Que la agonía, fija, afiliada a la penúltima grafía del alfabeto, Ycomo una señal temprana de muerte, “Alcanzar, sentir, sentir”poco o nada importaría, en el poema homónimo Yporque la parca, imperceptible, pegada al último grafema del alfabeto, z, como signo definitivo de tus días, llegará a pesar de las precauciones que podamos tomar. De hecho, las instrucciones o fuerzas originales, perdidas, no podrán posponer este tránsito fugaz que nos retrasa, ni siquiera impedirlo, “los dioses…no abandonan su trabajo de perseguir a las criaturas humanas”, o, en definitiva, garantizar la complejidad y ordenamiento de la materia que penetró en la vida.
El aire primordial que, de repente, en algún momento saldrá sin despedirse de las condiciones iniciales que existieron en tu cuerpo, sofocando, en un aliento sigiloso, frígido, de luto, la extraordinaria materia y florecimiento de la evolución biológica o divina, “cuerpo que termina de repente / en aire definitivo, bajo las desmedidas y sucesivas fuerzas de los dioses encargados de amputar sin piedad tus arrebatos, “Palpitaciones/gemidos”, consustancial de la sangre, “ahora sereno”, reconciliarse con la rutina equilibrada y predestinada de morir.
Y es que José Enrique Garcíaen su alfabeto íntimo y metafórico, se le asigna el penúltimo paso, Yexponiéndote, en un paso y en tres pasos, al azar prescrito de tu último paso en el nebuloso barranco del z, “¿Quién ignora este destino?” emblema, concluyente, de tu caída desde la línea exacta de la pieza uterina o nacimiento, “¿Dónde desatar este nudo de origen?”a la fuerza, atrapado, en un glosario mínimo de reposo, constricciones, deposiciones y desequilibrios paralelos a las condiciones inaugurales de tu destino.
Al final, buscando el deslumbrante comienzo de los tiempos, “hombres y mujeres”, Nosotros mismos llegamos a la era oscura, abrumadora, impostergable de la cartilla infame, de la A hasta el z, “en un momento de sueños”, cualquiera “cuando la imaginación nos aleja de nosotros mismos” esparcidos de manera fragmentaria, sueños y quimeras, por el cosmos en un truco alegórico y malévolo de ese silabario concluyente, pausas, errores y retoques, finitos y ordinarios.
Y
Alcanzar, sentir, sentir
un cuerpo que termina de repente
en aire definitivo.
palpitaciones,
gimoteo
el empuje natural de la sangre
ahora sereno.
Sin embargo, sigue siendo una oferta.
de dioses que no se rinden en su oficio
perseguir a las criaturas humanas.
¿Quién ignora este destino?
¿Dónde desatar ese nudo de origen?
Nosotros, hombres y mujeres,
tal vez esté en nosotros
en un momento de sueño,
o cuando la imaginación nos aleja de nosotros mismos.
Luis Ernesto Mejía en Acento.com.do
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