Mercedes Lence | Pintora inconformista, viajera y amante de su independencia.

Mercedes Lence | Pintora inconformista, viajera y amante de su independencia.
Mercedes Lence | Pintora inconformista, viajera y amante de su independencia.

Dice Mercedes que lo primero que aprendió en Bellas Artes fue lo que su profesor favorito llamaba la “cocina de la pintura”; esto es, la preparación concienzuda del lienzo, la elección de los soportes, los materiales… todo lo que se realiza antes de comenzar propiamente a pintar para lograr el resultado esperado. Esa lección se le quedó muy bien grabada y, de hecho, es una de las partes de su trabajo que más disfruta. pero mercedes lence (Vigo, 1950) aplica esta enseñanza más allá del mundo del arte. Esta intrépida mujer ha “cocinado” durante toda su vida los elementos necesarios para alcanzar sus sueños, para ser siempre independiente, para ayudar a los demás y para acercarse a su ideal de libertad. Ella es la cocinera de su vida: una mujer que decide su camino y no se deja llevar por la senda marcada.

Si Mercedes se hubiera conformado con lo que socialmente se esperaba de ella, seguramente no habría sido pintora y ni siquiera habría trabajado. Pero las inquietudes, la curiosidad y la rebeldía de esta viguesa eran muchas para resignarse a esa actitud pasiva.

Hija del que en aquellos momentos era el comisario jefe de la policía de Vigo, Mercedes se crió junto a sus cinco hermanos en su casa ubicada en lo que hoy es la Casa das Artes en un ambiente de disciplina, autoritarismo y machismo en el que le costaba encajar. “Yo era muy traste de niña y lo que más quería en el mundo era una bicicleta que nunca me compraron, aunque a mis hermanos sí”, recuerda. Tampoco se esperaba de ella que estudiarse una carrera, pero la inquieta y curiosa Mercedes convenció a su padre para que, por lo menos, le dejase estudiar Magisterio, aunque ella quería ser médico, carrera que sí cursó uno de sus hermanos.

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A las niñas sí les ofrecieron en cambio formación artística, pintura y música, que también había estudiado su madre. “La pintura ya me encantaba desde pequeña, pero estudié la carrera completa de piano sin tener oído musical”, sonríe resignada.

Tampoco le permitieron realizar algún intercambio internacional durante sus estudios, algo que a ella, con tanta curiosidad como tenía, le atraía enormemente. A sus hermanos, de nuevo, sí les abrieron esas puertas.

Mercedes estudió Magisterio en Pontevedra y en cuanto terminó comenzó a impartir clases en el Colegio Losada. Ya por aquel entonces iba en bicicleta a todas partes, el primer vehículo que adquirió en cuanto ganó su propio dinero.

Muy joven también se casó y tuvo a sus tres hijos: Paula, David y Alejandro, a los que más adelante se uniría Miguel, que llegó a su hogar con solo seis meses, por un acogimiento temporal y se convirtió en un hijo y hermano más.

Mercedes disfrutaba como profesora y plasmaba su creatividad artística montando con los alumnos obras de teatro, guiñoles o sorprendentes belenes en Navidad, entre otras actividades. Estudió también por la UNED Filosofía y Geografía… pero no se sentía totalmente realizada.

Con los 40 años ya cumplidos y sus hijos adolescentes unos y otros ya en la universidad se puso a remar en la dirección que ella quería y se matriculó en la recién creada facultad de Bellas Artes de Pontevedra. “Fueron años bárbaros que disfruté mucho. Especialmente tuve un gran profesor, Rafael Úbeda, que nos hacía trabajar muchísimo y así es como acabas aprendiendo”, asegura. Tras la facultad, Mercedes comenzó a exponer, en muestras colectivas e individuales, mientras su arte iba evolucionando cada vez hacia un expresionismo más abstracto. “El de las galerías es un mundo muy complejo, pero he logrado ir exponiendo dentro y fuera de Galicia”, cuenta. En estos momentos y hasta el 30 de abril puede verse su última exposición en el Espacio Beny, en Vigo, ciudad donde no exponía desde hacía cuatro años.

El mar, que adora y en el que se sumerge a diario (literalmente, raro es el día en el que la viguesa no sale a nadar), las tierras de Castilla y también África, donde viaja a menudo, se reflejan en su arte.

Lence ha realizado cinco viajes a África, especialmente a Zambia y Mozambique, junto a un misionero amigo con el ánimo de ayudar y aprender. “Mis hijos eran ya mayores cuando realicé mi primer viaje y cada una de las veces fue una gran experiencia. Ayudo en lo que puedo, en las escuelas, orfanatos o yendo a por agua, una labor que allí siempre hacen las mujeres… Me gusta pintar con los niños u organizarles algún taller con piezas recicladas; el arte no tiene idioma y estos niños sorprenden con un talento increíble”, relata con entusiasmo.

Lence on one of his trips to Africa. / Cedida

Pero también sin salir de Galicia ha mostrado Mercedes un indudable espíritu solidario. “Me gustan mucho los niños y hemos acogido temporalmente a cinco bebés antes de que fueran adoptados y a dos adolescentes, que también merecen una oportunidad y siempre lo tienen más difícil”, advierte. “Toda la familia estuvo siempre de acuerdo y creo que nuestros hijos aprendieron mucho de estas experiencias”, añade. Ahora tiene ocho nietos de entre 12 años y 6 meses y, aunque no se considera una “abuelaza”, siempre está dispuesta a cuidar de ellos y pasar el tiempo que puede a su lado.

Viajar y moverse con libertad fueron, desde que tiene uso de razón, las grandes pasiones de Mercedes. Y para alcanzarlas, de nuevo, la viguesa “cocinó” sus posibilidades. Primero fue el carnet de conducir, pero luego le siguieron el de patrón de barco y, más difícil todavía, el de piloto de ultraligero y el de buceo. “No soy mucho de que me lleven, me gusta dirigir a mí, aunque ahora llevo casi tres años sin pilotar”, ríe. Sin embargo, es en bicicleta como la intrépida viguesa se desplaza habitualmente. “Saber que me valgo por mí misma, que no dependo de nadie, es la mayor satisfacción que uno puede tener y a mis hijos les eduqué en esa misma filosofía”, afirma.

Hace unos años Mercedes se separó y ahora vive a caballo entre Vigo y Zamora, con su nueva pareja. “No es fácil cambiar de vida más allá de los 70 años, pero todos evolucionamos y seguimos aprendiendo cosas”.

Y su arte crece a su lado, siempre en busca de nuevas texturas, de nuevas vivencias que plasmar en el lienzo y más allá.

Las pioneras: Hilma af Klint, “madre” del arte abstracto

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Hilma af Klint. / FDV

Hilma af Klint (Suecia, 1862–1944) se crió en el seno de una familia adinerada y estudió en la Real Academia Sueca de las Artes. Tras graduarse con honores, alcanzó notable éxito como pintora naturalista.

Tras la muerte de su hermana, Af Klint se vió invadida por una sensibilidad especial que la hizo buscar respuestas más allá de la ciencia. En 1896 creó el grupo de “Las Cinco” y se dedicaron a dibujar lo que decían recibir durante las sesiones de espiritismo.

El artista creó una obra sin precedentes pero sintió que la sociedad no estaba preparada. para apreciar su arte por lo que exigió que permaneciera oculto hasta veinte años después de que falleciera.

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En 1986 se celebró la primera exposición dedicada a su obra. Kandinsky, Mondrian y Malévich ya se habían consolidado como “padres del arte abstracto” y ella quedó relegada a un segundo lugar.

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