La historia detrás de “El Fisu”, el misterioso muñeco escondido en los rincones de CABA

La historia detrás de “El Fisu”, el misterioso muñeco escondido en los rincones de CABA
La historia detrás de “El Fisu”, el misterioso muñeco escondido en los rincones de CABA

el arte genera malestar y por eso Martín no quiso escapar a esta característica y mucho menos que su obra pasara desapercibida. Si alguna vez has caminado por las calles de la Ciudad, es probable que te hayas topado con la escultura de un hombre durmiendo en una posición extraña contra la pared.

Martín creció entre el barrio porteño de Floresta y la localidad bonaerense de Castelar, al oeste del conurbano. Sus constantes idas y venidas en el autobús le hicieron presenciar diversos escenarios durante el tiempo que duró el viaje. Siempre le gustó dibujar y tuvo soltura, pero nunca pensó que ese sería el punto de partida para afrontar un nuevo proyecto que cambiaría su vida.

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Un día el artista se quedó sin nada: Se separó de su pareja, no pudo renovar el contrato de alquiler y su negocio fracasó. Saltando de casa de hermano en casa de otro, un día una invitación abrió la puerta a una nueva oportunidad y “El Fisu”su mayor obra, Cobró vida reflejando -un poco- ese momento de profunda caída.

En el arte del malestar

“Nací en Merlo, la familia de mi viejo era de Castelar, entonces crecí un poco en Floresta, mi casa, y un poco en el oeste. Vengo de una familia muy numerosa, somos 11 hermanos y mi abuela nos cuidaba. Durante estos viajes a Castelar poco a poco me fui alejando del dibujo, comencé a juntarme con los chicos del barrio y surgió la idea de formar una banda, por un tema social. Empecé a dedicarme a la música aunque al mismo tiempo iba a un colegio donde tenía mucho vínculo con las artes”, explicó Martín a Tennesse.

El Fisu en mural. (Foto: Instagram @el.keni)

Pero después de eso las cosas empezaron a fallar. “Tuve una banda durante mucho tiempo hasta 2013 cuando decidí dejarla. Me separé de la pareja con la que estaba, no me renovaron el contrato de alquiler, trabajaba de forma independiente, tenía una pequeña empresa de sublimación e impresión, y colapsé. De repente todo lo que había construido hasta ese momento se derrumbó“Terminé siendo El Fisu que luego cree”, recordó el artista sobre sus inicios.

Así, un día se presentó una amiga con un taller de mural gratuito que se estaba realizando en Caseros. “Empecé allí y nunca más paré”, dijo. “Tenía mucho tiempo libre, así que comencé a ayudar al profesor en su trabajo y eventos. Consiguió paredes e invitó a sus alumnos a intervenir en ellas, y así fue como me metí de lleno en la pintura y específicamente en la pintura mural, yo tenía esta formación desde la secundaria, había estado pintando y dibujando sobre todo y comencé a regresar a esta actividad, especialmente la del modelo vivo que me acompañó prácticamente siempre”.

El nacimiento del Fisu

Un día se presentó una oportunidad única. Le esperaba un muro libre. “La maestra me dijo ‘pinta lo que quieras’. Fue entonces cuando comencé a preguntarme qué iba a hacer. Siempre lo asistí, pero ahora podía hacer lo que quisiera y recuerdo que yendo en el bus Empecé a dibujar a un tipo que estaba durmiendo en el bondi, que parecía estar en la calle o como un trabajador totalmente agotado. Así que en el camino lo dibujé y cuando llegué pinté este personaje. Ahí empezó mi carrera como artista. Me di cuenta de que podía hacer lo que quisiera y me vi reflejado de alguna manera en el cuadro. Ella lo vio y dijo: ‘es mi pintura’”detalló.

El Fisu en la Ciudad de Buenos Aires. (Foto: Instagram @el.keni)

Poco a poco empezaron a surgir trabajos relacionados con el arte y cada vez le dedicó más tiempo. “Esto me salió natural, es donde puse mi atención y simplemente respeté eso: gente agotada, cansada, durmiendo en cualquier lugar, usando la vía pública para dormir, porque encima es cuando estás más vulnerable y más aún. si lo haces en la calle”. ”, destacó.

Si bien su obra no estuvo enfocada desde una perspectiva política, con el paso de los años se dio cuenta de que en el fondo se ocultaba ese sentimiento de empatía social. El mural de gran formato no iba a pasar desapercibido para quienes pasaban por allí. “Un poco expones a la gente a verlo, Puedes pintar cualquier cosa en la calle, pero de alguna manera estás poniendo esa imagen en el día a día de determinadas personas y exponiéndola a todo el que pasa. Además, es muy diferente a como se concibe el arte donde generalmente hay que ir a verlo a algún lado, no es que te lo topas”, remarcó y agregó: “Traes la obra para que cualquiera pueda verla, aunque no quiera verla”.

Fue entonces cuando empezó a preguntarse algunas cosas. “¿Qué hace uno con esa incomodidad de ver a alguien durmiendo en medio de la acera? Lo ves y hasta lo evitas, ni siquiera te das cuenta si respira, pero aun así pasas, intentas hacerte pasar por el otro. Entonces lo que hizo fue reforzar ese malestar. No quieres verlo, pero Te voy a poner un mural gigante de 7 metros de altura Entonces ven, me interesaba ese momento en el que uno decide no hacerse cargo de alguna manera, no empatizar”, explicó sobre sus primeros murales.

Las esculturas de El Fisu, los muñecos escondidos en la Ciudad. (Foto: Instagram @el.keni)

Y entonces jugó un poco con las perspectivas. Aunque pintó a personas durmiendo en la calle, trabajadores exhaustos o alguien que simplemente se tumbaba en un banco y se quedaba dormido, no lo hacía de forma convencional. Es decir, no en la posición en la que generalmente duerme una persona, sino que los colocó de manera vertical, generando cierta tensión y falta de apoyo en quien se encontraba atraído. “Estaba haciendo esa imagen más incómoda”, comentó el escultor.

Pero como su plan no era quedarse quieto, optó por ir más allá. “Se me ocurrió hacer algo más pop, más popular, darle una vuelta de tuerca. Hice unos murales que me parecieron horribles hasta que un día hice un taller de escultura y comencé con este personaje, ‘El Fisu’”, él recordó. “Cuando me di cuenta que podía hacer copias, que podía pegarlas en la pared, que a su vez el soporte era el que venía usando, la calle, dije: ‘Son las fisuras, es pop, es escultura, es un relieve y funciona’”. De esta manera, en plena pandemia, comenzó a darle vida a este personaje.

“Era novedoso porque No se veía ese tipo de intervención en la calle. Hay pegatinas, murales, stencils. Hay cosas con venecias, pero nada con relieves en las paredes de las calles. También fue un poco un contrapunto a lo que venía haciendo con los murales donde usó dimensiones más grandes y esta escultura mide 25 centímetros. El impacto esta vez no fue por el tamaño, sino por el relieve y porque lo encontraste. Estás mirando a tu alrededor, atento, porque si vas por tu camino pasa desapercibido, pero si lo encuentras llama la atención”, aseguró.

Otras alternativas a Fisu. (Foto: Instagram @el.keni)

El primero de los Fisus cobró vida en la intersección de Córdoba y Scalabrini Ortiz. Inmediatamente tuvo un impacto que no esperaba. Mucha gente empezó a contactar con él diciéndole que habían encontrado su obra. Entonces, con el tiempo, Distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires cobraron vida con El Fisu. “Con la obra de arte puedes permitirte pensar de otra manera, de una manera más empática”, remarca el artista que ya ha recorrido varias ciudades distribuyéndolas y sueña con llevar sus Fisus por todo el país: ““Quiero que sea algo representativo de aquí, de Argentina”.

“Para mí los Fisus son maestros, porque me hacen conocer el mundo a través de él. Viajar por provincias por esto es mucho. Todas las personas que me comparten su experiencia y me hacen entender un poco más a la gente, el lugar donde vivo, entonces para mí El Fisu es uno de esos maestros y creo que también soy un poquito El Fisu porque Empecé a pintar en el momento más fisu de mi vida, donde no tenía dónde caer muerto”, destacó.

El Fisu es sólo una pequeña muestra de la realidad que busca visibilizar, molestar y al mismo tiempo disfrutar. (Foto: Instagram @el.keni)

Por eso señala que si bien antes lo hacía sin intención alguna, hoy lo siente como una responsabilidad. Además de esto, su Fisus también es solicitado por todo aquel que quiera tener uno en su casa. “El hecho de que los venda no significa que no salga a golpearlos en la calle. De hecho me los compran porque los ven por la calle. Una mujer le dejó dinero, otra le encendió una vela para pedirle algo. A los niños les encanta y si lo aprueban ya está”, explicó.

Hoy Martín continúa trabajando como muralista y está cada vez más involucrado en el mundo del arte comprometido con la problemática social. Fisu es solo una pequeña muestra de la realidad que busca visibilizar, incomodar y al mismo tiempo encontrarle sentido a su arte.

 
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