es un ser que lleva semillas de cáñamo debajo del calcetín, un poeta es aquel que debe dedicarse a la huida o al pan”. No pude evitar preguntarme qué estaba haciendo en esta primera cita.

Durante los fichajes, las reuniones y las conversaciones, no podía sacarme de la cabeza la imagen de un pan partiéndose en dos, abriendo su corteza y miga al otro. ¿Qué mejor que traer algo de comida cuando llega el momento de celebrar? Caminando de una firma a otra las migajas regresaban, pero esta vez había un camino. Me llevó al discurso luminoso que pronunció Federico García Lorca entre las calles donde nació, con el que inauguró la primera biblioteca de su pueblo. Se trata del “Discurso al pueblo de Fuente Vaqueros”, una defensa de hacer la palabra accesible a todos. Lorca nunca dejó de mirar hacia el mañana y sabía que los libros son luces que nos guían, semillas que pueden convertirse en revoluciones, conocimientos, partidos e ideas.

Entre torres de autores y libros, recordó cómo el poeta granadino decía que si “estaba hambriento y desamparado en la calle, no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro”. Y que curioso, era justo lo que me faltaba entonces: una rebanada de pan. Ay Federico, tú, generoso, que querías que no dejáramos de pedir libros y libros, porque es lo mismo que decir amor y amor, y que lo hiciéramos de la misma manera que pedir pan o “anhelar lluvia para los campos.” …¿Qué dirías de esta criatura que a veces escribe pensando en un pedacito de comida en un día lleno de libros? Sí, ya sé que “no sólo de pan vive el hombre”, por eso no quiero contradecirte con ese medio pan, Federico.

Un hombre lleva una cesta de pan.

CLV

Me regalaron libros, rosas, marcapáginas, cuadernos, bolígrafos, incluso una copa de champán… Pero necesitaba algo que llevarme a la boca y hablar de esa alegría, ese conocimiento y ganas que quedan detrás de cada alimento que comemos. ¿Qué pasaría si también nos diésemos recetas y semillas? ¿Cómo sería si nuestras bibliotecas tuvieran una cocina abierta a todos, donde pudieran estar juntos, entre fogones y cucharas? ¿Y un club de lectura para lanzar el recetario colectivo de cada barrio? ¿Y poder cuidar un jardín después de elegir unos libros para casa? ¿Qué pasaría si tuviéramos espacios públicos para cocinar juntos? ¿Será que quien aquí escribe no puede entender la cocina si no es así: como otra forma –y qué necesaria y formidable– de habitar una biblioteca?

 
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