De todos los episodios de la larga vida de Salvador Dalí, los relacionados con sus últimos y controvertidos años son probablemente los más tristes. El artista había desaparecido y sólo un hombre que estaba lo más parecido a los restos de un naufragio provocado por demasiados problemas, algunos de ellos vinculados a que Dalí no era inmortal, pese a las muchas veces que él mismo lo proclamó. A ello se sumó una serie de personajes que, con mayor o menor fortuna, giraron en torno a él en aquella época. Uno de los testigos privilegiados de aquella época de conspiraciones en torno a algo más que un puñado de cuadros fue Marià Lorca, alcalde de Figueres en aquel momento, entre 1979 y 1989, año de la muerte de Dalí. El periodista Josep Playà ha pasado horas hablando con el ex alcalde y el resultado de esas conversaciones es “Los últimos secretos de Dalí”, publicado por Gavarres.
Si bien la obra es un diálogo, no se trata de una larga entrevista impresa sino que el expolítico habla de sus vivencias y el periodista se dedica a brindar el contexto necesario al lector. «Es uno de los pocos aún vivos que conoció a Dalí, se había guardado muchas historias para sí. Desempeña un papel de “forastero”. Inicia una relación con Dalí, estando desde el primer momento alejado de la troica, ese círculo de confianza de Dalí, que lo protegía o aislaba, debate que aún continúa.», explicó ayer Playà durante la presentación de la obra. La llamada troika, por cierto, era una especie de tripartito formado por el pintor Antoni Pitxot, el fotógrafo Robert Descharnes y el abogado Miguel Doménech, los encargados de tomar demasiadas decisiones, a veces no muy afortunadas, sobre el destino de el entonces paciente moribundo. surrealista. En el libro se pueden seguir algunas de las polémicas que tuvo el alcalde con Descharnes que quería que el pintor fuera trasladado a un hospital en Suiza. Por su parte, Miguel Doménech se mostró partidario de que se instale en Madrid el Centro de Estudios Dalinianos, con todo el fondo documental del artista. Descharnes, apoyando la idea, le dijo al concejal que “si fueras vendedor, ¿a dónde irías a vender aviones, a Madrid o a Figueres?”.
Gracias al libro podemos conocer las conversaciones entre Marià Lorca y Dalí, como cuando el pintor, para sorpresa de todos, pidió al alcalde que si moría quería que lo enterraran bajo la cúpula de su teatro-museo y no en el castillo de Púbol, con su esposa Gala, como siempre se había sustentado. Asimismo, Marià Lorca fue el encargado de adquirir la Torre Gorgot, posteriormente bautizada como Torre Galatea, pensando que algún día podría servir para la ampliación del museo daliniano de Figueres. Ese edificio, intervenido al estilo personal de Dalí con una serie de panes y huevos, fue la última residencia del artista en su ciudad.
Entre las revelaciones de la obra destacan también los intentos de Marià Lorca –que no llegaron a buen puerto– de intentar reconciliar a los hermanos Salvador y Anna Maria Dalí. Asimismo Consiguió que un sacerdote fuera a ver al artista en sus últimos días de vida, pero el pintor no confesó.
Marià Lorca fue testigo de las discusiones entre la Generalitat y el Ministerio de Cultura sobre el reparto del legado de Salvador Dalí tras su muerte. En este sentido, hubo una gran polémica debido a que uno de los cuadros más importantes de Dalí de los años 20, “El gran masturbador”, acabó en las colecciones del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid. El alcalde sostiene que el propio Dalí le mostró dónde quería que colgara la pieza en su museo de Figueres. Marià Lorca promovió una manifestación en la que los escolares exigieron que “El Gran Masturbador” regresara al Empordà.
