El Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporánea (IAACC) Pablo Serrano ha incorporado a su colección permanente una de las ‘Bóvedas para el Hombre’ del escultor Crivillén, la número 28, tras comprársela a un coleccionista italiano. “Pablo Serrano trabajó en series temáticas”, dijo este lunes la curadora de la exposición Dolores Durán, quien dedicó su tesis doctoral al artista. “Y el de las ‘bóvedas’ responde a su reflexión sobre el significado del hombre en el mundo, sobre su necesidad de tener refugio. A lo largo de su vida realizó más de 70 saltos, la gran mayoría de ellos entre 1961 y 1963. Una parte de ellos se expuso en la galería romana L’Attico, antes de que el escultor llevara 23 de ellos al Pabellón de España en la Bienal de Venecia de 1962. En aquella Bienal, Pablo Serrano estuvo muy cerca de ganar el Gran Premio de Escultura: estaba a sólo un punto de Alberto Giacometti”.
La obra adquirida por el Gobierno de Aragón para el Museo Pablo Serrano es la número 28 de la serie y mide 52 por 62 centímetros. Fue uno de los que se expusieron anteriormente en la galería L’Attico, antes de ir a la Bienal. Ya en la galería fue vendido al coleccionista milanés Romano Lorenzin y no regresó a España. Según el director del Museo Pablo Serrano, Julio Ramón, pasó de manos de Lorenzin a otro coleccionista, Luigi Frignani, que es quien lo vendió al Gobierno de Aragón por 15.000 euros, un precio significativamente inferior a su valor de mercado. “Fue el coleccionista italiano quien se puso en contacto con el museo”, dijo este lunes Julio Ramón. “Él sabía de nuestra existencia, quería venderlo y se puso en contacto con nosotros porque entendió que era el lugar indicado”.
La obra se ha incorporado al discurso expositivo del espacio dedicado a Serrano en el museo (el centro albergaba anteriormente una decena de ‘bóvedas’) y se presenta junto a una vitrina con fotografías del pabellón español en la Bienal y un cuaderno personal de el artista en el que recopiló todas sus obras.
La recién adquirida escultura ha sido presentada este lunes por el director general de Cultura del Gobierno aragonés, Pedro Olloqui; la directora honoraria del IAACC Pablo Serrano, Susana Spadoni; Lola Durán; y el director del museo, Julio Ramón; en un acto en el que también participó Luis Nozaleda, miembro de la comisión asesora del museo.
Olloqui destacó que el “Museo Pablo Serrano es fundamental para entender la modernidad”. “Ser aragonés es ser radicalmente moderno”, añadió. “Este museo no es sólo un motor cultural de la comunidad autónoma aragonesa. También es un símbolo al que no podemos renunciar. Los primeros 20 años del siglo XXI son una etapa de esplendor en la cultura aragonesa”. Julio Ramón, por su parte, destacó que la escultura se encuentra “en buen estado”, aunque se han realizado mínimas tareas de limpieza.. “En algún momento ha estado al aire libre, aunque protegido, y tenía algunas pequeñas marcas de cloruros (normales en piezas de bronce) y algunos insectos habían anidado en los recovecos de la obra”.
Susana Spadoni, nuera del escultor y director honorario del IAACC Pablo Serrano, agradeció la compra al Gobierno de Aragón, al tiempo que reveló que el precio pagado por ella, 15.000 euros, es “muy razonable”, ya que En el mercado se podría haber vendido por 90.000 y 100.000 euros.
Dentro de la trayectoria de Pablo Serrano (Crivillén, 1908 – Madrid, 1985), la década de los años 60 representa un periodo de intensa creación artística, que daría lugar a algunas de sus series escultóricas más significativas: ‘Bóvedas para el hombre’, ‘Bóveda -Hombres’, ‘Unidades-Yunta’, ‘Iluminación’ y ‘Hombres-Puerta’. Fue en estas series donde Serrano comenzó a interpretar en clave escultórica el personal discurso humanista que lo caracterizaba. La fertilidad artística de esta etapa propiciaría la consolidación del escultor en el panorama internacional, a través de su participación en un considerable número de exposiciones individuales y colectivas. Destacan en este sentido las dos obras que aportó a la exposición ‘Nueva Pintura y Escultura Española’, celebrada en el MoMA de Nueva York en 1960, y su participación en la Bienal de Venecia, que le consagró a nivel internacional.
