la historia sincera de los presos en sus idas y venidas a prisión – .

la historia sincera de los presos en sus idas y venidas a prisión – .
la historia sincera de los presos en sus idas y venidas a prisión – .

La complicidad entre estas cinco mujeres es absoluta. Esa empatía de ida y vuelta nació en un autobús y ahora, con el paso del tiempo, sigue fluyendo a borbotones. Yolanda, Mónica y Penélope son tres de las actrices del cortometraje “El Bus”, donde estas mujeres reintegradas a la sociedad tras pasar largos años en prisión revelan su sentir sobre aquella dura experiencia tras las rejas. Y lo hacen dentro de un autobús. Sandra Reina es la directora de la película, premiada en los Gaudí y nominada al Goya. Núria Ortín, presidenta de la Fundación Obra Mercedaria, los puso a todos en contacto.

Media hora de metraje fue suficiente para que el equipo de Sandra narrara lo que, en un medio de prensa escrita, serían varios reportajes. Es una película honesta donde se abordan muchos frentes del mundo penitenciario.

Estas expresas reflexionan, sin trampa ni cartón, sobre la doble pena que se paga sólo por ser mujeres (no recuerdan cuántas veces han escuchado la frase: “cómo puede una madre cometer un delito y dejar tranquilos a sus hijos”) o Habla de esa sensación que experimentaban en lo más profundo de sus entrañas en esas búsquedas íntimas cada vez que regresaban de sus vacaciones.

La factura más cara

Lo que más les duele a estas expresas, aquí actrices, es la doble factura que han pagado las que fueron madres

La idea de este cortometraje nació por casualidad. Sandra era usuaria de la línea de autobús que une Martorell y Barcelona. Inmediatamente se dio cuenta de que las conversaciones entre los pasajeros de aquel autobús estaban fuera de lo común. Ésa es la línea que utilizan los presos de Brians los viernes, cuando se van de permiso el fin de semana, y los domingos por la tarde, cuando llega el momento de regresar a prisión.

La propuesta de recrear esa misma escena en un cortometraje, pero con actrices y actores reales (presos que habían subido a ese autobús durante su condena) se la propuso a Núria Ortín, que ayuda a estas personas en su reintegración. El elenco de protagonistas encontrado no podría ser más auténtico.

Un momento del rodaje en aquel autobús que salía de la prisión de Brians los viernes y regresaba a la misma prisión el domingo por la tarde.

Fundación Mercedaria

Los seleccionados, o más exactamente los que aceptaron la propuesta, ocuparon los asientos de aquel autobús ficticio y comenzaron a actuar frente a las cámaras con la misma naturalidad destilada durante aquellos viernes y domingos de viajes de casa a prisión y de vuelta a prisión.

Antes de actuar, hubo un trabajo de documentación previo. El equipo de Sandra habló con estas mujeres y hombres para conocer detalles de sus experiencias. Había que trazar un guión mínimo. “Pero la verdad”, revela el director, “es que en las conversaciones entre esos particulares pasajeros durante el rodaje salieron a relucir muchas cosas y experiencias que no se trataron en las charlas anteriores”.

Buena parte del éxito de esta película residiría ahí: en la abundancia de sinceridad y honestidad dada por esas actrices y actores, muy comprometidos con sus papeles.

Cuando entras en prisión, la vida se divide en dos mundos que corren a velocidades diferentes; el interior y el exterior”

La Vanguardia se reunió hace unos días con estas cinco mujeres para conocer cómo están digiriendo el éxito de ese trabajo. No han perdido el contacto desde que terminó el rodaje. Yolanda, Mónica y Penélope coinciden en una cosa: “cuando entras en prisión, la vida discurre entre dos mundos paralelos; el que tienes dentro y el que intentas afrontar con la mayor normalidad posible durante tu primera salida”. Y en la primera vida, tras las rejas, el tiempo pasa muy lento, mientras que en los permisos los minutos pasan volando. Y sólo ellos lo perciben y lo saben.

Las tres mujeres ya pagaron la factura de los errores que cometieron. Y coinciden en que la reintegración –que debería ser el primer objetivo de la prisión– nunca es fácil sin ayuda o apoyo de entidades externas o, lo más importante, de la familia. Para evitar spoilers, sería prudente ignorar muchos de los sentimientos, contratiempos o alegrías narradas por aquellos pasajeros especiales en estos viajes de ida y vuelta en ese autobús. El cortometraje se puede ver en Filmin.

Sólo algunas pinceladas. Yolanda, que de un día para otro pasó de ser una chica entregada y deportista a convertirse en drogadicta, afirma que asegurar que “la cárcel rehabilita es decir mucho”. Sin apoyo externo y mucha fuerza de voluntad, dice, nunca habría salido de ese agujero. Como dice Penélope, a veces es más fácil sobrevivir dentro, “porque allí están todos muy unidos; “Como sea, cuando tienes que recuperar tu vida por tu cuenta”.

Lograr que la cárcel se rehabilite es mucho decir; “Sin ayuda externa es muy difícil salir de ese agujero”.

Una de las cosas que más les ha dolido a las presas que son madres –como dicen en sus conversaciones en el autobús– es que sus hijos (a veces manipulados por el entorno familiar) “vienen a vernos como auténticos monstruos”. Eso es difícil de curar, sobre todo cuando estás dentro y sólo sales los fines de semana.

Y en tono más distendido, las tres mujeres no ocultan que tras pasar varios años encerradas en prisión han tenido problemas, en sus primeros permisos, con tareas tan domésticas “como sacar un billete de metro en una de esas máquinas expendedoras digitales”. ” Nunca lo habían visto. Son esos dos mundos que se mueven a diferentes velocidades en una misma vida.

Estas dos realidades se reflejan en el comportamiento de Mónica, cuando sube al autobús el viernes se pone sus joyas y pinta; joyas que vuelve a sacar el domingo por la tarde, cuando el autobús estaciona en la puerta de Brians.

 
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