100 libros imprescindibles para entender al ser humano, la naturaleza y el universo

100 libros imprescindibles para entender al ser humano, la naturaleza y el universo
100 libros imprescindibles para entender al ser humano, la naturaleza y el universo

“Si he conseguido ver más lejos ha sido porque he subido sobre los hombros de gigantes”. Con permiso de Newton, actualizamos su brillante (y modesta) frase –escrita en una carta fechada el 5 de febrero de 1676 a Robert Hooke– para afirmar que si ahora vemos lejos en la ciencia es porque alguien como el historiador, físico y académico José Manuel Sánchez Ron nos ha acercado a esos colosos de la verdad.

No hay precedentes en la tradición española. Tampoco es fácil encontrar entre el rico legado anglosajón una empresa como la que se ha volcado en El canon oculto (Crítica), libro que se publica el 10 de abril y que reúne un centenar de títulos fundamentales de la ciencia universal, de Grecia en el siglo V a.C. C hasta la actualidad.

El viaje de Sánchez Ron comienza con él Corpus hipocrático (Tratados hipocráticos), a conjunto de escritos médicos atribuido a Hipócrates, considerado el padre de la medicina contemporánea (y por quien aún hoy juran nuestros médicos).

Para Sánchez Ron no hay momento más elevado en el pensamiento universal que el de los ‘Elementos’ de Euclides”.

Nos encontramos también en esta extensa cita con el canon científico “oculto” de Andreas Vesalius y su De humani corporis fabric (1543), “uno de los libros científicos más bellos, en el que Vesalio hizo un llamamiento vibrante en defensa de la práctica anatómica al mismo tiempo enfatizó las limitaciones de los estudios de Galeno.

Este último, el “doctor” por excelenciaestá representado con De lugar del paciente, un adelanto de cómo será la fisiología. La vida de Galeno (siglos II y III d.C.) parece sacada de una película de Ridley Scott. Antes de establecerse en Roma, fue médico de gladiadores en Pérgamo.

En este compendio de grandes obras de la ciencia no podía faltar la presencia ineludible de Aristóteles, capaz de alimentar por sí solo varias disciplinas. Su trabajo abarcó campos como lógica formal, metafísica, física, la astronomía (sobre el cielo influyó poderosamente en la cosmología futura), la biología (Investigación con animales no fue superada al menos hasta Linneo), la ética o la política.

Una referencia y un punto de partida necesario. Tiro inicial que no podría entender sin el Elementos (Siglo IV a.C.) de Euclides. Aunque se desconoce casi todo sobre el matemático, “no existe un momento superior en la historia del matemático”. Pensamiento griego y universal que el de la composición del Elementosaunque el texto era una síntesis, una recopilación”, explica Sánchez Ron.

Si seguimos mirando al cielo, encontramos figuras imprescindibles en este “canon oculto”. Sus teorías pueden haber sido superadas en algunos puntos pero sin duda han servido para iluminar a los gigantes eso vendría después.

[Carl Sagan, 25 años después]

Este es el caso del astrónomo y geógrafo Ptolomeo con su Almagesto (siglo II), tratado de astronomía, considerado la cumbre del sistema geocéntrico, que conforma el catálogo estelar más completo de la antigüedad. El siglo XIII nos dará Las tablas astronomicas por Alfonso

Su contenido influyó notablemente en el canon polaco Nicolás Copérnico, del que forma parte Sánchez Ron. De Revolutionibus Orbium Celestium (Sobre las revoluciones de los orbes celestes). Publicado en 1543, Copérnico “postuló una verdadera revolución afirmando que no es la Tierra la que ocupa el centro del universo sino el Sol. “Aunque –dice Sánchez Ron– también conserva elementos centrales de la cosmología aristotélico-ptolemaica, en particular las órbitas circulares”.

Tycho Brahe debe ser tenido en cuenta para Astronomiae instauratae mecánica (1598), último observador de los cielos sin telescopio, y mortero científico entre Copérnico, Kepler, Galileo y Newton. De hecho, sin las leyes que Kepler propone en Nueva astronomía (1609) habría sido casi imposible para el inglés haber propuesto su ley de gravitación universal en Philosophiae naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural.) de 1678 (descrito en El canon oculto como un hito esencial).

[Aventura de las grandes lecturas científicas]

También es posible que Galileo no hubiera escrito sidereo nuncius (1610) sin Nueva astronomíauna obra que terminó trazando el camino que debían seguir quienes buscaban mostrar las virtudes de La teoría del canon de la catedral de Frauenberg.

Galileo, que ya se acercaría a los mares celestes con sus lentes, irrumpe en este canon con la Diálogo por encima y por los sistemas de masas del mundo ptolemaico y copernicano (1632), su gran obra, en la que anuncia que el Sol está quieto y la Tierra en movimiento. Una bomba de tiempo el sistema heliocéntrico, contra los principios religiosos del momento que el Santo Oficio logró silenciar momentáneamente. Y, sin embargo, se podría añadir a este episodio, se conmovió.

El Principio de Newton y sus estudios sobre la luz, recogidos en Opticks (1704), nos llevarán a los niveles más altos de la ciencia de los siglos XIX y XX, donde la biología, las matemáticas, la química, la geología, la medicina y la física nos darán un gran paso para el conocimiento humano. Es como si todo lo sembrado empezara a dar frutos sin otro abono que la inteligencia. El volcán de la ciencia acababa de hacer erupción.

Ya hemos pasado por El discurso del método. (1637) de René Descartes, para la clasificación de la flora y fauna del sistema natural (1735-1766), de Carlos Linneo, y por la inmensa y pionera recopilación de la enciclopedia de Diderot y D’Alembert, entre otros grandes del siglo XVIII como Antoine Laurent Lavoisier, Luigi Galvani, el Marqués de Condorcet, Leonhard Euler y Pierre-Simon Laplace.

[Galileo en nuestra memoria]

Los gigantes se multiplicaron en el siglo XIX. Jean-Baptiste Lamarck estableció en su Filosofía zoológica (1809) que los cambios en las especies eran el resultado de una tendencia natural hacia una complejidad creciente. Charles Darwin, gigante entre gigantes, aceptaría el desafío, “por selección natural”, en su viaje en el Beagle (1831-1836) y en su libro El origen de las especies (1859), título que El canon oculto destaca con honores junto a El origen del hombre. (1871).

Casi simultáneamente Charles Lyell publicó su Principios de geologíaAlejandro von Humboldt escribió Cosmos y Michael Faraday hizo lo mismo con La química Historia de una vela (1861). Los descubrimientos de Faraday fueron fundamentales para la teoría electromagnéticadel que también daría buena cuenta James Clerk Maxwell con Tratado sobre electricidad y magnetismo (1873).

Ya acercándonos al siglo XX, en una época fronteriza, 1899, escribe Santiago Ramón y Cajal Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados.donde nuestro Premio Nobel de Fisiología de 1906 logró revelar que las células del sistema nervioso no se formaban Un tejido continuo, pero discreto. Nació la teoría neuronal y, con ella, la neurociencia se convirtió en uno de los mayores gigantes de la historia. Con el nuevo siglo, Sigmund Freud continuó la revolución del cerebro publicando La interpretación de los sueños. (1900).

[La amistad según Aristóteles]

Finalmente, sería el siglo XX el que impulsaría la física, mecánica cuántica incluida. El canon oculto por Sánchez Ron no podía olvidar a Albert Einstein con Sobre la teoría de la relatividad especial y general. (1917), que encabeza una larga lista de gigantes como John von Neumann, Erwin Schrödinger o Stephen Hawking con Una breve historia del tiempo (1988).

Fue el siglo en el que James Watson nos mostró la estructura del ADN con La doble hélice (1968), descubierto junto con su colega Francis Crick; ella despertó la conciencia de la naturaleza con La primavera silenciosaun libro de 1962 de Rachel Carson que se adelantó a su tiempo al anunciar la crisis climática que vivimos ahora, o con el volumen Gorilas en la niebla (1983), de la zoóloga Dian Fossey (inmortalizada en el cine por Sigourney Weaver).

Y también era la época del divulgación científica filosófico poderoso con nombres como Carl Sagan (Cosmos1980), Richard Dawkins (El gen egoísta1976), Stephen Jay Gould (La falsa medida del hombre1981) y Oliver Sacks (El hombre que confundió a su mujer con un sombrero1985).

Solo se pudo cerrar este recorrido selectivo por los títulos de El canon oculto de nuevo con una frase de Newton: “Honro a todos aquellos de todas las naciones que generosamente promovieron la verdad”.

 
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