Zóbel y “el pequeño museo más hermoso del mundo” que colgaba de un abismo

La Fundación March de Madrid celebra el centenario del artista con una selección de las principales joyas del Museo de Arte Abstracto de Cuenca

Alfred H. Barr, el primer director del MoMA de Nueva York, acababa de terminar su etapa al frente de las colecciones del museo cuando visitó Cuenca en 1967. El que es probablemente el gestor cultural más influyente del siglo XX, el que inventó la institución museística contemporánea, encontró En la ciudad manchega, colgado de un acantilado, “el pequeño museo más bonito del mundo”. Así lo definió durante una comida con eEl artista y coleccionista Fernando Zóbel, tras visitar los espacios del Museo Español de Arte Abstracto que inauguró un año antes.

Las obras que Zóbel había ido adquiriendo de artistas de su propia generación y que se expresaban a través de la informalismo y abstracción, estaban repartidos por los muros de la casa colgada que le había regalado el alcalde de Cuenca. «A finales de los años 60 no existía en España un museo de arte moderno, Por eso había que crearlo”, explica Manuel Fontán del Junco, director de museos y exposiciones de la Fundación Juan March y que también sería comisario de la exposición dedicada a ese pequeño gran museo, que toma prestada la frase de Barr como título.

Eduardo Chillida, Antoni Tàpies, Jorge Oteiza, Pablo Palazuelo, Néstor Basterretxea, Antonio Saura, José Guerrero, Gustavo Torner o Eusebio Sempere Eran jóvenes de entre 30 y 40 años con un lenguaje muy sólido, pero pocas perspectivas de demostrarlo en un país donde no existía un tejido institucional. Durante el franquismo apenas era visible el progreso cultural y artístico que de forma latente comenzaba a gestarse en el país. Hasta que el Museo de Arte Abstracto de Cuenca vea la luz.

“Es un proyecto realizado al margen de la política cultural oficial del régimen, que, por otro lado, tuvo una política exterior bastante activa”, insiste Fontán al referirse a la Poder suave Régimen franquista que dio muestras de apertura al exterior. Hubo importantes exposiciones de arte español en la Tate y el MoMA, premios en la Bienal de Sao Paulo -a Oteiza en 1957 – y reconocimiento crítico del pabellón español en la Bienal de Venecia de 1958. Pero en España, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, que dirigía Antonio Fernández del Amo desde 1951, no tuvo una gira importante y los artistas flotaron en una nebulosa hasta la llegada de Zóbel.

«La expresión es muy reddit hombre del Renacimiento“Continúa Fontán al referirse a Zóbel, cuyo centenario de su nacimiento se celebra en 2024. “Es un tipo culto, es políglota… Nació en una familia española, pero al margen del mundo occidental, por por así decirlo, en Filipinas. Se dedicó a viajar por Europa, pero luego estudió en Harvard.

Aprendió de los grandes maestros en los mejores museos del mundo, también compró arte. Se lo podía permitir ya que provenía de una gran familia que hizo fortuna en la antigua colonia española, adonde regresa tras su gira mundial de entrenamiento. También le interesa el arte asiático, de su Filipinas natal y más allá, como la pintura caligráfica de Japón. En 1961 se instaló definitivamente en España, país que había visitado en varias ocasiones. Conoció a Gerardo Rueda en 1955 y posteriormente a Saura, Martín Chirino, Eusebio Sempere, José Guerrero y Torner. Son amigos y él también compra sus trabajos. No sólo es consciente de la necesidad de unir este surgimiento sin eco, sino que también es una forma de apoyar a sus compañeros de viaje.

«Como coleccionista, Zóbel juega con su mirada de artista, de profundo conocimiento de la historia del arte, la literatura, la filosofía y la cultura en general. Y eso se nota en la colección”, según el director del museo de la Fundación Juan March, a la que Zóbel donó su colección además de su archivo en 1981. “Yo diría que es profundamente amplia y democrática, en el sentido que no es un artista que se deja llevar simplemente por los nombres: hay muchas obras de creadores que entonces no eran conocidos y que hoy siguen siendo un lujo secundario”.

La exposición de la Fundación Juan March muestra cómo el planteamiento hacia la creación del Museo de Arte Abstracto de Cuenca tuvo más que ver con el de un espacio autogestionado por artistas, un espacio-dirigido-por-artistas como los que empezaban a darse en Nueva York en aquel momento, pero con dinero, más que con una institución pública. La cercanía, la amistad, la conciencia de hacer historia se palpa en el entusiasmo que compartieron los artistas al sumarse al círculo que se formó en torno a Zóbel. «El proyecto se adelantó 20 años a su tiempo. “Fue el principal experimento cultural de la Transición”.

 
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