Hambre, violencia, inercia y contención – .

Hambre, violencia, inercia y contención – .
Hambre, violencia, inercia y contención – .

como el escribio José Maldonado Esta semana, estos números sólo son comparables a lo ocurrido en otros dos momentos históricos: la hiperinflación de 1989 y la crisis de 2001. En ambos casos, las líneas de la trayectoria marcaron recuperaciones más o menos rápidas y más o menos sostenidas. Ahora, los expertos que trabajan en las mediciones advierten de que las cifras podrían empeorar si la lenta desescalada inflacionaria va acompañada de una profundización de la recesión y una choque del desempleo.

Filas para un plato de comida.

En una entrevista concedida hace días a La Naciónel ministro de gobierno Carlos Bianco Dijo que “no” ve que se vaya a producir un estallido social. “Si bien la situación se ha deteriorado mucho y esto genera situaciones de mayor exclusión y violencia en los barrios, no hay un clima de lo que se podría llamar un estallido. “Hoy en el conurbano bonaerense no existe tal cosa”. A cierta distancia de esa mirada del ministro Andrés Larroque de hace dos años, cuando, al final de la pandemia y en plena guerra interna con el entonces presidente Fernández, disparó: “El conurbano no da más y solo les ponemos tiritas”, el dijo Letra p.

En el territorio coinciden con Bianco. No se prevé una situación de caos, al menos hoy, aunque repiten que una chispa podría acelerar y profundizar el proceso de conflicto.

“La demanda de alimentos es enorme. Cada vez viene más gente. Hay largas colas y en poco tiempo se acaba lo que hay. Entre una entrega y otra la gente viene porque no aguanta hasta la siguiente. Muchas familias también vienen a preguntar cómo recibir ayuda porque nunca antes la habían necesitado”, cuenta Letra p el secretario de Desarrollo Social de un municipio del conurbano occidental.

Se recortaron empleos y aumentó la delincuencia. Un dirigente que vive en un lugar humilde de la zona sur del conurbano lo cuenta así: “Cuando desaparecen los pibes del barrio que estaban con la cortadora de césped, vendiendo algo o haciendo trabajos de albañilería, es porque ya no hay trabajo”. y salen a trabajar. roban, porque sostienen a las familias. Ahora esos niños desaparecieron. “Eso está jodido.”

Violencia alimentaria

Los movimientos sociales, que trabajan con menos recursos que antes, ven que la situación ha empeorado hasta el punto de generar niveles de conflictividad sin precedentes. “Estamos teniendo casos de peleas con cuchillos por lugares en los comedores”, dijo a este medio. Alejandro Gramajosecretario general de UTEP, el frente sindical de organizaciones sociales.

Sin ninguna ayuda de la administración central, la enorme red de comedores populares gestionados por Barrios de Pie, el Movimiento Evita, Libres del Sur y otros movimientos pueden abrir sus puertas para brindar alimentos cada vez menos días a la semana. “No hay oferta y la demanda está aumentando. Cuando abrimos, porque recibimos algún aporte, para una rifa o algo así, la gente pelea por los lugares”, dice un trabajador de UTEP.

En algunos comedores se produjeron incidentes violentos con armas. “Tuvimos un caso de pelea con cuchillo. Cuando intervenimos y logramos desactivar el problema, escuchamos situaciones muy extremas. Personas que vienen al comedor un lunes y no han comido nada desde el viernes. Después de 40, 50 minutos de espera, estallan los conflictos”, dijo Gramajo y agregó: “Los conflictos estallan en los comedores, en las casas, en forma de violencia interpersonal y en la delincuencia callejera”.

Javier Milei puede esperar (¿puede?)

Sin embargo, los interlocutores consultados coinciden en que la extrema necesidad no se traduce directamente en enfado contra el presidente Milei, a pesar incluso del escándalo de Sandra Pettovelloel Ministro de Capital Humano que retuvo más de cinco millones de toneladas de alimentos.

“Hay un clima de apalancamiento, pasividad, resignación entre la gente. No existe tal cosa como expresar enojo. Muchos creen que todavía tenemos que aguantar y están esperando que las cosas cambien”. La descripción que hace el funcionario de un distrito peronista resume las opiniones de muchos de los consultados.

Todos ellos ponen de relieve también las redes de contención que, a diferencia de 2001 cuando todo estalló, ahora se han activado. La asistencia del gobierno porteño, de los municipios y fundamentalmente la de las organizaciones sociales, son claves en la contención en los barrios.

La ayuda alimentaria es la prioridad, dice otro alcalde y afirma que se está haciendo una inversión mucho mayor que en otras épocas, además de un seguimiento permanente de la calle.

“Incluso si no están de acuerdo, la gente todavía tiene esperanzas. Le está dando tiempo, le está gastando el poco dinero que tiene. Pero esto es ahora, no se ha alcanzado el pico de necesidad, la situación puede cambiar en cualquier momento. Nadie sabe cuándo se puede encender la chispa que genere una explosión”, dice un alto funcionario de un municipio con grandes bolsas de pobreza.

El gobierno de Kicillof, los intendentes, las organizaciones sociales, todos trabajan para evitar una situación de caos. Los líderes comunales, primer mostrador de denuncias en el territorio, tampoco tienen fuerza para canalizar la dirección del enojo o la frustración social hacia un determinado lugar, centralmente porque “toda la política está muy desprestigiada y todos somos parte del problema”.

 
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