Los libros como vida y redención – .

Los libros me consolaron en las desgracias. Me consolaron cuando fue necesario y me tendieron la mano para salir de los agujeros de la vida.

En casa no había libros, como tampoco había agua corriente. Libros y agua. Dos cosas esenciales. El agua corriente nos permitió la comodidad de quitar la costra eterna de las casas. Los libros nos convirtieron en las personas quey ahora lo somos.

Los libros llegaron al pueblo con los vendedores ambulantes del Círculo de Lectores, por el mismo recorrido que la furgoneta de la mercería de Lauro nos suministró ropa interior y que el camión

En casa no había libros, como tampoco había agua corriente. Libros y agua. Dos cosas esenciales. El agua corriente nos permitió la comodidad de quitar la costra eterna de las casas. Los libros nos convirtieron en las personas quey ahora lo somos.

Los libros llegaron al pueblo con los vendedores ambulantes del Círculo de Lectores, por el mismo recorrido que la furgoneta de la mercería de Lauro nos abastecía de ropa interior y que el camión cisterna de Toribín llenaba las garrafas de vino a granel. Antes de la llegada esporádica de aquellos pocos libros que podíamos permitirnos, en casa sólo recuerdo un libro con las páginas destrozadas y sucias por el uso. Era La cabaña del tío Tom, un libro muy triste que fue la novela más vendida del siglo XIX. Mi abuelo lo leyó, lo releyó, nos lo leyó a mi hermano y a mí, al pie del fuego y de las bombillas desnudas. Unos vecinos del cuartel de la Guardia Civil me dejaron leer telenovelas.

Un libro de aquella época no era un libro. Fue un tesoro. Una joya. Los libros no eran un pasatiempo ni un hobby. Los libros eran la razón de vida más poderosa para mi generación, el camino hacia la redención de la ignorancia y el engranaje del ascensor social. Este concepto de ascensor social no existía entonces. Funcionó sin nombre. Ahora tiene nombre y fue entonces cuando dejó de funcionar. Entonces no sabía que los libros estaban ahí para rescatarme si podía leerlos. Pero mi madre y mi padre lo sintieron, quién sabe por qué. Cuando el resto de niños y adolescentes fueron a ayudar a la era, me pidieron que leyera para saber más. El conocimiento les parecía algo no sólo necesario, sino casi sagrado. Yo diría que incluso por encima del dinero, en una casa donde faltaba.

Los libros me ayudaron a crecer, a saber, a preguntarme, a llegar hasta aquí. Los libros me hicieron quien soy. Los libros me ayudaron a evitar errores de ortografía y abrieron mi mente al resto de mundos. Los libros me consolaron en las desgracias. Los libros me consolaron cuando los necesité y me echaron una mano en los agujeros de la vida. Los libros me fortalecieron en los valores humanos. Los libros me enseñaron a no rendirme. Los libros me acompañaron durante las pérdidas y me ayudaron durante el dolor. Los libros me ayudaron a educar a mis hijos y a mí.

En mi casa no había libros. Y ahora tengo las estanterías llenas. Leer libros no es una tendencia. Me pregunto qué será de ellos.

 
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